Opinión

Un problema Social que va en aumento: Las adiciones

Foto: Especial

Por DZ

Podrían las poblaciones de adictos darnos una mirada más amplia si se estudian con nuevas perspectivas. Tal vez podríamos hacernos preguntas que puedan dar respuesta a qué es lo que muchos de ellos tienen en común. Al parecer, hay una correlación entre las adversidades durante la infancia que ponen en un riesgo exponencial a los individuos, a buscar como llenar vacíos o a calmar el dolor en el mundo de las adiciones.

Entonces ¿Infancia es destino? No necesariamente significa que todas las personas traumatizadas se volverán adictas, pero sí significa que cada adicto estuvo traumatizado.

Es importante saber que estas se manifiestan en cualquier conducta que una persona encuentre temporalmente placentera o con la que sienta alivio, pero que genera ansiedad y por tanto tiene consecuencias negativas. A la persona le cuesta renunciar a ella, a pesar de esas consecuencias negativas. Por un momento la conducta entra en el sistema de recompensas del cerebro y la persona se siente bien y por ello es tan difícil dejar de hacerlo.

Estas conductas están ligadas a las drogas, tabaco, sustancias alcohólicas de todo tipo, al sexo, al juego, a las compras, al trabajo, al poder político, a los juegos en internet, al teléfono celular. Virtualmente cualquier actividad que pueda ser adictiva, dependiendo de la relación a ella. Incluso a las drogas para dormir, estar tranquilo y bajar la ansiedad. Mientras exista dificultades para renunciar a ella, existe una dependencia.

Existen creencias que generan una especie de permisividad pensando que las adicciones alivian el dolor, que relajan el estrés ocasionado por la vida cotidiana, que dan un sentido de conexión, un sentido de control, un significado, que nos hacen sentirnos vivos, que nos estimulan, que nos dan vitalidad. En otras palabras, satisfacen una necesidad humana esencial.

En el fondo no estamos mirando su naturaleza real como una respuesta al sufrimiento humano. Cuantas veces escuchamos que entrar en estas conductas es una elección. Como si estuviéramos decidiendo ser adictos y las leyes deciden castigarlos por ello, para disuadir a otros. La adicción no es una elección que alguien hace, es una respuesta al dolor emocional y nadie elige sufrir.

El tratamiento de las adicciónes requiere mucha compasión, mucha ayuda, mucho entendimiento, y no consecuencias severas o medidas punitivas. La exclusión del sistema familiar lo recrudece y el no verlo como una enfermedad no ayuda.

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Con el absoluto fracaso de la mayoría de las modalidades de tratamientos, ya deberíamos tener claro que la mirada debe ampliarse al trabajo sistémico de la enfermedad, al trabajo con la familia para encontrar maneras más asertivas de afrontar un trastorno que es un problema social, en lo que seguimos investigando desde el punto de vista neurológico lo que sucede en el cerebro.

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