El gobierno mexicano está desesperado, prueba de ello es que la Jornada Nacional de Sana Distancia finalizó el 30 de mayo pese a que se siguen incrementando el número de contagios y fallecimientos por COVID-19. Actualmente, México es a nivel mundial el 8º lugar en muertes, 17º en casos confirmados y 58º en pruebas para detectar el coronavirus. Además de lo irresponsable que es iniciar el desconfinamiento en este punto y que el presidente retome sus giras abiertamente electoreras, el panorama económico es totalmente desalentador.
Hace unos días, el Banco de México publicó que prevé que la economía mexicana tenga una caída de 8.8% en 2020 y una escasa recuperación de 4.1% en 2021; esto significa que cuando López Obrador cumpla la mitad de su mandato, el país seguirá en números rojos. Pese a que los expertos y todas las economías del tamaño de la nuestra están inyectando importantes recursos, el tabasqueño ha sacado las tijeras y, por decreto presidencial, pretende recortar el 75% del presupuesto de toda la administración pública, incluyendo algunas universidades.
Entre las instituciones educativas afectadas está el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), que fue fundado en 1974 y ha formado a cientos de brillantes estudiantes de alto nivel, así como funcionarios públicos de prestigio. Sin embargo, la política de pobreza franciscana del presidente, pone en riesgo la operatividad de esta casa de estudios. El recorte mandatado por la 4T significa que 36.8 millones de pesos no podrán ser ejercidos por el CIDE y los rubros afectados son sensibles pues compromete el pago de agua, luz, predial, equipos de cómputo, funcionamiento de bibliotecas, suscripciones a revistas especializadas, entre otros muchos.
Cabe destacar que el CIDE es una universidad pública con prestigio a nivel mundial y es competitivo pese a contar con un presupuesto anual mucho menor al de las grandes universidades del mundo.
En la misma situación se encuentra el Instituto de Investigaciones Dr. José María Mora, uno de los centros educativos más precarizados por la política de austeridad de la 4T, el cual quedará paralizado con este recorte. Por si fuera poco, preocupa que la Secretaría de Hacienda, doblegada ante la irracional voluntad presidencial, ha congelado el dinero designado para las becas y manutención que recibían regularmente los estudiantes, muchos de los cuales necesitan esos recursos para vivir.
Lo grave es que la suma de estos insensibles recortes, que el gobierno federal presume como “ahorros”, no se destinarán a salvar vidas o empleos, sino a los elefantes blancos que representan Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya, en los que ninguna empresa seria quiso participar por su inviabilidad. En pocas palabras, López Obrador ha optado por quitarle computadoras a las universidades y ese dinero echarlo a la basura, solamente por capricho.
Ante la solicitud de las autoridades de estas instituciones para que reconsidere el recorte, recordándole al presidente que su compromiso de no reducir el presupuesto a las universidades públicas, López Obrador arremetió contra los “científicos” que apoyaron a Porfirio Díaz. Lo anterior revela que el inquilino de Palacio Nacional es un hombre perdido en sus obsoletos pensamientos, desconectado de la realidad nacional y sin visión para el futuro.
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Si algo nos ha enseñado la crisis sanitaria del COVID-19 es que ningún sector es más necesario como la ciencia, por lo que debería ser prioritario que el Estado le invierta importantes recursos. Según datos del Banco Mundial, México apenas inyecta a la investigación 0.49% de su Producto Interno Bruto, mientras que el promedio a nivel mundial es 2.21%.
La 4T no sabe gobernar, no sabe cómo gestionar la pandemia, no tiene idea de cómo reactivará el país sin un incremento preocupante de los casos, pero tampoco sabe cómo gastar los recursos públicos de manera responsable y hoy, están sembrando el germen de una profunda crisis económica, de empleos y educativa de la que no será fácil recuperarnos. Al tiempo.