Señora, ¿qué opina usted de las selfies?
A mi me parecen muy divertidas. No sale uno lo mejor posible. Tiene uno que ser muy fotogénico para que salga bien. Pero el nombre tiene muchas implicaciones. Yo creo que es el síntoma de algo que estamos viviendo en la actualidad. Es parte de la realidad de todos los días y es parte también de una actitud. Selfie, self, tiene que ver con el individualismo, con el egoísmo, tiene que ver un poco con el narcisimo, pero también es divertido. A mi no me molestan las selfies. Cuando me las piden estoy de acuerdo.
Va llegando de viaje. Imparable siempre. ¿Le gusta?
Pues ya es un estilo de vida. A veces resulta muy estresante, desde luego cansado, pero por otro lado es muy estimulante. Me gusta sentir que estoy en circulación todavía. Me gusta porque es una forma de promover los libros que he escrito. Es una forma de estar en contacto con mis lectores. Es también una manera de estar en la vida, de estar prendida. Me divierte. Ya es una manera de ser.
Y ¿qué sucede cuando tiene esos pequeños espacios y respira?
Sí los tengo. Procuro tomarlos los fines de semana en Valle de Bravo. Los tomo con mi marido. Vamos al cine, vamos al restaurante a cenar. Con mis nietos, por supuesto. Tengo seis nietos a quienes les concedo demasiadas cosas. Soy muy consentidora, pero los disfruto enormemente. Me encanta el cine. En las noches puedo llegar a ver dos o tres películas. Oigo el radio en Francia, las noticias, leo. Me tomo esos momentos de libertad, de paz.
¿Alguna vez imaginó, en ese 1982, que su vida cambiaría de esta manera?
No, para nada (risas). Fue tan azaroso todo. El haber encontrado mi vocación fue muy azaroso, porque me presenté a la editorial del Uno Más Uno en agosto de 1982. Entonces estaba el taller de Elena Poniatowska y me presenté. Dije: “Aquí estoy, quiero escribir”. Acababa de participar en el concurso de un cuento; obtuve el segundo lugar. Hasta la fecha me pregunto: ¿cómo fue? ¿qué pasó?. Yo creo que había como un destino. Ya estaba escrito, tal vez. El caso es que mi vida cambió radicalmente gracias al periodismo y a la escritura.
Acaba de mencionar a Doña Elena (Poniatowska). Ahora Elenita es parte fundamental de su vida.
Absolutamente. Es un parteaguas en mi vida. Fue mi maestra casi dos años. Además su ejemplo, su contacto, nuestra amistad, me ha enriquecido mucho, me ha honrado de mil maneras. De hecho hay un libro que acabo de publicar que es un homenaje a Elena Poniatowska junto con otras mujeres. Las enseñanzas de Elena fueron determinantes en la vida de otras mujeres de las que hablo en el libro.
De hecho, la mitad del libro se lo dedica a Elena.
Sí, y yo creo que me quedé cortita. La segunda edición va a tener más textos, porque como sigue produciendo tanto, y recibiendo tantos premios, y provocándonos tantas alegrías, entonces va a estar corregido y aumentado.
Y además, una foto maravillosa de portada.
Ah, sí. Es linda esa foto. Es una fotografía de Bernardo Aja, un fotógrafo español que vino a México hace como cuatro años y tomó fotos a la “burguesía” mexicana, un poco en decadencia. Esa fotografía es muy simbólica porque fue el día en que murió un colega, compañero tanto de Elena como mío, Miguel Ángel Granados Chapa. Nos enteramos de su muerte y las dos estábamos muy impresionadas, muy tristes. Pero como ya teníamos cita con el español, no pudimos cancelar la cita y dijimos: “Órale, que venga la foto”. Pero hay algo de melancolía en esa foto que yo alcanzo a detectar muy bien.
Señora, viajemos un poquito más atrás. ¿Por qué “la tonta de la familia”?
