Para leer con: «Photo of My Mind», de Song Ga In
Si fuéramos conscientes de que la vida es una sucesión de momentos decisivos, dejaríamos de desperdiciarlos. Así de sencillo.
Henri Cartier-Bresson es considerado por muchos, el padre del fotorreportaje, de la instantánea a escondidas, de ese plano en el que el fotógrafo parece haberse vuelto invisible -incluso su cámara- y así le roban un momento a la realidad.
Con todo su talento y visión revolucionaria, Cartier-Bresson odiaba hablar sobre fotografía, menos aún sobre sus fotos.
“¡Para mí solo existe la pintura!”, decía cuando le pedían una opinión de su trabajo.
Este fotógrafo acuñó la idea del “momento decisivo”, como la oportunidad que tiene un captor de imágenes para traer a la mesa la foto que congele una acción, que relate una historia, que tenga una expresión humana y que transmita una emoción.
Algo semejante pasa con las selfies. En especial, momentos antes de la toma. La búsqueda de la perfección demanda selfie sticks, microarreglos y poses que nunca adoptaría el sujeto autofotografiado.
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La tiranía de lo banal necesita mostrar al mundo en dónde está invertida su interpretación de la civilización. Son esos momentos Eureka los que permiten que, en lugar de disfrutar una bocanada de respiración, se cuenten los likes como principio del más alto estado de absorción contemplativa.
Si Henri Cartier-Bresson rehuía incluso a hablar de la fotografía, ¿cómo entender el proceso de invertir la dirección hacia dónde apunta el lente?
Por lo mismo, en caso de que tu lugar en el mundo necesite una avidez de reconocimiento pensando que le hace falta contenido a tu vida, una selfie no te lo va a dar.
Por el contrario, la sonrisa ensayada, la pose copiada y el gusto que alcanza para hacer una duck face, no da más que para expresar los valores elaborados del detentor de esa autofotografía.
Estira tu ego y luego el brazo. Ensaya los gestos vistos en tu timeline. Muéstrale al mundo cómo sería tu faceta como pensador: por un momento déjale ver a la cámara cómo podría ser tu rostro si fueras feliz. El like lo vale todo: es la nueva moneda de cambio en la filosofía contemporánea de optar por ser popular antes de ser.
Su pasión por la cámara hizo que la concibiera como una prolongación de sus ojos. Momentos antes de ser atrapado por el ejército nazi durante la II Guerra Mundial, enterró su cámara en un lugar solo por él conocido. Cuando escapó, su energía estaba puesta en desenterrarla y recuperarla, cosa que así llevó a cabo y le produjo solaz pleno.
Encontrar la propia cámara enterrada, el rumbo y sentido de propósito en cada acción tomada, ameritaría por sí misma la mejor de las selfies.