¿Sabías que los espacios arquitectónicos pueden definir nuestro estado de ánimo?
Así es y la explicación nos la da la neuroarquitectura, un concepto que tiene como premisa construir o diseñar espacios teniendo en cuenta cómo funciona nuestro cerebro con el fin de lograr el bienestar físico e intelectual de las personas.
De hecho, a raíz de la pandemia, tal disciplina cobró vital importancia, ya que la crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19, nos obligó a permanecer más tiempo en casa y a preguntarnos si el espacio en el que vivimos o trabajamos nos hace sentir bien. Una interrogante que en la década de los ochenta, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya analizaba al asentar el término Sick Building Sindrome o Síndrome del Edificio Enfermo donde afirmaba que a pesar de que una estructura fuera arquitectónicamente bella, sus espacios interiores podían causar cierto daño o malestar a sus ocupantes, estimando que dicho síndrome afectaba hasta un 30% de los edificios modernos.
Visualizando esa problemática, el arquitecto Juan Carlos Baumgartner, creó hace unos años, la teoría Design for Happiness, donde señala que el diseño de objetos y espacios tienen una correlación con sentimientos positivos que influyen de manera contundente en la felicidad de las personas.
Baumgartner, nombrado uno de los mexicanos más creativos por la revista Forbes, se ha convertido en el principal impulsor de la neuroarquitectura en Latinoamérica y nos comparte su experiencia al construir espacios basados en esta teoría y cómo las terrazas, en casas u oficinas, se están convirtiendo en la tendencia actual.
¿Crees que has cambiado la vida de las personas a través de la arquitectura?
— Sí, eso ha sido justo la filosofía de nuestro despacho. El diseño tiene el poder de transformar la vida de las personas y hemos tratado de no dejarlo sólo en la teoría o el concepto y llevarlo a metodologías muy prácticas, principalmente sustentadas en neurociencias. Un buen entorno, bien diseñado con conocimiento, puede cambiarle la vida a una persona.
¿A través de los años crees que has ido perfeccionando tu teoría?
— Con la teoría Design for Happiness trabajamos mucho con la Universidad de Harvard y mientras más avanzábamos en el conocimiento de la ciencia detrás de la felicidad nos empezamos a dar cuenta que mucho de ese conocimiento surgía de la neurociencia. Y desde hace una década nos hemos enfocado a lo que llamamos neuroarquitectura, es decir, cómo utilizar las herramientas generadas por la neurociencia aplicado a la arquitectura, al grado que recientemente terminé mi maestría en Italia en neurociencias cognitiva aplicada en diseño.

¿Crees que todavía todo esto es desconocido para algunas personas?
— Hace poco salió un artículo en El País, que hablaba de la neuroarquitectura como la gran desconocida entre las especialidades. Lo que sucede es que el mundo de los científicos es un poco complicado por su lenguaje extraño que muchas ocasiones no es fácil de permear a distintas industrias y en el mundo de la arquitectura somos un círculo cerrado, con nuestro propio lenguaje y prioridades. De repente, son dos especialidades que no se hablan, pero al final del día gran parte del estudio de ambas tiene que ver con el espacio, el cuerpo y la mente de las personas. Mucho de nuestro trabajo ha sido eso, cómo tender puentes entre la neurociencia y la arquitectura.
¿A raíz de la pandemia qué tanta importancia ha cobrado?
— Siempre hago la broma que antes de la pandemia la gente me veía como ‘ese loco que cree que el espacio puede generar emociones positivas y tiene un impacto supertrascendente’ y la pandemia vino a confirmar que no estábamos tan locos, hay unas correlaciones superestrechas entre el entorno construido y nuestros procesos cognitivos.
¿Dónde podemos ver parte de tu trabajo realizado bajo esta teoría?