(Risas). Porque mi mamá, yo creo, tuvo muchos hijos. Fuimos nueve en total. Y se impacientaba mucho y yo estaba muy distraída. Siempre fui mala en el colegio, muy dispersa. Y continúo siendo muy dispersa. Tenía una hermana, Soledad Loaeza, cuyos resultados eran inmejorables. Siempre estuvo becada. Y un hermano, que siempre estuvo en oratoria, muy buen estudiante. Entonces yo estaba en medio de estas dos lumbreras. Cuando hay esas etiquetas en las familias numerosas que les dicen: “tú eres la simpatica, tú eres la inteligente, tú eres la graciosa, tú eres la intellectual”; yo crecí con esa etiqueta de “muy simpática”, pero no buena para el colegio. Y uno lo asume, porque son etiquetas que nos ponen, lo cual no se debe de hacer. Entonces, pues sí, de alguna manera yo me sentía la tonta de la familia.
Y lo sufría.
Sí, claro que lo padecí. Me sentía devaluada, muy intimidada, había mucho bloqueo, mucha inseguridad. Entonces, claro que se padece. Son prejuicios. Fue algo que padecí, claro que sí.
Y ¿en qué momento viene esa transformación?
Pues yo creo que fue gracias a la escritura. Algo no embonaba en mi vida. Era Lupita, no Guadalupe. Ya desde el nombre. Fue el periodismo. El contacto con mis colegas. Tuve una relación sentimental con Miguel Ángel Granados Chapa que duró 15 años y me transformó, naturalmente. El divorcio. Muchas rupturas. Ese conflicto de identidad lo va uno resolviendo, ahora sí que con la “universidad de la vida” (risas). Hasta los 38 años. Muy tardío, ¿no?. A las mujeres nos cuesta mucho trabajo encontrar esa identidad. Bueno, Rosario Castellanos padeció la “no existencia”. Era un estado de ánimo muy especial, porque no se siente uno valorada, más bien muy devaluda. Yo creo que fue después de ya muchos libros. Me parece una historia ya muy lejana, pero sí triste. Hay que tener mucho cuidado con los niños de no calificarlos y darles la oportunidad de que se proyecten ellos mísmos.
Y ahora, con esa sonrisa que emana tantas cosas, Guadalupe Loaeza, después de esa “no existencia”, es una de las grandes de México.
(Risas). Pues llevo muchos años en esto, casi 34. Empecé en 82. Muchos libros, mucha constancia, no quito el dedo del renglón (risas). La escritura es eso. Cuando uno ve su nombre en negro sobre blanco, ya no hay retroceso. Siempre estoy hacienda muchas cosas. Me divierto mucho. La escritura me ha permitido conocer cantida de gente, viajar, estar en contacto con una barbaridad de lectores.
Todo comenzó con cartas. ¿Todavía las escribe?
A mi el género epistolar siempre me ha gustado mucho. Se puede expresar uno mucho a través de las cartas y a veces lo utilizo como una herramienta, como una forma literaria. La carta nos permite una cercanía con el destinatario y nos permite decir muchas cosas. Y sí, todo empezo por medio de cartas, porque yo estaba en Montreal, Canadá, estudiando. Luego me fui a París. Y mis amigas me decían: “Dicen mis papas que nos escribas más seguido porque leemos tus cartas los domingos”. Primero me sentí un poco balconeada, pero después me gustó la idea y comencé a tener más cuidado de mi lenguaje; quería contar más cosas, y yo creo que a partir de ahí me comenzó este gusanito de la escritura que me sedujo luego luego.
¿Cómo define hoy a México?
Nunca había visto tan mal a México. Nunca había tenido tan poco prestigio nuestro país en el extranjero. Es muy doloroso. Pasamos por un país corrupto, desobligado, el problema de obesidad, un país muy violento, muy inseguro. Es muy doloroso lo que nos está sucediendo actualmente.
¿México necesita de tragedias para unirse?
Pues son tomas de consciencia. Son situaciones muy confrontadoras. Sí, nos falta mucho ese espíritu cívico. Todavía nos falta mucho actuar como una sociedad democrática, como una sociedad participativa.Hemos pasado por tantas y tantas crisis que también nos ha formado como ciudadanos. Ahora las redes sociales son parte de estas expresiones ciudadanas. Las marchas que vemos, a veces muy violentas, pero ya tenemos más herramientas que las que solíamos tener. Hay mucho más libertad de expresión, hay más diarios. Tenemos muchas más opciones.
