Opinión

Duelo y Covid

Por Claudia Ruiz

Durante toda esta pandemia, nos hemos enfrentado con la imposibilidad de llevar a cabo rituales de duelo. La contención colectiva a los familiares se ha visto limitada, además de complicar el cierre a cada historia.

Los fallecimientos se procesan como números y es una realidad que la aritmética es un pésimo relato para el dolor, alejando el verdadero sentido de una pérdida.

En los informes sobre Covid19, las narrativas han perdido frente a las estadísticas, tal vez porque no son consideradas adecuadas para tan compleja coyuntura; sin embargo la pandemia no puede comunicarse solo mediante números y gráficas, porque las cifras “cuentan”, pero no “cuentan” (narran), las dramáticas historias personales que les dan sentido.

Los números han prevalecido sobre las historias y así también la posibilidad de dar a esas historias un cierre. Historias con nombres, vividas y sentidas de manera particular.

La narración muestra cómo a la muerte de un familiar, devastadora por sí misma, se le añaden dos dolores más: el del número que reemplaza a una historia y la ausencia de un desenlace ante la imposibilidad de llevar a cabo una despedida.

En su libro La desaparición de los rituales, Byung-Chul Han dice que “si se priva a la vida de toda posibilidad de ser finalizada, entonces termina a destiempo”. Y cuando no existe un cierre, ¿acaso el dolor no se prolonga?

Las ceremonias nos protegen como una casa, permite habitar nuestros duelos, sin embargo, los decesos en pandemia ingresan en una base de datos, se almacenan, mientras que las narrativas buscan significado y cierre.

Muchos de los rituales pasan al Zoom, una plataforma, que mientras los rituales generan un saber corporizado, y una compenetración cultural, la comunicación digital es descorporizada.

En tiempos de Covid-19 el tabú sobre los cuerpos de la pandemia aleja a los familiares del contacto cercano de sus seres queridos, en su pasaje a hacia la muerte y que por el imprescindible distanciamiento social se ve impedido el consuelo y la compasión, por más escépticos que hayamos sido sobre la importancia de la presencia del cuerpo y el ritual.

Sin duda, la pandemia deja secuelas en la sociedad hoy, relegada a una comunicación digital “sin comunidad”, que extraña rituales mundanos.

Tales reflexiones nos llevan a concientizar que nuestros muertos y enfermos no son solo números; que el dolor y la soledad no se pueden contabilizar y que en la solidaridad , la compasión y el apoyo, se transitan nuestros duelos.

Habremos de trazar nuevos contornos sociales de apoyo y sostén que ritualicen nuestras pérdidas y cohesionen nuestras experiencias ante el vaivén de la vida actual.

Las emociones hoy desfallecen frente al deseo de producir, consumiéndose los estados anímicos apenas vislumbrados en redes sociales.

¿Cómo serán ahora nuestros rituales?, cuando son memoriales necesarios para solidarizarse con las narrativas familiares. Recuperar el sostén y recordar que un individuo habita en el mismo universo que otro, motivo para compartirlo aunque nuestras historias tengan diferentes finales.

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