Sin duda soy la radiografía interna de una especie que evoluciona dañando el entorno que habita. Una humanidad que de pronto comienza a agonizar, mientras va acabando con el medio ambiente.
Paso los años recibiendo la inmundicia, mientras busco cómo encontrar mi camino hacia el mar.
Antes de disolverme en el, tiemblo de miedo; miro para atrás, resueno con cada metro recorrido, veo las cumbres y las montañas, el largo y sinuoso camino que atravieso entre el bosque y la ciudad. Entonces los tubos me constriñen mientras vierten sus desechos sobre mi.
Ahí me mezclo con más agua del drenaje de la gran ciudad que suma cientos de millones de litros de agua hedionda y al llegar, por más que intento frenarme, frente a mi hay un océano tan grande, que se que al entrar en él, sólo puede significar desaparecer para siempre.
Y me avergüenzo, me duele saber que en su inmensidad recibirá la desconexión de los seres humanos que han construido para sí, un espacio que se vuelve consumo, bienes de servicio que terminan junto a sus heces fecales en la tierra y en el agua profunda.
Llego a mi destino dejando la huella en veneno para todas las criaturas que existen a mi paso, mi legado era llegar transparente como broto de la tierra; cumpliendo mi destino y ahora lo cumplo como una muerte lenta.
No puedo volver atrás, nadie puede hacerlo, es imposible en este tiempo que habitamos. No hay otra manera, necesito aceptar quien soy y así entrar en el océano, fundirme en su inmensidad y obediente seguir el curso de los acontecimientos.
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Sé que solamente entrando en sus aguas saladas se diluirá mi miedo. Porque sólo entonces sabré que no se trata de desaparecer en el océano, sino de convertirme en el.
Fui Atlitic (lugar donde abunda el agua) nombrado por los primeros pobladores del valle de México y al llegar los españoles me bautizaron como Magdalena a mano de los Franciscanos. Me entubaron con la ceguera de quien no puede ver con el alma, en la década de 1930 como parte de las obras de modernización y sanidad urbana.

Hoy atravieso entubado en la mayor parte, San Jerónimo Aculco, La av río Magdalena, actual eje 10 Sur, San Ángel y Chimalistac (calle Paseo del Río), en la alcaldía Álvaro Obregón en una de las metrópolis más grandes del mundo.
Mis aguas transparentes siguen siendo uno de los dos cursos a cielo abierto que aún subsisten, donde doy fe de lo que soy y gracias a las comunidades de la zona hoy todavía a esa altura, puedes beber de mi.
Se necesita más que dolernos, se necesita la fuerza de una sociedad unida en un trabajo puntual para lograrlo. Una voluntad ciudadana que puede trabajar junta, dejando el lenguaje del desencanto que parece deporte nacional. Acompáñanos a soñar que se puede con una mirada ecosistémica donde la salud mental es bastión indispensable para lograrlo.
Consultorio c7 Salud Mental
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