La vida en carne y hueso: Alas Rotas, secretos sucios de familia

Foto: RODNAE Productions

Cuando mi mamá se volvió a casar era difícil, mi nuevo papá no me trataba del todo bien hasta que la relación mejoró.

Ese día no pudieron llegar a tiempo por mí al kínder, y por eso le pidieron a ese viejo asqueroso llamado José Luis Hernández. Ese asco de ser humano fue por mí al kínder, todo estaba bien, todo normal, hasta que estábamos en la cocina y me sentó arriba de sus piernas, comenzó a tocarme sobre mis shorts.

Yo no sabía qué pasaba, después de un rato me llevó al cuarto de él, me puso sobre la cama, esa pinche cama que cada que los visitábamos sentía que era un recordatorio del infierno que viví ese día. Al escribir esto siento que de nuevo estoy ahí.

Supongo que la psicóloga les dijo a mis papas que era cierto, porque después de ir me dieron un libro, donde decía: “que partes no te deben de tocar nadie”. Era uno con portada negra, transparente. Cuando vi el libro me sentí mal, porque a mí ya me habían hecho cosas que decía el libro. Lo poco que recuerdo es que mi nuevo papá enfrentó a su abuelo y no sé qué se hayan dicho, pero no fuimos a esa casa por un tiempo.

Pero como en esa familia no importa qué delito cometas, al rato se les pasó el enojo y volvimos a ir de poco a poco. Yo sólo quería que ese hombre desapareciera para siempre. Amo a mis padres, pero al mismo tiempo los odio por no hacer nada, no valió la pena que me llevaran tanto al psicólogo si al final me veía obligada a convivir con mi abusador.

El abuso me dejo tan jodida que cuando intentaba tener algo con algún muchacho me agarraban unas ñañaras, como yo las llamaba, unas tremendas ganas de vomitar y un miedo bien cabrón que hacía que los bloqueara y no quisiera saber nada de ellos.

Raramente una tiene justicia en este tipo de mierdas y más cuando tus propios padres son prácticamente cómplices. Porque no hay otras palabras. Él era un señor de 90 años que abuso de mí, y mis papás no lo demandaron, ni hicieron nada. Ni lo más mínimo para hacer que tu hija no crezca con la puta idea de que fue su culpa, y ella tenga que cargar con esa cruz.

PUBLICIDAD

Que fue a los cinco años no quiere decir que no duela a mis casi 26. Duele como la mierda y más a esta edad, porque de niña una no sabe, pero ahorita ya no le encuentro justificación a lo que se me hizo. Quiero decir la verdad, aunque eso signifique perder a su familia.

Perdón mamá, perdón papá si los agravio diciendo uno de los secretos sucios de la familia. Pero necesito alzar mi voz, esa que ustedes no alzaron por mí. Ese hombre se llevó casi toda mi vida, y su recuerdo aún me persigue y duele, pero decir esto me ayuda porque he sido muy fuerte muchísimo tiempo y es tiempo de darme el valor y el respeto que no se me dio.

Yo estoy aquí para alzar la voz por la Maydeé de cinco años que nadie protegió de verdad. No más secretos sucios de familia, no más encubrimientos de abusadores.

Este es uno de los testimonios que podrás leer en el libro “Alas Rotas”, un libro que nos da instrumentos a todas y todos de prevención y detención a tiempo cuando niñas, niños y adolescentes son víctimas de este crimen, y para el acompañamiento de quienes ya lo son.

Colaboración de Maydeé (Ñeñe).

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

Tags

Lo Último