Opinión

El viejo nuevo PRI, el de siempre

Es una realidad que Emilio Lozoya está dispuesto a decir cualquier cosa para salvarse, también es cierto que señalará principalmente a políticos que son contrarios al gobierno del Andrés Manuel López Obrador y a la Cuarta Transformación. Sin embargo, también es cierto que, si el PRI hubiera ganado la pasada elección presidencial, Lozoya podría estar trabajando en el gabinete de ese supuesto gobierno.

La realidad es que buena parte de la campaña del entonces candidato López Obrador la hizo el propio PRI. Los escándalos de corrupción corrían en casi cualquier dirección de sus dependencias, nadie puede negar que el gobierno anterior era señalado como uno de los más corruptos.

El gobierno del expresidente Enrique Peña Nieto se convirtió en una agencia de colocación de parientes y amigos de funcionarios, lo mismo en Pemex, ProMéxico, Conacyt o cualquiera de las Secretarías de Estado. Había lo mismo vecinos, primos, amigos de otros amigos, todos cabían en una burocracia que desangraron hasta dejarla moribunda.

Los excesos eran también injustificables como giras al extranjero, comidas pagadas con el erario, choferes de las dependencias enfocados en servir a las familias de funcionarios de alto y hasta mediano nivel. El dinero en efectivo corría en las oficinas de gobierno, había repartición de recursos públicos, uso indebido de vehículos y aeronaves, contratos a amigos o parientes, todo eso y más.

Desde luego que la corrupción es indignante, desde luego que en el sexenio pasado del PRI hubo por doquier y que de seguir gobernando ese partido lo más probable es que ninguno de esos funcionarios tendría una sola investigación en curso. El destino de Emilio Lozoya en ese supuesto sería el de un retiro prematuro, una embajada o un cargo en alguna dependencia.

El real problema para el hoy partido en el poder está en el de convertirse en aquello que supuestamente dicen denostar. Hoy este gobierno que señala a la corrupción tiene corruptos en sus filas, está plagado de expriístas que simplemente cambiaron de color, cobijado por el Partido Verde, el mismo que avaló todo lo hecho por el PRI y del que sus dirigentes están empapados por el amiguismo y corrupción.

El combate a la corrupción no debe ser una simulación, se combate completa o sino se transforma en revanchismo político. El PRI, ese que nos vendieron como el nuevo, pero que seguía siendo el viejo, el mismo de siempre, contribuyó de manera fundamental al hartazgo ciudadano, a la victoria contundente de López Obrador en 2018.

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Nadie puede negar que lo que hoy vemos con Lozoya es una parte minúscula de todo lo que sucedió en la administración anterior. No todos los funcionarios del régimen pasado fueron corruptos, no a todos se les debe medir de la misma manera, tampoco todos los funcionarios del régimen actual son honestos y se les debe pedir rendición de cuentas. No debemos de caer en la tentación de creer que todo es mejor por decreto, los ciudadanos no debemos vivir en la autocomplacencia, aunque guste cierto político

El daño que provoca la falta de crítica, el exceso en la credibilidad de un gobierno y el apoyo incondicional a un político hace el mismo daño que tolerar la corrupción. Aquellos que no exigen rendición de cuentas están destinados a convertirse en cómplices de un sistema que simplemente va pasando de un político a otro, pero que jamás mejorará.

El gobierno actual tiene destellos para diferenciarse del pasado, pero son más las similitudes que las diferencias. Amiguismo, contratos por adjudicación directa, contratos a familiares, funcionarios corruptos, nula autocrítica y autoritarismo son el sello del pasado, pero también del presente. El viejo nuevo PRI no cambió, pero Morena hoy no parece tan alejado de esas prácticas y la gran oportunidad de ser diferentes se puede diluir al paso de los meses.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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