Rusia y México entraron a la cancha conscientes de que sería “matar o morir”, por lo que la intensidad que ambas escuadras mostraron también se pudo apreciar en las tribunas y los alrededores de la Kazan Arena.
Al ser anfitriones, los rusos no se pudieron quejar de las manifestaciones de cariño que les profesaron sus compatriotas durante todo el encuentro, desde caras pintadas hasta lágrimas de decepción, fueron la constante entre el público.
Pero los mexicanos nos se quedaron atrás, pues eran pocos pero muy ruidosos, y para buena fortuna ya sin el grito de ‘eh puto’ que tantos problemas le ha traído a la Federación Mexicana de Futbol.
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