VICE

Siguió el ejemplo de Bart Simpson y subastó su alma en Mercado Libre por 2,050 pesos

Diego Urdaneta de Vice cuenta como fue el proceso para vender una hoja de papel por internet

No tener dinero nos pone creativos. Hay pocas cosas más eficientes para pensar en soluciones que jamás hubiéramos contemplado de otra manera. Y es que estar rotos nos da una sensación de libertad que nos devuelve a nuestro estado más primitivo y básico: en mi caso, no pensé en vender un riñón o algo así, no soy tan valiente y además no tengo esos contactos en el mercado negro.

Después de llegar a la conclusión de que nunca había visto el alma de absolutamente ninguna persona, o le había encontrado algún uso real a la mía, decidí venderla. Es lo más inútil que tengo en el cuerpo después de mi pierna izquierda. Creo firmemente que todos debemos comulgar con todo lo que haga Bart Simpson, y que si él vendió su alma a Milhouse, definitivamente es una buena y brillante idea.

Siguiendo la increíble idea de Bart Simpson, busqué una hoja en mi trabajo y escribí «El alma de Diego Urdaneta», para validar que, sin lugar a dudas, esa hoja era mi alma. Le tomé unas fotos para atraer a la mayor cantidad de gente posible, e hice lo que cualquier persona hace cuando no tiene dinero y decide salir de alguna cosa que tenga en su recámara y ya no use: venderla en Mercado Libre.

Publiqué mi alma en una subasta de una semana que comenzó en un peso. Al ganador le ofrecía enviar mi alma, enmarcada y bien bonita, además de una autorización que diría que la persona ganadora de la subasta era la dueña de mi alma y podía usarla como quisiera. Siendo totalmente sincero, no esperaba obtener respuestas tan rápidas y claras, pero a los pocos minutos de publicar en mis redes sociales el anuncio sobre la venta de mi alma, poco a poco empezaron a llegar ofertas: 20 pesos, 60 pesos, 70 pesos.

Los días de la semana de la subasta fueron lentos y bonitos. Me sentí absurdamente querido, como protagonista de una novela de Televisa. Todos repentinamente querían una parte de mí y yo sólo podía sonrojarme, darle click al link de la subasta y ver obsesivamente como cada peso que aumentaba mi alma me hacía sentir mejor. Era como si liberara una gran cantidad de endorfinas al ver que para la gente, mi alma tenía mucho más valor monetario con el pasar de los minutos y horas. Algo parecido a cuando subes una selfie y los likes van superando los minutos que lleva la foto subida. Lo más cercano a un paraíso online. Viva el internet.

Conforme pasaron los días, comenzaron a hacer preguntas muy raras en la publicación de la venta de mi alma, como era de esperar. Algunos me pedían que pusiera una copia de mi credencial electoral, una fotografía mía reciente y las huellas de mis dedos llenas de sangre (miedo). Además, esa persona me ordenaba no ofrecerle mi alma al diablo —nunca se la ofrecí— porque él ya tenía muchas almas, que fuera serio y pusiera un precio final por mi alma.

También me ofrecieron cambiarla por un juego de cubiertos de plata al cual le faltaba un tenedor, pero, ¿qué chingados iba a hacer con cubiertos de plata? También hicieron preguntas sobre envíos internacionales, bendiciones de Dios e insinuaciones sexuales. La verdad no tenía la más mínima idea que la gente pudiera ofrecer sexo por un alma.

A medida que iban terminando los días de la subasta, el precio de mi alma subía y subía. Ya faltando menos de una hora iba por 2,050 pesos. En un país donde el salario mínimo ronda los 80.04 pesos al día, recibir esa cantidad por mi alma me ponía en una situación un poco incómoda. Justo el último día de la subasta, recibí una solicitud de mensaje en mi Facebook personal un poco rara.

