Por Víctor Ocádiz
«Vaya pesadilla corriendo… con una bestia detrás..» (Nacha Pop)
Vaya que aprendí. No sé a qué velocidad, pero sí que aprendí. Y una de las cosas que tuve que aceptar… fue la felicidad.
Así que, para lograrlo, olvidé quién era, a qué venía y cómo lograría todo eso. Entonces, comencé por creer que amaba, mi inevitable destino social.
Acepté que tenía que ser como todos, así que agradecí, por mi nombre, mi religión, mi color favorito, mi equipo de fútbol, la marca de mi ropa, mis clases de historia, los regaños de mi madre, las palizas de papá, los castigos de mis maestros y hasta agradecí por mi condicionamiento.
Viví en medio de una unidad habitacional, llena de gente tóxica. Y por tóxicos, no sólo me refiero a la clase de personas que vivían ahí, sino también a las cosas que vendían o regalaban, para salir de la realidad… una realidad social, sin aire, falsas esperanzas, sin espacio, pero con oscuridad, enfermedades físicas y emocionales; y eso, sin contar los malos olores.
Así que aprendí a fingir y a vivir encapsulado en mi mundo. Un mundo lleno de fantasías, falsas sonrisas, frustraciones, miedos, mentiras, rencores, angustias, penas, temores… en todo esto y aquello, en lo que la sociedad nos hace creer, para después, encerrarnos en una sola situación.
Fue entonces que enfermé. Visité médicos. Tomé medicamentos. Fui a hospitales. Hice caso a todos los remedios caseros y nada. Parecía que nada en este mundo, podría aliviarme.
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Hasta que llegué con el Doctor Acosta, el mismo que prefirió que le llamará médico y me dijo: «Su problema es emocional. Necesita aprender otras técnicas para mejorar».
El médico, aseguró, que a pesar de todo. Los seres humanos vivimos muertos, enojados, cansados, fastidiados y con una cabeza llena de fantasmas atormentadores que, se alimentan de las conmociones y pensamientos del pasado, así como de sentimientos, llamados, re-encontrados.
Y es que pasamos la vida buscando la paz, deseando algo que nos devuelva la paz y la salud mental. Pero, indicó el médico Acosta, que todo lo que queremos de fuera, está en nosotros. Sólo tenemos que aprender, de nuevo, a sentir paz y tranquilidad. Y al hallarla, debemos aferrarnos a ella, para así poder impactar, primero en nosotros y luego en los demás. Porque el cambio está en uno, no en el otro.
«Así que primero aprende a respirar. Sin prisas y sintiendo, como el aire llena tus pulmones de luz, sintiendo, que cada exhalación elimina todo odio, todo rencor y todo egoísmo.
«Luego, no me juzgues ni te juzgues. No me cuestiones ni te cuestiones. No me critiques ni te critiques. Sólo aprende a sentir. Recuerda que eres hijo del Quinto Sol y estás aquí, para ser feliz y brillar», aseguró el galeno.
“Sin embargo, enfatizó, la única respuesta está en ti. Ahora qué los sabes, te pregunto: ¿Si tuvieras, sólo seis días en este cuerpo, qué harías, a quién se lo dirías, cómo vivirías, qué desearías para los demás?”
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