Por Mercedes Monzalvo Díaz
El año está a días de terminar, y mientras comenzaba a planificar algunas actividades para el siguiente año, surgió un tema en particular en el cual requiero tomar una decisión que me llevará a tener grandes cambios en mi vida; haciendo mi respectiva reflexión interna, y profundizando en ello, me surgió la pregunta, ¿para qué quiero hacerlo?
Esa pregunta no me llevó exactamente a la respuesta sino a otra pregunta más, ¿cuál sería el propósito de hacerlo? Ésta última me llevó a, ¿cuál es mi propósito en la vida? Aunque ciertamente lo tengo claro, quise escribir hoy sobre este tema que considero de vital importancia debido a los meses que para todos han sido difíciles, y que seguramente muchos de ustedes ya se han estado preguntando qué sigue para el próximo año.
¿Cuál es tu propósito para levantarte cada mañana? Todos, sin lugar a duda, tenemos un motivo para hacerlo, aunque en ocasiones no lo veamos de esa manera por creer que es intrascendente, pero para algunos es levantarse para comer ese platillo que se preparará, otros para atender a sus hijos, para trabajar, hacer ejercicio, etc.
Quizás alguna vez te has hecho esta pregunta y ciertamente el propósito hace referencia al sentido que una persona le da a su vida para conocer la finalidad de la propia existencia más allá de un “por qué hago lo que hago” a un “para qué”, llevándonos este a conocer nuestro sentido de vida. Decía Nietzsche “Quien tiene un para qué para vivir, encontrará soportar cualquier cómo”.
El propósito, es un mapa de navegación que nos permite saber hacia dónde dirigirnos, movilizarnos y atravesar los obstáculos inevitables que la vida nos presenta; el mapa nos invita a no ir deambulando perdidos por la vida y terminar haciendo las cosas porque “debo hacerlas”, o “tengo que hacerlas”. El riesgo de deambular puede llevarnos al vacío existencial, un estado de desconexión en el que te ves inmerso cuando no tienes presente tu sentido, cuando estás solo en el “hacer” y no en el “Ser”.
Hay una palabra japonesa que la he adoptado en mi vida, “Ikigai”, que, en su traducción más cercana, sería “la razón de ser” o “la razón de vivir”. Conocer nuestro “Ikigai”, nos da la fuerza que nos impulsa y motiva. El “Ikigai” se conforma con la unión de lo que amas, para lo que eres bueno, por lo que te pueden pagar y lo que necesita el mundo.
Para dar respuesta a esas cuatro preguntas clave, detente, respira, conecta contigo, adéntrate a una búsqueda consciente en el interior. Cuáles sean tus respuestas, recuerda que lo primordial es estar plenamente presente y consciente de lo que haces, permite que la conciencia fluya, no importa que la actividad sea insignificante, hasta en ello mantente Aquí y Ahora.
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La presencia permite que el propósito, tenga sentido, que este sea más profundo y como dice mi gran maestro José Ma. Doria, “el propósito brota del corazón, no de la lógica”.
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