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Tecnologías nuevas utilizadas para señalar faltas ciudadanas

La polémica surgió cuando el city manager de la MH, mediante transmisiones en vivo, puso en evidencia a personas que violaron la Ley de Cultura Cívica

Mariana Gómez del Campo, PAN

Los gobiernos de PAN tienen la firme convicción de transformar positivamente la vida de los habitantes a través de una herramienta clave: la participación ciudadana. Nuestra visión implica cambiar al gobierno y al mismo tiempo contribuir a la construcción de ciudadanía, las redes sociales se han convertido en un elemento muy importante en esta tarea de comunicación.

La polémica surgió hace unos días cuando el city manager delegacional, al estilo de los llamados “supercívicos”, mediante transmisiones en vivo a través de la aplicación Periscope, ha puesto en evidencia a personas que al violar la Ley de Cultura Cívica o el Reglamento de Tránsito se han hecho acreedores a sanciones, los casos #LadyBasura y #LordMeLaPelas se han vuelto tendencia en las redes sociales.

Tanto Mucio Hernández, comisionado presidente del InfoDF, como Perla Gómez, titular de la CDHDF, se pronunciaron en días pasados sobre la necesidad de que la delegación salvaguarde el derecho a la protección de los datos personales de quienes son sorprendidos infringiendo las normas durante sus operativos. Señalaron que al realizar dichas transmisiones durante su horario laboral y en su carácter de servidor público está sujeto a las disposiciones de la Ley local.

El uso de las redes sociales ha generado un profundo impacto en la sociedad y también en las funciones públicas. Si bien es cierto que las conductas puestas en evidencia son dignas de condenarse, su publicación sin proteger la identidad de los infractores, vulnera el derecho humano a la protección de la identidad y a los datos personales reconocido por los artículos 6º y 16 de nuestra Constitución.

¿Debe prevalecer la privacidad sobre la transparencia en estos casos? ¿Es realmente auténtica la intención de difundir en redes el ejercicio de las funciones públicas? ¿Puede considerarse responsabilidad pública o una irresponsabilidad?

En mi caso, quisiera compartir que desde hace años he considerado al Internet y a las redes sociales como un pilar en mi trabajo político por ser una maravillosa herramienta para rendir cuentas. Siempre he buscado aprovechar las innovaciones como fue en 2008 cuando entró con fuerza Facebook, poco después Twitter y sus aplicaciones como Twitdoc que sigo utilizando para compartir iniciativas y documentos; o TwitCam que fue el antecedente de Periscope. La retroalimentación y el diálogo permanente me llevaron a construir mi slogan: #TeEscuchoYActúo.

He concebido que el respeto es el fundamento en ese diálogo, por eso es que considero que jamás se ha pensado en usar las redes y el Internet de forma invasiva, ni para dañar a alguien; estar cerca de temas que he combatido como el Acoso Escolar y sus derivaciones como el cyberbullying, me han permitido ver casos en los que es patente que la exposición masiva de situaciones personales puede llegar a generar daños irreparables.

Aplaudo que se quiera informar y demostrar  que el ejercicio de gobierno se puede hacer de forma transparente, debe buscarse que en ello no se afecte a terceros.

Reconozco el papel que ha hecho Xóchitl Gálvez desde hace años, desde la trinchera política y fuera de ella, siempre abanderando causas ciudadanas. Celebro que encabece una administración que desde el primer día se planteó superar las barreras y las limitadas facultades de las delegaciones para hacer más con menos, y que busque que los primeros en dar el ejemplo sean los funcionarios públicos.

Estoy segura que la vía más eficaz de construir ciudadanía es con el involucramiento de la población y su convencimiento con base en los beneficios que podemos obtener todos. Igualmente estoy firme en que el uso de las redes sociales debe darse con profunda responsabilidad. Lo que exigen los ciudadanos son funcionarios que cumplan de forma eficaz con su trabajo y que de manera permanente rindan cuentas.

Alejandra Barrales, PRD

Las redes sociales se han convertido en un termómetro que permite conocer el sentir de la sociedad. Por medio de ellas es posible saber qué opina la gente de determinado asunto, qué necesita y también qué le molesta. Para los funcionarios públicos, como nosotros, han sido un aliado permanente para tener contacto directo con los ciudadanos.

En fechas recientes se ha cuestionado la legalidad y legitimidad del uso de Periscope para que las autoridades denuncien abusos de ciudadanos. Se ha dado un debate interesante y plural que confirma que la Ciudad de México es escenario donde se ejerce la libertad de expresión, la apertura de ideas y la tolerancia.

Vivimos en una de las ciudades más grandes y conectadas del mundo, en ella convergen 5 generaciones, entre ellas, dos que pertenecen a los llamados nativos tecnológicos, que son los menores de 21 años y nacieron en pleno desarrollo de las nuevas tecnologías; mientras que el resto, cerca de dos terceras partes, somos migrantes tecnológicos, es decir, hemos crecido con y sin tecnología, nos ha tocado vivir la evolución de las llamadas TIC.

