Por Comisión de Ciberseguridad de la ABM
Cada día estamos más conectados. La tecnología nos trae muchos beneficios. Además, su presencia es cada vez mayor: en la actualidad, hay alrededor de 20 mil millones de dispositivos conectados a internet y se estima que, en tan sólo dos años, superaremos los 50 mil millones de dispositivos.
La tecnología, no entiende de fronteras. La globalización, facilidad de acceso y bajos costos de conexión, nos acercan cada vez más a las personas, empresas e incluso países.
Todas esas ventajas traen consigo riesgos. Los ataques cibernéticos a personas, entidades públicas o privadas y naciones a través de todo tipo de medio colocan a los ciberataques como uno de los mayores riesgos a nivel mundial para el largo plazo.
Derivado del incremento en el uso de medios digitales y electrónicos ante la pandemia del COVID-19, los ataques, y particularmente a los clientes de la banca para robar sus datos y su identidad, se incrementaron de forma muy significativa en todo el mundo.
En las últimas semanas, hemos visto cómo los fraudes orquestados por delincuentes que intentan hacerse de la información personal de miles de usuarios de los servicios bancarios en el país han crecido de manera importante.
Este tipo de fraudes no conoce de edad, género o nivel socioeconómico. Todos estamos expuestos: mensajes de texto, correos electrónicos y particularmente llamadas telefónicas.
Hoy, nos enfrentamos a sitios web que simulan ser tu banco para robar tu información o a la recepción de correos electrónicos que simulan provenir de tu banco, a lo que llamamos phishing. También, llamadas directas que pretenden ser la institución bancaria; llamadas con robots o mensajes pregrabados (conocidas como vishing); mensajes de texto fraudulentos (conocidos como smishing) e incluso mecanismos muy avanzados, en los que el identificador de llamadas reconoce a un número extraño como si fuera de alguna entidad financiera, facilitando el engaño (llamado spoofing).
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Ante tal refinación de los métodos de defraudación por parte de los delincuentes, parecería complicado evitar ser engañado. Sin embargo, sí hay forma de protegerse.
Los bancos NUNCA solicitamos información privada de tus cuentas: número de verificación de la tarjeta (CVV); NIPs; códigos de acceso de token físico o digital; o datos para acceder a cuentas de banca en línea (usuario o contraseña).
En cambio, los bancos SI PODEMOS PEDIR datos generales como nombre completo, fecha de nacimiento, dirección, RFC, correo electrónico o número de teléfono. La información confidencial sólo la pueden pedir si tú, como usuario, llamas a tu banco.
Además, vale la pena tener en cuenta algunas medidas de seguridad adicionales: NUNCA descargar aplicaciones desconocidas o entrar a vínculos sospechosos; desconfiar en general de ofertas, promociones o premios que son demasiado buenos para ser ciertos; destruir toda correspondencia que contenga datos personales y ya no se use; pero, sobre todo, ante cualquier duda, sospecha. Una llamada, mensaje o correo electrónico que parece ser de tu banco, puede no ser de tu banco.
Ante cualquier duda, cuelga, borra o ignora los mensajes y comunícate a tu banco, a sus números oficiales. Protégete, que no te engañen.