Tenía tiempo de no acudir a un lugar público. Siempre con precaución, enfocado en lo que iba a hacer, asistí a sucursales bancarias, oficinas de trámites, supermercado, con tareas específicas para no tomar más tiempo del necesario.
Apenas, con este semáforo en verde, regresé a un espacio en el que se congregaban muchas personas. No iba en misión exploratoria, simplemente me tocó estar ahí y observar que estamos retornando a una nueva realidad, parecida a lo que conocíamos, pero diferente en muchos aspectos.
Es de poca relevancia, creo, hacer distinciones entre un aeropuerto o un centro comercial, hemos salido nuevamente y estamos conviviendo en esos espacios bajo la protección de cubrebocas y de protocolos que funcionan más o menos bien.
Nuestra necesidad de darle cierto sentido a esta reapertura nos hace tomar medidas personales de higiene y cuidado que se notan en la mayoría de los casos.
Vi pocos cubrebocas mal colocados o usuarios discutiendo las normas que parece hemos incorporado de manera rutinaria.
Seguimos, sin embargo, reduciendo cada vez más la sana distancia en filas de espera o en accesos.
Continuamos hacia la siguiente etapa de esta contingencia con una mezcla de medidas preventivas y costumbres a las que solo se le añaden ciertos elementos de precaución.
PUBLICIDAD
No obstante, persistimos. Espero que ello nos brinde una consciencia de que somos más fuertes entre mejor organizados estamos y que la solidaridad es la mejor práctica cuando nos encontramos en situaciones complejas.
Tendremos que hacer un balance, varios tal vez, sobre lo que perdimos y ganamos en este periodo tan difícil. Para quienes tuvieron una pérdida cercana, del tipo que sea, será irreparable. Al resto nos toca apoyar y no olvidar que no resultó igual para todos esta pandemia.
Si la luz al final del túnel es de color verde, aprovechemos para hacer ajustes, alinear metas y perseverar en aquello que beneficie nuestro bien y buen vivir.
En lo emocional y en lo físico este es un nuevo comienzo, probablemente uno de los pocos que puede ser general, a pesar de que ocurra a partir de esta emergencia mundial.
No sé qué narraremos en cinco o diez años, qué recordaremos de esto, cómo habremos incorporado a nuestras vidas lo que sucedió. Por el momento solo estamos en posibilidades de ocupar bien el presente, planear el futuro inmediato y recordar por lo que pasamos.
Este nuevo contexto apenas se desenvuelve ante nuestros ojos y somos parte, guste o no, de lo que siga adelante. Cada uno tiene un papel y un peso para que su comunidad funcione de mejor manera y en conjunto caminemos como una sola sociedad.
Es posible que el primer paso sea volvernos a concentrar, previo a tocarnos físicamente otra vez, reunirnos, recorrer distancias y conectarnos más allá de pantallas y mensajes instantáneos.
La buena noticia es que la vida continúa y tenemos nuevas oportunidades que debemos atesorar con los cuidados necesarios porque la pandemia no ha terminado, nada más entra a una fase distinta, igual que nosotros.
Darle forma a esta nueva realidad es la tarea inmediata y a la que debemos prestarle toda nuestra atención. Cómo ocuparemos los espacios comunes, las escuelas, los sitios de recreo, las salas de cine o los auditorios, será clave para la economía, pero también para la vida misma.
Los vacíos se llenan, dice un refrán, y depende de nosotros de qué, no lo olvidemos.Esa construcción social es lo que nos toca y lo que nos puede ocupar ahora. Tengo optimismo en que será una buena coyuntura, de la que saldremos, confío, fortalecidos.