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Germán Sánchez sueña con otra medalla olímpica

El clavadista tapatío habló en exclusiva con Publimetro: tiene ya dos preseas de plata (2012 y 2016), pero su sed de gloria no se apaga

Tiene dos medallas olímpicas en su carrera y se mantiene como el mismo joven humilde. Su carrera deportiva está plagada de éxito, pero el clavadista tapatío, Germán Sánchez no despega los pies del piso. Su hambre de triunfo no se apaga. Quiere más: sueña con sumar preseas a su historial en Tokio 2020.

El “Duva” como le dicen sus amigos, hace una pausa en su día. Toma asiento y platica en exclusiva con Publimetro. Habla de sus metas, de su pasado, pero sobre todo de su futuro. Mantiene la ilusión de igualar al célebre clavadista Joaquín Capilla, quien ganó cuatro medallas en tres distintos Juegos Olímpicos. Después de sus preseas de plata en Londres 2012 (sincronizados, plataforma de 10 metros) y Río de Janeiro 2016 (individual, plataforma de 10 metros), Germán no está lejos.

 

¿Cómo es tu vida después de dos medallas olímpicas, en qué ha cambiado?

— El que ya haya tenido una, me ayudó a saber el camino que vendría. Eso es lo que ha hecho que hoy mi vida no haya cambiado tanto. Sí se ha movido un poco en la parte de la fama. Pero también he aprendido que la fama así como llega, se puede ir. No es mi principal objetivo.

 

¿Cómo haces para mantenerte humilde?

— Simplemente así me enseñaron en casa. Eso es lo que mis padres siempre me demostraron. Mi papá siempre se ha preocupado por los demás. Y eso es lo que ahora está en mi persona, el siempre dar algo por los demás. Siempre tratar de ser buena persona, porque eso es lo más importante. Medallistas olímpicos y campeones mundiales puede haber muchos, pero que sean personas, no cualquiera. Trato de enfocarme más en eso.

 

¿Nunca sentiste, sobre todo después de Río de Janeiro, cuando la segunda medalla olímpica te puso en boca de todos, que se te llegó a mover el piso?

— Ponle que a lo mejor sí lo sentí. Si estaba en mí el decir “hoy tengo para hacer lo que sea”, pero también sabía que ese no era Germán. Estoy donde estoy y tengo la ayuda que tengo no por lo que he ganado, sino más bien por la persona. Eso ha hecho que tenga apoyo. Sabía que si empiezo con ese estilo de vida, lo puedo perder. Como todo chavo, he tenido mis momentos de locura o de “hoy yo invito”, pero sé que hay momentos.

 

¿Cómo se mantiene viva el hambre de triunfo cuando ya has alcanzado el éxito?

— Algo que me hizo querer más fue el verlo lejos. El ver que no estás y que hay otros en tu lugar. Eso es lo que día a día me motiva: la competencia y el ser mejor. Podría caer en un dilema, porque siempre digo que hay que disfrutar lo que haces y los resultados no importan, pero también he entendido que la competencia es parte de la vida y te hace ser mejor. Competir en un escenario mundial te hace vencer miedos y nervios. Yo creo que es más difícil ser un padre de familia y mantener un hogar, que pararte en un escenario de cinco mil personas viéndote. Así lo veo: el deporte es mi universidad de la vida. No estar en ciertos eventos es lo que hoy hace que tenga de nuevo esa hambre.

 

¿Esa hambre hacia dónde te lleva, cómo te ves en Tokio 2020?

— Me veo con menos presión, porque ya todos saben que tengo calidad, que sé trabajar, que no me hago chico ante ninguna adversidad. Demostrarle algo a alguien ya no necesito. Ahora los retos me los pongo yo mismo y está en mí si decido tener un ciclo olímpico cómodo o tener un ciclo olímpico de retos que me lleven a ser más grande.

 

Cuando eras aún más joven, me hablabas del sueño de igualar a Joaquín Capilla, que ganó cuatro medallas en tres Juegos Olímpicos. ¿Hoy qué tan cerca lo ves, después de dos preseas de plata en 2012 y 2016?

— Bueno, la verdad está la oportunidad de ganar hasta cuatro o cinco. Dependemos de muchas cosas. Está en mi mente el ir paso a paso. Hablando, cualquiera puede. Hay que demostrarlo. Creo que tenemos todo para lograr lo que el señor hizo. Ahí es donde creo que es válido el competir para tratar de ser mejor que alguien.

 

¿Esa tercera medalla es el objetivo para Tokio?
— Me atrevo a decir que tres o cuatro, porque está el individual, el sincronizado y posiblemente se hagan clavados mixtos. Eso es lo que hace diferente a un deportista que tiene ganas de seguir. Si mi meta fuera sólo competir, no gastaría mi tiempo, ni esfuerzo cada día como lo hago. Vamos por cosas grandes y eso es lo que mi entrenador siempre me ha dicho, pensaba que íbamos a aflojar el paso, pero no: todo lo contrario. Antes estábamos en ese proceso de enseñanza, nadie nace sabiendo cómo hacer clavados y ganar medallas.

 

Cuando hablas de ese sueño para 2020, te frotas las manos y sonríes. ¿Es porque te saboreas esa presea desde ahora? Se nota que eres alguien que disfruta lo que hace…

— Exacto. Es algo que he aprendido, que si no disfruto esto, pues ¿para qué estoy? Es algo que hablaba con mi psicólogo, tenía esa bronquita que a lo mejor lo hacía más por compromiso que por querer hacerlo. Pero hoy en día, el ganar ayudó a que esté más tranquilo y que diga “esto es lo que me gusta”. ¿Quién no quisiera estar en mis zapatos? Y yo que tengo la posibilidad, debo dar el máximo.

 

Hace tiempo también me platicabas que, por cuestión emotiva y no por importancia, habías disfrutado más la medalla de oro en los Panamericanos de Guadalajara 2011, que la olímpica de plata en Londres 2012. En Río de Janeiro 2016 fuiste subcampeón, pero en la prueba individual, ¿esa presea ya es la que más te sabe en tu carrera?

— Creo que ahora sí la de Río le quita el lugar a la de Guadalajara. En 2011 la gané con Iván (García, compañero en clavados sincronizados). Algo que me gustó de competir en Guadalajara es que me sentí en casa y algo que pasó en Río fue que la alberca se convirtió en México. Los brasileños que había ahí, más los mexicanos, empezaron a corear el nombre de México y eso empareja las cosas. Me encantó. Lo que sí te puedo decir es que Río fue como un sueño. Todavía tengo cosas en la mente, flashazos, todo se vive tan rápido y son tantas emociones que se te quedan. Todo lo que pasó en Río: que un día era el malo del cuento y al otro día era el príncipe. Tener cerca a mi familia haciendo oración por mí en esos momentos que tanto lo necesitaba, eso hace que Río ya le gane a los Panamericanos.

 

La última, Germán. Tú eres un hombre creyente, me lo has dicho muchas veces. Con lo que has hecho de carrera y lo que llevas de vida, si tuvieras la oportunidad de tener a Dios frente a ti, ¿qué le dirías?

— Le diría: gracias porque a pesar de mis errores, sigues estando conmigo. Eso es lo que le diría.

 

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