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Joven, negro, pobre: ellos son las víctimas de homicidio en Fortaleza

Capital Criminal es un viaje por siete ciudades de los siete países más violentos de América Latina: Brasil, Venezuela, Colombia, Honduras, El Salvador, Guatemala y México

Estas siete ciudades concentran un 34 por ciento de los asesinatos que se cometen en todo el mundo. Esta serie no es otro ránking sobre tasas de homicidios. Es una investigación del proyecto En Malos Pasos de Dromómanos e Instinto de Vida con VICE News para entender por qué y cómo se mata en nuestras calles.

Primera parada: Fortaleza (Brasil)

Hablan de sobrevivir. De sus infancias. De los muertos que han visto. Están en un salón de clases. En las paredes hay varios dibujos: un árbol de la vida, un joven negro. Hablan Vítor Pereira (19 años), Jacqueline Márques (22 años), Carolina Ximénes (15 años) y Suyanne Oliver (24 años). Todos viven en Bom Jardim, una de los zonas más peligrosas de Fortaleza, la capital más violenta de Brasil, el país con mayor número de homicidios del mundo. Entre 2007 y 2014 murieron asesinadas en esta área 1.200 personas. El asesinato se ubica en una periferia llena de baches y graffitis que los traficantes usan para marcar su territorio y dejar sus amenazas. Ellos crecieron aquí.

— Hace unas semanas, iba caminando y alguien dejó las piernas de un cuerpo en una esquina. Me asomé. Tenía curiosidad. Después me fui a casa.

—Cuando era niño, había tanto tiroteo que mi familia ponía el colchón en el suelo y nos tirábamos ahí para no recibir una bala perdida.

—Ya perdí un amigo que murió así. Me asusté mucho. Estuve un año con el trauma, hasta que vi otro y otro y otro y otro.

—Si los cuento todos, han muerto unos ocho amigos.

—¿Cuántos amigos míos murieron? Unos cinco que quería mucho, que eran cercanos. Todos de la periferia.

— Empezaron vendiendo droga, metiéndose con personas que no los llevaban a ningún lado. Se involucran con el traficante o con la mujer… o no pagan la cantidad que se llevaron de droga y los matan.

—A veces la única forma de sustentar a la familia es a través de la droga.

—Un vecino que vivía en mi calle murió por deberle cinco reales (1.5 dólar) a un traficante.

— Yo he visto morir unas tres personas. Mi primo, mi vecino y un colega de la escuela, que también estaba en las drogas. Usaba, no pagaba…

—La realidad no juega. Alguien que escoge eso tiene dos caminos: presidio o cementerio.

—Cuando vi que la gente muere por miserias de dinero, supe que yo no quería eso.

—Te acostumbras a la muerte de los amigos. Tú ya sabes que al vivir en la periferia eso va a pasar de nuevo.

—Cuando mi primer amigo murió teníamos 16 años. Cuando éramos niños, jugábamos en la calle. Era muy activo, siempre hacía bromas. Cuando yo me enfoqué en mis estudios y dejé de vivir en la comunidad, él cambió por completo. Ya tenía tatuajes, hablaba con una jerga que yo no entendía, no lo reconocía. Él decía: «no tengo trabajo, no tengo estudios, tengo que ayudar a mi familia». Era avionzinho, significa que te llevas una cantidad pequeña y vas distribuyendo poco a poco. Nunca pagaba porque él usaba. No daba lucro para el tráfico. Le dijeron que si no pagaba todo, iba a morir. Él rezaba para que no pasara, pero no había nada que hacer.

—El tráfico solo avisa una vez. Llega, te amenaza y te dice que si no pagas tal día, ya sabes…

—La primera vez que vi un muerto estaba en un teléfono público. Llegaron en un carro, le apuntaron, así bien cerca, como si fuese aquí al lado, y le dieron un tiro: PAAAAH. Yo me quedé paralizado. Tenía 11 años.

—A mi mamá le dispararon del otro lado de la calle. Un tipo, primo de un colega, se estaba peleando con otro por una empanada. Yo era niño. Fui a recoger un hamster a casa de un amigo y estaba esperándolo afuera con mi mamá. Estábamos en la esquina, en la pared. Y pasaron esos tipos, peleando, hasta que escuché un tiroteo. Y de repente mi mamá cayó en el suelo. Tenía un tiro en la espalda. Fui a llamar a mi tía. Un tipo llevó a mi mamá al hospital. Todo el mundo me culpó porque había salido a la calle. No salí más de casa hasta que tuve 15 años. Sólo iba a la escuela.

—A mi mamá también le dispararon. Ella venía de la iglesia con mi tía. Se metió dentro de un fuego cruzado. Los avionzinhos le decían que saliera, pero ella no entiende la forma del hablar de los traficantes. Continuaron caminando. Mi mamá solo sentía como pasaban las balas. Recibió una en el tendón. Todavía la tiene dentro.

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Crédito: Vice

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