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Michoacán recuerda a las ánimas con profundo sentido espiritual

Las comunidades indígenas purépechas de Michoacán también viven con intensidad estas fechas. Lo demuestran con cada uno de los símbolos y signos con los que dan vida y color al Día de Muertos

Generalmente se considera que en estas fechas se celebra a la muerte, sin embargo, esto está muy alejado de la realidad. Al menos para los purépechas no es así; la razón de hacer fiesta no es la muerte, sino la vida continuada o si se prefiere la “otra vida” y la oportunidad de coincidir en un día, encontrarse y convivir los de este mundo, con los del otro.

Lo que entre los purépechas se conoce como animeecheri kúinchekua: fiesta de las ánimas, en principio es una ceremonia ritual, es decir, está regulado por normas que la comunidad conoce y respeta; cada elemento y actividad cumple un papel importante. Con el animecheri kúinchekua, se cumplen ciclos anuales, compromisos comunitarios y se fortalecen lazos de parentesco.

Además, cada comunidad según su propia experiencia, determina las maneras particulares en que ha de realizar su celebración de tal suerte que se pueden conocer tantas variantes como comunidades purépechas existen.

Este encuentro entre los que ya no están pero regresan un día al año a convivir con su familia, es el motivo de reunión de las familias a comer junto al que regresa, ofrecerle lo mejor que se tiene, también los objetos que entran en juego para la ocasión, la flor, la comida, los cohetes, el pan, el adorno mismo.

Durante días previos y particularmente el 1° y 2 de noviembre de cada año, los panteones y casas donde se hace la espera se cubren con flores de cempasúchil, velas, fruta, pan e incienso.

Altares y tumbas son adornados copiosamente, se purifican espacios, se llevan ofrendas, se reza, hay ambiente festivo y al mismo tiempo se percibe profundo sentido comunitario y orden ceremonial, preparan y comparten comida y bebida que cada comunidad reconoce como comida de fiesta: tamales, pozole, atole, chocolate, pan, etcétera.

¿Mito o verdad?

Se dice que el lugar donde viven las ánimas es un lugar ordinario, no de eterno descanso, sin trabajo ni sufrimiento como se sugiere en la religión católica. En el uarhicho, las ánimas siguen desempeñando el oficio que por tradición reconocen como suyo; trabajan, caminan, comen, duermen, se cansan, se enojan y también hacen fiesta.

Según los relatos de los abuelos, ellos requieren de nuestra ayuda para cubrir ciertas necesidades, a veces les hacen falta sus herramientas de trabajo, comida, velas para alumbrarse, ropa, juguetes si es que son niños; y todo eso se les puede hacer llegar el día de las ánimas cuando vienen de visita y de paso se llevan todo cuanto se les coloca en la ofrenda. En la antigüedad, para el mundo purépecha, todo estaba determinado por la voluntad de su deidad Curicaveri, por él, fue credo el hombre y la naturaleza, a él estaba dedicada la guerra, los territorios conquistados, el trabajo, los sacrificios, la ofrenda y la fiesta, la vida y la muerte.

Quien moría en combate y otras acciones dignas, podía reunirse con él y otros dioses en la auanda, el cielo purépecha o el uarhicho, el lugar a donde van a vivir los que mueren. Curicaveri como dios principal, tenía varias representaciones en la tierra echerindu, el sol, fuego, la obsidiana, el águila, entre otros.

En esos lejanos tiempos, la comunicación entre dioses, hombres, naturaleza y los habitantes del uarhicho, era cotidiana, el hombre, se sabe, convivía en armonía con la naturaleza, realizaba la voluntad de los dioses y platicaba con los abuelos y parientes que residían en la otra vida.

Buena parte de estas nociones respecto de lo divino y la vida y la muerte, sobrevivieron a pesar de la imposición forzada de nuevas estructuras producto de la conquista española y posterior evangelización.

Como es de entenderse al paso de los años, las fiestas prehispánicas se suprimieron, otras estratégicamente se adaptaron a fin de sobrevivir, insertas en el calendario litúrgico de la nueva religión.

Entonces, aquél contacto cotidiano entre dioses-hombre y abuelos del uarhicho, ahora se encuentra limitado a las fiestas de Todos los Santos, el 1° de noviembre y de los Fieles difuntos, el día dos.

Según estas creencias las ánimas a quienes nadie espera y por lo tanto no se les colocó ofrenda alguna llegan tristes y se regresan llorando, recogiendo las sobras y migajas de quienes sí fueron festejados.

Creencias populares

Los purépechas afirman que cuando alguien muere, su cuerpo se sepulta pero su alma sigue viviendo y va a reunirse con sus seres queridos que fallecieron antes, con los dioses y desde esa otra vida puede regresar a ésta, para convivir otra vez con su pueblo y con los suyos.

“Mariposas blancas empiezan a revolotear no las espanten, son las ánimas que ya están llegando”, dicen los abuelos.

31

de octubre es el día en que empiezan a regresar los ángeles, es decir, las ánimas de las niñas y niños, aunque también se considera ángeles a quienes fallecieron sin haber contraído matrimonio.

de noviembre, a la media noche del día, dejan de llegar los niños y es el turno de las ánimas de los mayores, a ellos se les espera hasta la medianoche del día dos.

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