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Descubriendo Veracruz, un destino imperdible

En temporada alta, la antigua urbe del Golfo de México se llena de turistas locales mostrando un riquísimo perfil histórico que se combina con el goce de sus extensas playas y su célebre gastronomía marina

En los últimos 30 minutos se ha tirado al menos seis veces al mar. Se para junto al borde del malecón, flecta las rodillas y se lanza con los brazos abiertos para luego juntarlos sobre su cabeza al entrar en contacto con el agua salada. Es un clavado bien ensayado. Luego nada de regreso, se trepa y repite.

Se llama Rubén y es uno de los tantos sacamonedas del malecón de Veracruz, un oficio que tiene más de 60 años de antigüedad en el principal puerto de México. Su trabajo comienza al momento en que un turista lanza una moneda al mar, instante en que el veinteañero se lanza para rescatar el metal antes de que toque fondo y ganárselo como pago. “Un día normal puedo juntar hasta 100 pesos, y uno muy bueno, casi 300”, relata el jarocho de piel tostada, seca y ojos enrojecidos por el agua salada.

Los sacamonedas son parte del paisaje de Veracruz, uno de los destinos favoritos de los mexicanos en temporada alta. De acuerdo con la Secretaría de Turismo (Sectur) Oaxaca, Michoacán y Veracruz fueron los destinos más visitados en el primer trimestre de 2018.

Palpando la historia de Veracruz

Son apenas las 10 de la mañana y ya hacen casi 30 grados. Si no fuera por la brisa que sopla en el muelle del Paseo del Malecón, el sol sería invencible. A pie, sin un pedacito de sombra al que arrimarse y con la sensación sofocante y pegajosa de la humedad —que ronda el 80% todo el año—, esa brisa se agradece.

“El calor aquí no descansa”, dice Javier Rizo, uno de los tres pescadores aficionados apostados a lo largo del muelle. Su rostro tostado de sol, su barba de candado y su alegría espontánea lo delatan como jarocho.

Pero aunque la comida marina sea el tema predilecto de Javier (sus ojos brillan al hablar de la mojarra), sabe que está pescando en un mar disputado, surcado hasta el cansancio por barcos piratas y escenario de batallas cruciales en la historia de la república mexicana.

Es más, el mismo muelle de piedra sobre el que los pescadores esperan silenciosos fue construido entre 1897 y 1902. Pero para adentrarse en la historia de la rancia ciudad de Veracruz, Javier señala con su dedo de salchicha en dirección al norte, indicando que el recorrido debe trasladarse a un islote descubierto en 1518 por el español Juan de Grijalva, llamado San Juan de Ulúa.

Se trata del sitio donde llegó la segunda expedición española desde Cuba. En su mejor época fue una fortaleza amurallada que repelía el ataque de los corsarios; hoy es un museo completamente conectado a la costa, tragado por la urbe.

San Juan de Ulúa

Sus muros descascarados y enmohecidos fueron construidos con piedra de coral sacada de la barrera de arrecifes que protege la zona —algo de lo que se puede dar fe in situ observando y palpando las vetas de la piedra en la construcción—.

En 1779 llegó a contar con un arsenal de fuego de 103 cañones, cuatro morteros y 16 pedreros de la milicia española. Tras la independencia mexicana se convirtió en prisión política, hasta 1915, para luego servir como arsenal de la armada.

San Juan de Ulúa hoy se puede recorrer a gusto, perdiéndose en sus celdas lúgubres con estalactitas, recorriendo sus pasillos laberínticos y contemplando la vista del Golfo de México desde sus puestos de vigilancia. Está a 15 minutos en taxi desde el Zócalo y la entrada cuesta 48 pesos.

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