No podemos engañarnos con la lógica baja en delitos que hemos experimentado en el último mes y medio, lo que debemos hacer es aprovechar ese descenso, atribuible a la contingencia y al temor de contagio que podría haber detenido en parte ciertos delitos, para construir sistemas de prevención que nos ayuden a que la comisión de crímenes se mantenga a la baja.
Una medida inmediata es construir círculos de seguridad, es decir, acciones y medidas para estar bien comunicados, coordinados y en colaboración constante para anticipar cualquier evento que pueda perjudicarnos. Como cualquier círculo, empieza desde nuestro círculo familiar y se va ampliando hacia los diferentes espacios en los que convivimos.
En este sentido, es importante que conforme regresemos a esta nueva realidad (que, insisto, no se parecerá en nada a lo que vivíamos antes) podamos usar la tecnología a la mano para estar bien informados sobre las personas más cercanas a nosotros, colaborar con nuestros vecinos y alertar a las autoridades frente a sucesos sospechosos o fuera de lo normal en nuestras calles y colonias.
Tomemos en cuenta que regresaremos a una convivencia con medidas de sana distancia y aplicaciones de protección de contagios, lo que significa que la mayoría de nosotros entraremos en contacto con la mitad del rostro cubierto, una careta y hasta lentes protectores, dependiendo de la persona.
De esta manera, nuestra comunicación debe ser muy eficiente en nuestro primer círculo y en los que se van ampliando de acuerdo con nuestras actividades. Las personas que nos ayudan en casa, los vecinos, los colegas de trabajo, los comerciantes de nuestro rumbo, los negocios que nos brindan servicios (lavanderías y tintorerías, por ejemplo) son integrantes de distintos círculos que permiten construir una red de seguridad eficaz.
Y esta red de seguridad no es otra cosa que un tejido social fuerte, que impide la observación de parte de la delincuencia, el primer paso para cometer un delito, su organización para operar e nuestros barrios y la posibilidad de que logren armar un acuerdo de protección con malos servidores públicos.
Con o sin virus, cualquier delincuente calcula el riesgo y las posibilidades de éxito que tiene, más si estas se incrementan a través de la corrupción y la impunidad, pero también sabe que en calles y en colonias bien organizadas no vale la pena intentar el delito, porque sus opciones se reducen enormemente.
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No me refiero a las mantas y a los avisos de vecinos acerca de lo que puede ocurrirles si los sorprenden o de los variados sistemas de cámaras que podrían identificarlos, sino a esa unidad social que acosa al delincuente apenas llega al vecindario tratando de investigar cuál es el mejor delito a cometer.
Es precisamente la dispersión, la falta de comunicación y de conocimiento vecinal, lo que permite iniciar una actividad ilegal, si cerramos esos huecos de colaboración y nos unimos de manera sencilla, podemos crear un círculo no sólo de seguridad, sino de protección real entre todos nosotros que solo requiere de voluntad y compromiso.