Opinión

¿Dónde quedó la sorpresa?

Para leer con “Unfinished Sympathy”, de Massive Attack

Algo está pasando y no es solo la pandemia. Incluso desde antes, venía propagándose sin mostrar su rostro y tocaba fibras en todas las capas.

Saber que vamos tan rápido aún en el encierro, que pasan eventos sin reparo y que por ello se perdona el sentido hasta que nos encontramos distraídos en su epicentro salpicando a quien se deje, tendría que ser una inmensa sorpresa. Y nos estamos acostumbrando a ello.

Fotos del funerario con el cadáver de Maradona, la invención del semáforo naranja en nivel alerta, el berrinche de un presidente para aferrarse al poder, la alteración del mundo político, económico y social en cualquier noticiario local e internacional prueban lo accesorio que es el reparo en un viaje a donde sea.

¿Se cansa uno de sorpresas?

No sé que pase con la vida, pero se ha vuelto un proceso de sorpresa constante que alude a la oportunidad de entender una sola cosa: su condición pasajera.

Son tiempos de una agitación endémica a la realidad. Y lo relevante tendría que orientarse en descifrar su cometido, dado que la vida pierde sentido cuando crees saberlo todo. Por eso el factor sorpresa y la humildad se vuelven meros procedimientos cotidianos para los cuales el blof o la necesidad de reconocimiento automatizan el paso. Tu hábito dirige tu contenido.

La sorpresa hace de nuestro paso uno para detenerse, como una bala en el aire, ávida de conocer su destino. Pero la inconciencia, la indolencia del estar y la pose fácil de creer que vivir es algo dado como un hecho, entorpece el reflejo de la sorpresa que tendría que estar adherida en cada inhalación.

Pero el clima habitual de nuestra historia está siendo una crítica y acaso catártica. Suspendemos el proceso del vivir para sobrevivir, solo para darnos cuenta que hay más niveles por delante.

Nada más movido para tu historia personal que una provocación a la costumbre. Solo que esta vez, fue demasiado lejos, probablemente a la par del momento en el que más nos estábamos pasando de vivos. Vaya sorpresa.

Una moneda al aire

Piénsalo un momento: si te dieran a elegir entre llevar una vida estable con el riesgo de caer en rutinas a las que te puedes acostumbrar, o tener como única constante, que no habrá estabilidad, ¿qué preferirías y qué hubieras respondido a inicios de 2020?

La aceptación y predisposición a lo inesperado, podrá detonar muchas cosas, el punto es que llevamos tiempo pensando que esta obra psicodélica está a punto de acabar y sólo se agudiza más. Y cuando esa es la sorpresa, no quieres más.

El momento es retador en varias capas. No saber cuándo acabará genera una fatiga que puede convertirse en síndrome, de no ser por el ingrediente que lo detona: la pérdida de la presencia y el sentido de propósito. Hasta de la pandemia misma.

¿Podrían Silicon Valley y su legado voltear a ver soluciones a un problema compartido? ¿Lograría cada organismo, civil o privado tener esta misma misión? ¿Quedaría claro el papel de una práctica como el altruismo? ¿Tendría sentido aplicar todo el conocimiento y habilidades conseguidas hasta este punto, no solo para detener, erradicar y prevenir cualquier pandemia, sino revisar como especie, los fenómenos sociales como la corrupción, el reparto inequitativo del dinero y el replanteamiento de una dirección enfocada para, aparte de sacar mejores smartphones cada año, saber y evidenciar que el ser humano puede ayudarse a sí mismo en el inmediato y largo plazo?

¿Hay sorpresa, entonces?

Hoy todos voltean a ver a la sorpresa como el invitado indeseado. Parece un momento en que las ideas se nos acabaron: lo arcaico está de moda y la tendencia es emular. El ingenio queda al servicio de la copia. Las nuevas generaciones se visten como nuestros abuelos y la sorpresa ahora es que parece no haber tal.

Reconocer la insustancialidad de las apariencias acaba con la tentación de colocar la atención en trivialidades y es el principio personal para habitar el momento y sorprenderte con la capacidad de dar otro significado a lo que hace un momento te tenía consumido y embebido en la ilusión de tu importancia personal.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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