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“Hace que me sienta sucio”: personas cuentan por qué no usan el Metro de la CDMX

Este miércoles se cumplen los primeros 50 años de existencia del Metro, un medio de transporte lleno de historias

En un lugar como la CDMX, el metro parece la decisión más acertada si quieres llegar a algún lugar a tiempo. El tráfico en automóvil es absurdo y terrible; muchas veces haces más tiempo en un taxi que caminando.

Sin embargo, alrededor de 5.3 millones de personas al día usan el metro de la Ciudad de México, por lo que en algunas ocasiones puede ser un dolor de cabeza. La gente empuja, no dan paso, se amontonan y te pueden robar fácilmente. Por este tipo de causas, podrías pensarlo dos veces antes de decidir tomarlo.

Para conocer a fondo las razones, hablamos con algunas personas que no utilizan el metro de la CDMX.

No soporto tener a gente tan cerca de mi cuerpo

Desde pequeño, sentir que estoy frente a frente con otras personas me causa mucha ansiedad. Creo que el único momento donde puedo soportar esto es cuando me toca jugar futbol con mis amigos o algo así. Los olores, el sudor, y el aliento de las demás personas cerca de mí hace que me sienta sucio y hasta ahogado. El metro de esta ciudad siempre está lleno; han sido muy pocas veces en mi vida que lo he tomado. Prefiero caminar, o si la distancia es absurdamente grande pues tomo un taxi. Tengo suerte que mi trabajo me queda a no más de cuatro cuadras, entonces la verdad no tengo por qué tomar el metro. La última vez que lo tomé fue con muchos amigos y en la noche, para ir a un concierto. Todo bien porque no había casi nadie en los vagones y cada quién tenía su espacio personal. Si fuese así siempre, pues lo tomaría a diario. Siempre me mantengo alejado de lugares que están llenos de tanta gente. —Manuel, 28.

No sé moverme en transporte público

La verdad no tengo mucha idea de cómo moverme. Nunca entendí muy bien las indicaciones del metro. Traté de usar metro, metrobús, pero me costaba mucho entender las conexiones y rutas. Siempre terminaba perdiéndome y decidí que no era para mí. Viví cinco años en Santiago de Chile, y solamente lo usé el primer mes que estuve allá por la misma razón. Perdía más tiempo ubicándome que yendo a mi destino. Acá en la CDMX es peor. Me parece que tienen un desmadre y es sumamente difícil entender todas las rutas. Si te distraes, puedes terminar llegando al lugar más culero de la ciudad, solamente por no haberte bajado en donde te tocaba. —Carlos, 30 años.

Es muy inseguro y siento que me acosan

Cuando lo he usado, siento que todas las personas están mirándome o saben que no uso mucho transporte público. No sé si es mi cara de miedo que me delata. A mi mejor amigo lo han asaltado un par de veces en los vagones, entonces no veo sentido en usarlo por ahorrarme dinero, cuando existe la posibilidad real de que me roben mi teléfono o bolsa. Recuerdo que cada vez que iba sola, los hombres me miraban mucho y la verdad es que me ponía un poco paranoica y sentía que en cualquier momento podía pasar algo. Por eso dejé de usarlo y prefiero que mis padres o mi novio me den un aventón al trabajo, o a veces me voy caminando y sale mejor. —Tatiana, 28 años.

Me sentía de mal humor cada vez que lo usaba

Me gusta estar lo más presentable posible, y cuando tenía la costumbre de usar el metro, o se me pegaba el olor de toda la gente que lo usaba o salía desarreglada luego de pasar quince minutos apachurrada con decenas de personas. La neta es que cada vez que terminaba mi ruta —ocho estaciones—, pues salía del vagón de mal humor o sintiéndome mal. No creo que sea una buena idea comenzar tu jornada laboral con ese humor. Decidí comprarme un coche y aunque sale caro, pues me siento mucho mejor y ya jamás uso el metro. —Claudia, 27 años.

La única vez donde me robaron fue en un vagón

Nunca me habían robado en mi vida, y sé que quizás he tenido suerte pero siempre trato de estar lo más pendiente posible cuando estoy caminando en la calle. Trato de evadir situaciones en las cuales pueda tener algún tipo de riesgo. Hace par de años saqué una cantidad importante de efectivo del banco, y lo guardé en mi billetera. Me subí al metro, y en cuestión de minutos se presentaron situaciones «raras» en los vagones. Me distraje un poco y a lo que me tocaba bajarme me di cuenta que mi chamarra estaba rota y no tenía mi billetera. Me habían robado carteristas; le dije a las autoridades pero no se pudo hacer nada. Quizás me siguieron del banco, o qué se yo, pero luego de esa ocasión jamás he vuelto a tomar el metro. —Jorge, 28 años.

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