— Las oficinas son una de las especialidades de nuestro despacho, hemos creado las de Amazon, Google, Microsoft, entre otras. En temas de hotelería hay un espacio reciente, el Hotel NH en Reforma y en el Centro Histórico, donde están aplicados estos conceptos, es un espacio público y el mejor ejemplo —que terminó siendo el trabajo de mi tesis de maestría en neurociencia aplicada— es el edificio de un corporativo de una empresa francesa que se llama Faurecia, en la ciudad de Puebla.
¿Cuál ha sido tu experiencia construyendo terrazas en oficinas?
— Desafortunadamente los arquitectos que diseñaban los edificios desde un punto exterior no le daban tanta importancia a la conexión con la naturaleza y, la verdad, no hay tantos corporativos con terrazas, pero hemos tenido oportunidades de hacer intervenciones y en algunas ocasiones, los clientes nos han pedido que abramos las fachadas cerradas y que hagamos ejercicios de conectar el interior con el exterior. En inmuebles en los que simplemente no se puede, lo que hemos hecho es traer el exterior al interior, por eso tenemos edificios que tienen muros verdes o jardines dentro del espacio.
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¿Que elementos se deben tener en cuenta para hacer una terraza?
— Muchos estudios demuestran que los elementos de relajación o de naturaleza, al cual le llaman elementos restaurativos, no es como muchas ocasiones la diseñamos, con mucho orden, rigidez o ángulos rectos. Uno de los aprendizajes que hemos tenido de la neurociencia es que el caos de la naturaleza como lo hubieras encontrado sin la intervención del hombre es uno de los elementos importantísimos en la restauración en aspectos humanos. Entonces hay que tener cuidado porque tú puedes, a través del diseño artificial, quítarle esos mecanismos, su caos o diversidad. En el momento en que entiendes que no es nada más la naturaleza, sino los mecanismos con los que tu cerebro la identifica puedes cuidar de no matarlos a través del diseño.
¿Cuál es la tendencia en cuanto a terrazas?
— La tendencia es que se empieza a darle una importancia al exterior. Lo hemos visto en muchas ciudades como Nueva York, que se volcó al espacio exterior y será difícil de soltar, eso también definirá la arquitectura que iremos viendo. Desde el punto de vista del diseño, creo que vamos a ver un poco de todo, espero ver a diseñadores que le den libertad a la naturaleza, de ser lo que es y que no la traten de acotar en diseños artificiales.
El consejo para tener un espacio verde…
— Es positivo tener verde. Los que no tienen espacio para tener una terraza tampoco crean que no hay nada que hacer. Existe un estudio bastante interesante que se llama Savannah Effect que hace referencia a la sabana africana y nos remite a cosas positivas. En los ochenta, los científicos se dieron cuenta de que si estabas en un hospital y tenías una vista al exterior con vegetación y naturaleza la gente necesitaba menos medicina del dolor y se curaban más rápido. Después descubrieron que si tú no tenías una ventana podías sustituirla por imágenes de una sabana africana, ya que tu cerebro de alguna manera genera elementos positivos, además de que reduce el estrés. El simple hecho de tener esta imagen con características bien identificadas como un árbol con una sombra, un elemento de agua o un caminito, ese tipo de cosas engañan, en el buen sentido, al cerebro. Para esos millones de personas que viven en lugares pequeños, sólo necesitan tener elementos verdes o naturaleza dentro de su espacio. Ahora si tienes la posibilidad de hacer una terraza recomendaría algo similar de lo que habla Savannah Effect, tener un árbol con sombra para que te invite estar afuera incluso, si no lo usas, te dará una agradable sensación o un cuerpo de agua como una fuente y dejar que la naturaleza sea eso.
PERFIL
Juan Carlos Baumgartner
• Arquitecto y diseñador mexicano, formado en Ciudad de México, San Francisco, Chicago y Milán.
• Líder en diseño corporativo, hotelería y espacios de educación en México y América Latina. Ha recibido más de 80 premios internacionales, uno de los más recientes el Novum Design Award en Paris, Francia por su trabajo en interiorismo corporativo.