En 2001, Marc Prensky, acuñó ambos términos en su artículo “Nativos Digitales, Inmigrantes Digitales”, y ha advertido que para 2020, las personas en todo el mundo estarán conectadas a la AORTA (Acceso Siempre en Tiempo Real, por sus siglas en inglés).

Y tal vez no tengamos que esperar hasta la segunda década de este milenio, ya que las redes sociales nos permiten estar conectados, literalmente, con todo el mundo y en tiempo real.

La Ciudad de México es pionera en la discusión de los grandes temas. Somos ejemplo, para otros lugares, de una urbe que discute cómo adaptarse a la actualidad y la innovación. Enfrentamos todos los retos para seguir siendo una ciudad que avanza hacia el futuro.

Sin embargo, con la velocidad de nuestros tiempos surgen nuevos temas y el debate del uso de Periscope es parte de ello. No es un tema que podamos evadir, no vale esconder la cabeza pues, según la AMIPCI, el crecimiento de usuarios de Internet es imparable: entre 2006 y 2014 pasaron de 20.2 a 53.9 millones de usuarios. Además, la principal actividad en internet es el acceso a redes sociales (85%).

Internet y las redes son el escenario de lo público. Lo que sucede en las redes es lo que ven, padecen, viven y disfruta la mayoría de las personas.

La fuerza con la que las redes irrumpieron en nuestras vidas nos obliga a ser responsables en su uso. La inmediatez con la que suceden las cosas impide la posibilidad de un filtro que permita evitar abusos y errores.  

Son una poderosa herramienta, ya lo hemos visto, para exhibir abusos, intentos de cometer actos de corrupción y violación de las leyes, principalmente para los ciudadanos.

Sin embargo, las autoridades no podemos hacer de lado nuestras leyes y buscar sustituir las reglas y la obligación de que éstas se cumplan, con una denuncia en tiempo real. No se trata solo de exhibir, sino de que apliquemos la ley frente a cualquier abuso o violación de la ley. Nuestro compromiso debe ir más allá y tiene que ver con el fortalecimiento del Estado de Derecho.   

Nos toca hacer uso responsable de las TIC, fortalecerlas como canales de comunicación con los ciudadanos, espacios para el debate de y con la gente, herramientas de expresión de todas las personas. Que las redes sigan fortaleciendo la democratización de las comunicaciones y los políticos consolidando la aplicación de la ley, aprovechando las nuevas tecnologías, pero no caer en la tentación de la sustitución.

Ana Lilia Herrera Anzaldo, PRI

El uso de redes digitales para exponer las faltas ciudadanas, ha capitalizado el enojo y la frustración social frente al descuido de muchos y el franco abuso de otros, que se abrogan el derecho de poder cometer actos al margen de la ley.

El hartazgo frente a la impunidad y el reciente debate en torno a la figura del city manager como vigilante del cumplimiento de las leyes y reglamentos cívicos, ha puesto en la balanza la conveniencia o no de utilizar una herramienta tecnológica como Periscope para denunciar las faltas ciudadanas.

Hacer valer la ley es obligación de las autoridades, pero cumplirla es un deber ciudadano y las redes sociales no son la única manera de inhibir las conductas irregulares de unos y otros.

¿Cómo acabaremos no sólo con el auto mal estacionado o con la basura mal puesta? ¿Y cómo poner fin a otros ilícitos como alguna invasión ilegal, autorizaciones de uso de suelo al margen de la ley y permisos ilegales de construcción?

Como ciudadanos debemos aspirar a que este tipo de conflictos no ocurran, pues en un Estado de Derecho como en el que vivimos el pilar fundamental es el principio de legalidad.

Sin embargo, hoy se exige eficiencia y atención a la autoridad a cambio de un ambiente casi de impunidad por parte de la ciudadanía. No se trata de hacer cacería de brujas, pero sí se busca equidad de la democracia en donde gobernantes y gobernados ejerzan su papel de fuerzas correlativas para el buen funcionamiento de las leyes.

La ciudadanía se queja de la vigilancia de la autoridad, como si viviéramos en un mundo como el de la novela 1984 de George Orwell, cuando en realidad diversos sectores de la sociedad de alguna manera obstaculizan que se aplique la ley según lo marcado en ella, en acatamiento del propio mandato electoral de la sociedad.

Derivado de los hechos ocurridos, la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México ha recibido hasta el momento tres quejas en torno a estas acciones. El centro de la querella se enfoca al uso de imágenes de rostros de niños y personas que nada tienen que ver con las situaciones en falta que se graban.

Es una situación novedosa en la Ciudad de México, que ya ha sido puesta en práctica en otros países como Colombia, donde ha servido para cambiar algunas conductas sociales, sobre todo entre los automovilistas, pero la utilidad evidente de las redes sociales en ese sentido no ha sido absoluta en la búsqueda de cambios sustanciales.

Hoy autoridades y ciudadanos enfrentamos el reto de hacer valer la ley y cumplirla con respeto absoluto a los derechos fundamentales.

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