Un tema que considero de vital importancia, principalmente en la Ciudad de México, es la falta de espiritualidad en los jóvenes.
No es falta de religiosidad o apego a alguna religión, sino a una crisis de fe: creer que hay algo más allá que lo meramente material.
Independientemente de la religión que profesen, la manera de concebir a Dios, es la que define su estilo de vida y desafortunadamente los dirige a sumirse en un materialismo y consumismo excesivo, definiendo su forma de hablar, de vestir, de valoración a sí mismos y a los demás e, incluso, cómo definen el amor y cómo dirigen sus relaciones sentimentales.
Tristemente los últimos culpables son los padres de esta última generación de adolescentes, que han cambiado la verdadera espiritualidad, por mera religiosidad hueca que no ofrece nada que satisfaga las mentes y corazones de los adolescentes, quienes al percibir la hipocresía de los padres, se rebelan y rechazan por completo todo lo que suene a espiritualidad.
¿Por qué se inician en vicios como cigarro, alcohol y drogas? ¿Por qué se entregan a las relaciones sexuales a tan temprana edad? ¿Por qué sufren de baja estima, bulimia, anorexia y depresión? Porque no se les enseñó que su cuerpo fue diseñado para fines superiores a la mera búsqueda de placer. Que cada uno de ellos es un milagro único, un reflejo de lo divino.
Parte de la solución está en los padres si los adolescentes ven un verdadero cambio en ellos, tendrán un ejemplo a seguir y anhelarán repetir tal modelo de vida con todo su corazón.
Pero eso sólo se puede lograr con verdadera espiritualidad, primeramente en los padres.