Era de una tal «Hermana Peque», escribiéndome preocupada y explicándome lo que, según ella, era realmente el alma, y más o menos contándome la seriedad de lo que yo estaba haciendo. Me habló sobre lo preocupada que estaba mi mamá y lo muy dolida que iba a estar si se enteraba. En ese momento le escribí a mi mamá y me comentó que estaba comiendo un chocolate mientras veía Velvet, su serie de Netflix favorita, así que aquí la hermana Peque no tenía razón.

También me dijo que Dios me amaba y me preguntó si pertenecía a alguna logia y que me notaba algo nervioso. Bien raro. Le dije que estaba feliz por el dinero que iba a ganar, y me contestó que ofertaría una Santa Misa, porque ya Dios pagó por mí. Pero sin lugar a dudas mi parte favorita fue cuando me dijo que Lady Gaga había ido con un sacerdote muchas veces para que la liberara.

Ya luego, me comentó que conoce a un sacerdote que podría ayudarme. Me dio su Facebook (al parecer el Facebook es muy importante en el mundo cristiano) y lo contacté. El Padre se llama Andrés, y después de hacerme unas preguntas, me citó en el confesionario de la Parroquia Sagrada Familia para hablar sobre la venta de mi alma.

Llegué a la cita con el Padre en la iglesia. Al entrar, sentía que todas las personas me miraban raro, como si supieran algo, y la vibra era muy pesada, aunque para ser sincero jamás me han gustado las iglesias. Ya con el Padre Andrés, pasamos a una especie de cuarto justo al lado de donde los demás sacerdotes dan la misa. Me invitó a sentarme: «cuéntame, Diego». Le comenté que estaba vendiendo mi alma porque tenía una emergencia económica y que no le veía un uso útil. Al escucharme decir esto, el Padre, con un acento bastante raro, empezó a hablarme de teología como si estuviéramos en una clase de la materia. Me habló sobre lo que para el cristianismo es el alma, y la verdad me aburrió muchísimo.

Le pregunté qué pasaría si terminaba vendiendo mi alma. «Hay personas que han vendido el alma con algún brujo y han tenidos muchos problemas. Tienen luego que hacer un proceso largo para librarse de las consecuencias. Eso que hicieron para pedir algo al brujo: riquezas, dinero, amor o fama, afecta de muchas maneras y no te las voy a decir, pero te advierto. Te advierto que esto puede llevarte a perder la vida. En base a mi experiencia, lo que creo y conozco, te aconsejo firmemente que no te expongas a algo que no entiendes, no comprendes y que puede ser demasiado riesgoso para ti». Le di las gracias al Padre y un apretón de manos sincero.

Al revisar mi cuenta de Mercado Libre vi que la subasta de mi alma había terminado oficialmente en 2,050 pesos. Me llegó el mail, contacté al ganador y acordamos que era mejor que se la enviara por correo.

Enmarqué mi alma, la empaqué y le dije adiós en la sucursal de correos bastante feliz. No hubo tristeza o sentimiento de que algo «faltaba» en mi cuerpo, si no ansiedad de recibir una gran cantidad de dinero por algo que, hasta ese día de mis 28 años, no había utilizado. ¿Saben cuántas cervezas puedo comprar con 2,050 pesos? Alrededor de 200.

Pienso que lo más importante de haberme quedado sin alma, es ver el valor —real o no real— que le dan las personas. Por parte del mundo católico me sorprendió un chingo ver cómo representantes claves —la hermana y el padre— asumieron que efectivamente, por obra y arte de magia, mi alma estaba depositada en una hoja de papel sólo porque yo lo decidí. ¿Acaso el alma no está dentro de nosotros? ¿Qué poder puedo tener yo, un ser humano con muchas deudas por pagar, para tomar una de las claves de todo lo que se basa el cristianismo (el alma) y decidir por azar que una hoja de papel que estaba en mi oficina automáticamente se convirtiera en mi alma? Hubiera sido mejor decir que mi teléfono era mi alma, ya que ahí obviamente iba a tener más sentido y credibilidad.

DV Player placeholder

Tags


Lo Último

Te recomendamos