Rodar como motociclistas, supone un sinfín de riesgos tanto por la gran cantidad de vehículos y el acelerado ritmo de vida, como por las enormes distancias que se recorren y la falta de cultura vial.
Por si eso fuera poco, hay que lidiar continuamente con problemas en la infraestructura como las zanjas, baches, topes, vibradores, reductores de velocidad, pintura resbalosa, rejillas o coladeras destapadas.
También con situaciones propias del tráfico como vehículos detenidos o descompuestos, puertas abriéndose intempestivamente, conductores distraídos o que nos pierden de vista, obstáculos en la vialidad, aceite o fluidos resbaladizos, encharcamientos, tierra o grava suelta.
A estas situaciones hay que sumar los vehículos, personas, mascotas, e incluso las pelotas que llegan a cortarnos el paso en calles, avenidas o autopistas, así como las desafiantes condiciones climáticas (ceniza, nieve, granizo, lluvia, viento o calor) que afectan al rendimiento, comportamiento y maniobrabilidad de nuestra moto.
Es necesario señalar que una parte muy importante de los accidentes de motocicleta se deben a imprudencias, exceso de velocidad y falta de pericia por parte de los moteros.
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