Opinión

¿Quién me sella el boleto?

Para leer con: “You Are the Traffic”, de Coin

Lograr estacionarse por medios propios en una ciudad como esta es un hito que merece ser celebrado.

Libra la ancestral cultura de los Viene-vienes, escapa de las fauces punteadas para usuarios de parquímetros o ahórrate 20 pesos de un estacionamiento público: solo aquí tendrás el deleite y el sabor de lo que no supo el objetivo de tu visita.

En una ciudad en la que pasarse de listo debería ser el artículo primero del reglamento de tránsito (y de la Constitución) no importa el destino, tampoco el viaje. Lo relevante es no pagar.

La vida fuera de un estacionamiento

La administración de todo buen estacionamiento debe ser consistente con tu estabilidad emocional, razón por la cual el establecimiento tendría que decidir no tener tolerancia. Ante esto y en calidad de ser sintientes, la prioridad será estacionarse allá afuera.

Quien consiga un lugar gratuito sabrá que es un lujo que despierta sospechas y que no se repetirá. Por eso hay que considerar quedarse ahí dentro por un buen rato y valorar el inusual evento.

Pagar por ocupar un espacio público es un método diseñado para acercar al ciudadano a la locura. Pero igual hay que reconocer el mérito ajeno de quien encuentra lugar un instante antes que tú. Puesto en perspectiva, se trata de una oportunidad para controlar la ira y nombrar la mala suerte en turno.

Cuando des la tercera vuelta por el sitio al que vas y reconozcas los mismos autos, estacionados con el estoicismo que te falta, ve a tu lugar feliz, que, con lógica y seguridad, será un lugar de estacionamiento. No hace ver patrullas sobre la banqueta ni líneas amarillas deglutidas por lodo y pavimento para saber que hasta el auto se rasca con sus propias llantas.

Sobran avenidas con discos de “No Estacionarse” que necesitan un refuerzo comunicativo. Para ello se emplean rines, huacales y garrafones que reservan estos lugares para que, por una cantidad multiplicada por el número de autos que caben en esa calle por los usuarios proyectados en 30 días, estos dueños de la calle obtengan más del doble de lo que tú ganas al mes.

El Viene-viene, esa figura rampante de la dinámica vial hace que no importe otra ley más que la suya. Para prueba, el saludo de compas’ con los tripulantes de la patrulla. No pasarán más de 5 segundos de haber estacionado tu auto, para que aparezca este personaje y lleve a cabo la extorsión socialmente aceptada, para en un instante desaparecer.

Por otro lado, aceptar que entregarás las llaves del auto a un vivo que se puso un chaleco rojo, es abrazar completo desapego por tu vehículo. Enhorabuena.

La vida en un estacionamiento

Si por alguna razón el restaurante o edificio al que fuiste comparte estacionamiento con otro predio, el acto instintivo previo a salir será alzar la pregunta para saber si sellan el boleto.

De manera preventiva habrá que comprar cacahuates, malvaviscos y galletas, formarse en la caja, notar que la compra supera lo que habría costado la hora de estacionamiento y escuchar a la cajera luego de mostrar el boleto: “Es independiente”.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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