Las obsesiones de Guadalupe.
Uy, tengo muchas (risas). Desde mis nietos, que quiero verlos siempre. El cine, la música, mis amigas. Francia es una de mis obsesiones. Sin duda la literatura es otra. Tengo una vida muy intensa en ese sentido.
¿Guadalupe es una “niña bien”?
Ya ni tan bien, ni tan niña (risas). “La cruz de su parroquia” a veces uno no la puede ocultar. Tengo de pronto reacciones que no me dan mucho gusto. Son como atavismos. Soy un poquito pretenciosa. Me fijo mucho en el gusto de la gente, en su entorno. Cosas con las que crecí seguramente. Las lecciones de Doña Lola. Le doy importancia a cosas que realmente ni tienen. Salgo y me meto muy fácilmente.
¿De qué se ríe?
Uy, yo me río de muchas cosas. Procuro conservar el sentido del humor. Muy importante. Mis lectores no tienen sentido del humor. No sé por qué. Somos muy albureros, muy creativos en ese sentido, los caricaturistas; hay una tradición en el género de la caricatura en México, pero a mi me parece fundamental el sentido del humor. Básico. Es parte de una salud mental. Me río de los gobernantes, de las declaraciones de los políticos, de Gamboa Pascoe que se acaba él mismo mandar hacer una estatua de quién sabe cuántos metros. Me río de todo lo que nos pasa, de este surealismo en el que vivimos. Y me río de mí misma, que eso es fundamental.
Y ¿a qué le llora?
Ahorita estoy muy triste por México. Particularmente sensible. Me da mucha lástima México. Con tantos recursos, su historia tan rica, con poetas como Octavio Paz, pintores como Diego Rivera, Francisco Toledo, escritoras como Elena Poniatowska, jóvenes que les cuesta tanto trabajo entender lo que pasa en nuestro país. Es estar como en una especie de luto. Los 43 desaparecidos. La inseguridad. La corrupción. Me provoca mucho dolor. Me parece muy triste lo que nos pasa. Yo creo que le lloro a ese México que viví en mi adolescencia, en los cincuenta y sesenta. Era otro México.
El amor.
Es el antídoto de todo. Es vital. El amor a la familia, a los hijos, a la pareja. El amor a los amigos, a la patria. El amor en todas sus formas, en todas sus expresiones. Lea usted los grandes escritores universales, Shakespeare, por supuesto. Tolstoi. Dostoievski. El amor es lo único que nos mantiene vivos.
Dios.
Yo tengo mi forma de vivir a Dios, muy personal. Fui exalumna de un colegio de monjas. Dios es una necesidad. Algo muy personal, muy íntimo. Soy muy guadalupana. Me dirijo a su madre, básicamente, porque Él ha de estar muy ocupado (risas). Vivo mi religion a mi manera.
¿Cómo consiente a su esposo?
Uy, le platico mucho, lo hago reír. Compartimos muchas cosas, muchos gustos. La música, los viajes, la televisión. Disfrutamos de muchas series. Mi favorita ahorita es Downton Abbey. Muy bien hecha. Es espléndida. Los actores. Nos encanta Woody Allen, Fellini.
El rincón favorito.
La computadora (risas). La tablet. Ando últimamente con mi tablet, que verdaderamente no la suelto porque aquí me conecto con el mundo, música, películas. Estoy conectada con Francia. Me abre el mundo. Es una llave maravillosa.
La factura de Guadalupe. ¿Cómo va?
Yo diría que una buena novela, bien escrita, bien estructurada, que trascienda. Eso es mi factura.
¿Qué sigue para Guadalupe Loaeza?
Uy, tengo muchas cosas pendientes. Libros. De los cien años de la muerte de Porfírio Díaz, sobre mi familia. Y bueno, por supuesto el periodismo. En fin, soy periodista y creo que nunca dejaré de ser periodista. Gracias.
FICHA TÉCNICA
¿Quién es?
María Guadalupe Loaeza Tovar
Ciudad de México, 12 de agosto de 1946.
Profesión: Escritora y Periodista
La conoces por: Las niñas bien. Las yeguas finas. Las reinas de Polanco.
Actualmente: Colabora en el periódico Reforma.
@gloaeza
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