Josefina Vázquez Mota, la sobreviviente

Portarretrato

Los políticos viven siempre en la rueda de la fortuna; a veces están arriba, y a veces abajo. Pero no para Josefina Vázquez Mota, que a las siete mil revoluciones por minuto en las cuales vive, apenas si una montaña rusa empata su adrenalina.

Lleva nueve años de intensidad y le quedan cuando menos otros tres que serán iguales o más estresantes, justo el periodo en que estará al frente de la fracción del PAN en la Cámara de Diputados, que promete ser la principal caja de resonancia política durante los próximos meses. Lo sorprendente es su enorme capacidad, probada a lo largo de todos estos años, para sobrevivir, enfrentar las adversidades y reinventarse.

Vázquez Mota, economista y empresaria –su familia tiene acciones en la compañía de pinturas Comex–, comenzó su vida pública como articulista en El Financiero y El Economista, y un poco más adelante como comentarista de radio en el programa que hoy se conoce popularmente como el de Los Alebrijes. De la mano de Felipe Calderón llegó como diputada plurinominal a la primera Cámara de Diputados que iba a tener el recién electo presidente Vicente Fox, pero ni siquiera tuvo tiempo de respirar bien los aires de San Lázaro, pues la nombró secretaria de Desarrollo Social. No se debe haber imaginado en ese momento cuántos sapos habría de tragarse para, ambiciosa como es, seguir subiendo en su carrera política.

Desarrollo Social es una secretaría noble: reparte dinero y su titular, visto como benefactor, siempre es bien recibido en todos lados. Vázquez Mota, que se cuidaba y vestía como si fuera aristócrata –tenía un peinador de planta en su oficina–, no la pasaba del todo bien. Pero esa molestia clasista nunca quedó registrada, porque tenía una estupenda amistad con los medios –casi comadre de Carmen Lira, directora de La Jornada–, cooptó a intelectuales con asesorías de 100 mil pesos mensuales, y les pagó a sus críticos solicitándoles estudios por los cuales pagó millones de pesos. No era casual que su imagen como política sagaz crecía sistemáticamente. Como decía el legendario Fernando Gutiérrez Barrios: “Con dinero, todo es más barato”.

El gran escollo de Vázquez Mota fue la primera dama, Marta Sahagún, que a través de la Fundación Vamos México estaba construyendo una especie de supersecretaría de Estado meta constitucional, para asuntos relacionados con el desarrollo social. De manera natural se dio el choque entre las dos mujeres. Sahagún se metía constantemente en acciones de Gobierno que no le correspondían legalmente, y dislocaba las políticas públicas del gabinete de desarrollo social, que ella encabezaba. Pero cuando se le preguntaba sobre esas intromisiones, Vázquez Mota, siempre con una sonrisa que apenas despegaba de las comisuras, se guardaba para sí sus comentarios. La ambición desbordada de Sahagún la desbarrancó, y la prudencia política de la secretaria, tuvo recompensa.

Cuando Felipe Calderón obtuvo la candidatura presidencial, lo primero que hizo fue ofrecerle la coordinación de la campaña. Fue un desastre. La estrategia que diseñó tenía a Calderón 20 puntos abajo del puntero, Andrés Manuel López Obrador, y detrás del priísta Roberto Madrazo, seis meses antes de la elección. Calderón la removió y le entregó la conducción de la campaña a Juan Camilo Mouriño, quien la desplazó al tiempo en que su equipo –que hoy integra el círculo íntimo de Calderón en Los Pinos–, se encargó de destruirla en los medios. Vázquez Mota aguantó. Como sobrevivió, sus asesores políticos, en los que depositaba toda su confianza, le cantaban al oído: no hay duda, irás a la Secretaría de Gobernación, y de ahí a la presidencia en 2012.

Ingenua. Mouriño y sus chicos, la terminaron de despedazar. Calderón no se sumó al linchamiento de Vázquez Mota y la nombró secretaria de Educación, de lo que no sabía nada, y, aparentemente, tampoco le interesaba hacer nada en el sector, salvo frenar a la maestra Elba Esther Gordillo. Pero empezó muy mal. Producto de la alianza electoral entre el PAN y Nueva Alianza, Calderón tuvo que pagarle a Gordillo con cargos en el Gobierno, en el cual sobresalía la Subsecretaría de Educación Básica para su yerno, Fernando González, a quien por más que hizo para cansarlo, a través de ignorarlo y bloquearlo, nunca pudo lograr que se fuera. Calderón, por supuesto, siempre priorizó a la maestra sobre su secretaria.

Vázquez Mota se refugió en el ejercicio (spinning) y en el trabajo (citaba a reuniones a su equipo, en su casa, a las seis de la mañana), mientras sus relaciones con Los Pinos cada vez empeoraban más. Su apuesta, otra vez animada por sus asesores, es que ante lo que describían como la pobreza en el gabinete, si Mouriño era removido de Gobernación como parecía que sucedería en enero de 2009, ella podría llegar a Bucareli. Pero cuando murió Mouriño, se vio lo que pensaban de ella en Los Pinos. En el discurso para recordarlo, Calderón hizo la mayor descalificación que ha hecho hasta ahora sobre uno de sus colaboradores. Fue tan brutal, que la secretaria empezó a oler como cadáver político.

Pero una vez más, la coyuntura entró a su rescate. El creciente ascenso del poderío del gobernador Enrique Peña Nieto, hizo que el ex presidente del PAN, Germán Martínez, le ofreciera ir como diputada plurinominal. No serás la coordinadora, pues el cargo será para Francisco Ramírez Acuña, le dijo, pero podrás convertirte en una figura clave en la próxima legislatura. Vázquez Mota pensó mucho en qué hacer, y en la víspera de que se concretara, estaba decidida a quedarse en Educación, porque pensaba que era un movimiento para sacarla del gabinete. Un último empujón de Martínez y una plática con Calderón, la llevaron a aceptar la propuesta. Querían minar a Peña Nieto y le encargaron las elecciones en el Estado de México. El PAN perdió bastiones, municipios emblemáticos, y lo borraron de tierras mexiquenses, con todo y Vázquez Mota, quien, otra vez, sobrevivió.

Junto con Martínez, Calderón la llamó a cuentas a Los Pinos, y parecía la reedición de su muerte política. Pero la valoración sobre los resultados fue que la crisis económica tuvo un impacto determinante en el electorado, y le reconocieron que había trabajado muy fuerte, mientras que Ramírez Acuña se durmió en la complacencia. Perdió las elecciones en Jalisco, que eran su responsabilidad y se peleó con el gobernador Emilio González Márquez, a quien acusó de la derrota y le armó un motín panista. En plena indisciplina, en la negociación sobre el nuevo liderazgo del PAN, se sumó a los opositores a César Nava. Consumó el suicidio y Vázquez Mota, que otra vez se había tragado sapos, volvió a emerger.

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