La ciencia imita y siempre imitará a la naturaleza. No hay diseño o patrón más perfecto que el que se muestra en toda la vida en todas partes, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Estos tiempos de giros inesperados, de cambios abruptos y choques en aquello a lo que estábamos acostumbrados, son un claro recordatorio de que tenemos que voltear a ver a la naturaleza y a nuestra propia naturaleza como seres con capacidad de conciencia.
No es raro escuchar por todas partes brotes de crisis personales y sociales, pues este topar con pared que adquirió la forma de un virus, ha sido la más grande movida de tapete que hayamos experimentado en los tiempos modernos.
Nadie sabemos cómo será en verdad este regreso a la realidad, pero de las pocas cosas que sí tenemos por ciertas, es que seguir igual que antes, al menos en el nivel de conciencia, sería un gravísimo error. Hay muchísimas predicciones y teorías del rumbo que tomará el futuro, sin embargo, hay uno que es seguro, confiable y estable: el movimiento, la proporción, la geometría y la estructura de la naturaleza, es decir, de la inteligencia suprema.
Aquí algunas recomendaciones si es que usted siente que no tiene a dónde voltear, o que no tiene rumbo ni asidera: primero permítase contemplar cualquier elemento natural; pero no sólo verlo pensando en todos sus problemas, sino dejándose observarlo con todo el poder de su atención. Pueden ser las nubes, el atardecer, las plantas, los insectos, el movimiento del agua, su propio cuerpo, su respiración.
Lea libros o vea programas que traten sobre los procesos de la naturaleza, de la Tierra, del comportamiento animal, de la fotosíntesis, del nacimiento de una estrella, o de la erupción de los volcanes; el tema que más le atraiga. Déjese sorprender por la majestuosidad y la perfección que creó todo, y después haga un recuento de las cosas en las que crea que su vida sigue el orden, la jerarquía y las reglas del Universo, y de las que no.
Contemple la riqueza, la abundancia, la belleza, la perfección y la bondad que contiene la naturaleza, comenzando por el latido de su corazón, y trate de imprimir esta sensación a aquello que más lo requiera en usted y en su entorno. Ponga su intención en que con esto basta para que la verdad de su Ser genere los cambios que necesita.
La naturaleza y el orden natural son códigos reconocidos por el cuerpo y por el alma, por lo tanto, lo que requerimos muchas de las veces, es no interferir, no estorbar. Ponga todos los asuntos que le pesan en una esfera que pueda lanzar hacia la sublime expresión del cosmos, y permita que se vayan.
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Haga conciencia de que frecuentemente es uno mismo el que está apegado a sus males, a sus viejos patrones de conducta, a sus números gastados, a su postura de víctima, a su falta de voluntad y de poder propio.
Contemple el concepto de darse permiso desde la ventana de la naturaleza, es decir, el permiso que hace que todo sea posible, y permita desde ahí. Permítase evolucionar, permítase dejar la vieja piel, permítase salir del capullo de sus limitaciones para extender las alas.
Aunque suene sencillo, permitir, en toda la extensión de la palabra, cuesta trabajo, pues estamos más acondicionados y acostumbrados a superponer las creencias de nuestro propio ego, y del ego colectivo a lo que la naturaleza de nuestro espíritu, alma y cuerpo nos dictan a cada paso del camino.