Cuando cae la economía significa que caen las ventas, que las familias tienen menos dinero, que sus deudas crecen y que los sacrificios aumentan.
Significa que algunos o muchos perderán sus empleos y ya no habrá dinero en el bolsillo; significa también, que cientos y miles de negocios ya cerraron sus cortinas o muy pronto lo harán, porque no tienen manera de pagar los sueldos de sus colaboradores y mucho menos la renta, la luz y los impuestos.
La caída en el crecimiento de nuestra economía fue de poco más del 2% durante los pasados tres meses, es hasta ahora la caída más grande desde hace 89 años, casi toda una generación.
Las personas y las familias tendrán menos dinero para comprar, y entrarán menos clientes por las puertas de los negocios que logren sobrevivir.
Aquí en México el gobierno federal está dando apoyos que son “curitas”, cuando las heridas son muy grandes, y los próximos meses serán aún más difíciles.
Muchos seguimos creyendo que son momentos de unidad y de dejar de lado las diferencias, porque somos un solo país y por encima de todo está México.
Rolando es chofer de camión de gas estacionario y nos cuenta: “veo la situación muy difícil donde vivo, veo ya un descontento”.
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A Jacinto que es bolero en Avenida Insurgentes, su trabajo le ha bajado a la mitad, pues el lugar en donde trabaja ya no camina la gente a sus oficinas y aunque tiene miedo de contagiarse debe salir a trabajar. “Si no me muero de esto, me moriré de hambre, pues no tenemos ningún apoyo del gobierno y no se ha dónde acudir. Y así me digan las autoridades que no puedo trabajar, seguiré saliendo”, señaló.
Jesús es recolector de basura, y al igual que Jacinto, siente temor de contagiarse, pero la necesidad de mantener a su familia es mayor. “Tenemos que barrer las calles y nos ayudamos con las propinas, pero no sabemos si la basura está infectada. Le pedimos a Dios que nos cuide. No nos queda de otra”, sostuvo.
Jorge Alberto maneja un Uber, y desde que se anunciaron las medidas para no contagiarse del Covid-19, sus ingresos han caído a la mitad, y debe pagar renta porque el auto no es suyo; así que hay días que no saca para la cuenta, y menos porque debe pagar la gasolina, por eso que está pensando en regresar el auto a su dueño si los días por venir no mejoran.
Y Don Salvador de 60 años, es taxista se ha quedado sin trabajo desde que llego el virus, afirma que había días que en los que lograba sacar un dinerito, “pero no me alcanzaba ni para pagar la gasolina, y menos los 650 pesos que debo entregar a la dueña del taxi”, por lo que no tuvo opción más que devolver el taxi.
Millones de mexicanas y mexicanos están quedando fuera de cualquier tipo de apoyo, mientras que en otros países, todos se han unido para salir adelante; además de tener un líder poderoso en sus gobiernos.
Si en lugar de seguir dividiendo al país entre buenos y malos, nos volteamos a mirar como una sola nación, como una gran familia en estado de emergencia, habrá una nueva oportunidad para don Salvador, para Jorge Alberto, para Jesús, Jacinto y Rolando, y para millones de mujeres y hombres que con desesperación sienten que sus vidas están en peligro, pero que llevar comida a sus hogares les resulta es impostergable y prioritario.