Por un lado, tenemos como candidato republicano al presidente Donald Trump, quien ha revolucionado la política global con el manejo de su agenda. Teniendo un estilo arrebatado, agresivo e informal.
Por el otro, el demócrata Joe Biden, quien durante su periodo como Vicepresidente y como candidato se ha dejado ver como una alternativa sobria y serena, siguiendo la línea partidista del expresidente Barack Obama.
Durante los últimos años, Donald Trump ha demostrado que cada que a sus intereses conviene, puede denostar a nuestro país y a las y los migrantes mexicanos con fines electorales.
El demócrata Joe Biden muestra una cara más amable ante un contexto general. Ha propuesto la reintegración de Estados Unidos al Acuerdo de París para combatir el cambio climático y se ha comprometido públicamente en asuntos relevantes para nuestro país como la reforma migratoria en la que busca lograr la ciudadanía para 11 millones de inmigrantes en los Estados Unidos.
La cara peligrosa de Biden cruza por su política proteccionista “Made in All of America” en donde planea darles alta prioridad a los mercados locales y así afectar en algún porcentaje las interacciones objeto del T-MEC y por lo tanto de nuestra economía. Igualmente se esperaría una relación más diplomática y discrecionalmente exigente con nuestro gobierno de parte de una administración demócrata.
Quien resulte ser el próximo presidente de los Estados Unidos de América, deberá respetar una relación histórica entre nuestros países, ya que, en más de una manera, se han complementado para lograr un funcionamiento bilateralmente benéfico. Es una relación comprobada de ganar-ganar que han logrado esterilizar hasta las más agresivas amenazas de Donald Trump.