Esta semana se anunció un evento astronómico que de manera muy importante marca la conjunción de Júpiter y Saturno el próximo 21 de diciembre y que no se veía desde la Edad Media o sea desde marzo de 1226. Lo excepcional de esa cercanía es la distancia a la que se podrán observar entre sí y que coincide con el solsticio de invierno.
Astrológicamente este movimiento se asocia con el signo de Acuario por un lado y Géminis por el otro, y esto también da una lectura muy interesante sobre los efectos de estos signos combinados con la alineación de estos planetas. Acuario representa la innovación, hacer las cosas distintas a lo establecido y la apropiación de las ideas. Según los astrólogos la energía acuariana tiene que ver también con cimbrar viejas estructuras y dar un giro a las dinámicas personales y de grupo.
Es la energía de la disrupción, de nuevas mentalidades y formas de ver las cosas. Las influencias planetarias comienzan a ejercer su fuerza antes y después de una conjunción, por lo que este movimiento al parecer está comenzando a hacer lucir lo nuevo como viejo y a evidenciar los viejos patrones que se han seguido tanto personal como colectivamente pero que parecían algo sin precedentes.
No sería de sorprender que desde ahora nos comenzaran a caer “veintes” de lo que no habíamos visto antes, pero con el aporte de Géminis que nos invita a equilibrar los dos lados de las historias o las dos caras de la moneda para poder establecer un criterio neutro y más objetivo que nos deje tomar las mejores decisiones personales, familiares y de grupo sin fanatismos ni idolatrías.
Acuario es el planeta de la libertad soberana del espíritu humano. Por eso la Era de Acuario se asocia a los adelantos sin ataduras, a los cambios tecnológicos, de las comunicaciones, de nuevas tendencias psicológicas y descubrimientos de las capacidades de la psique humana, de unidad planetaria, de remisión de divisiones y fronteras.
A diferencia del ciclo pasado de Piscis, no necesitamos del sufrimiento, del drama, de la radicalidad, del odio, de la ignorancia, de la fealdad, de la mentira, de la ira, del rencor, de la agresividad, ni de la rabia o la miseria humana para realizar cambios que traigan al cielo en la Tierra.
Es de llamar la atención que el dinamismo del cosmos parece estar al pendiente de las elecciones que tomamos con nuestro libre albedrío y nos da ciertos empujones para que demos el paso y no nos quedemos en las mismas posturas, puntos de enfoque o situaciones que no nos están dejando nada bueno, o que no nos permiten crecer.
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Lo importante de estar al tanto de estas constelaciones planetarias y astrológicas es que podemos aprovechar estos movimientos no sólo para fluir con ellos sin resistirlos, sino para hacer embonar lo que pensamos, sentimos y hacemos a un trazo marcado por el cosmos y que por lo tanto esté potenciado por el cambio de la energía que nos ofrece.
Junto con el inicio del invierno, en donde la naturaleza indica resguardo y recogimiento, podemos tomar el almacén de todo lo aprendido, vivido y experimentado para trazar el mapa de un nuevo rumbo con el advenimiento de la Era del Sol, y el principio del despertar que han predicho muchas tradiciones milenarias conocedoras de los secretos de la Tierra.