Algo está pasando y también tú.
Somos todos. Tanto los que lo percibimos, como quienes lo padecemos. Ver a los que daban discursos triunfales por haber domado lo inentendible es poco si se compara con la pérdida de una madre, un trabajo o de las ganas de seguir.
No es esta, una mentada al mundo ni a su condición fugaz. Lo es, a la falta de curiosidad y de respuesta ante un ente vivo y sobrado de incertidumbres para el cual, no hacen falta conceptos binarios.
La vida puede entenderse como una serie contradictoria de sucesos a los que no se les debe entender, atender, si acaso. Pero como todo pasa —para bien y mal— saber estar ayuda en la labor de conmover y descubrir.
El viaje pierde sentido en el momento que uno asume saberlo todo, pero hacia allá parecen dirigirse todos los esfuerzos. El factor sorpresa y la humildad se vuelven arquetipos, procedimientos cotidianos para los cuales el blof o la necesidad de reconocimiento automatizan el paso temporal.
¿Qué preguntas ha dejado y respondido este periodo? ¿O qué otro giro inesperado hace falta para saber preguntar?
No es necesario abarcarlo, mucho menos poseerlo. Si no se entiende este momento, más allá de uno en el que las cookies maximizan la experiencia de usuario, lo más probable es que la cancha, el telón, sea poco menos que un mirador.
Nietzsche pensaba que la madurez del hombre se evidencia por haber encontrado de vuelta la seriedad con la que jugaba cuando niño. Olvidar el juego y su lirismo imposibilita el vínculo y por ende la entrega.
En los salones virtuales se habla acerca de la creación de necesidades con el fin de resolver problemas mediante la innovación, disciplina que tiene su origen en la creatividad, y esta última en la humana capacidad de sorprender por medio de ideas.
La curiosidad, los fenómenos que inspiran y despiertan, hacen recordar que somos animales emocionales que buscan postergar olvidos. Resolver el problema de una pandemia, como el del personal sentido y dirección puede tener pistas e hilos sueltos en un libro, un poema o una canción.
O tal vez no, porque la verdadera idea de estar aquí —su esencia— es humanamente inexplicable.