Mientras millones de personas en el mundo condenan las agresiones en Ucrania y hacen un llamado a la paz, existen otros grupos que siempre son beneficiados en un conflicto de este tipo: los gigantes de la defensa mundial, que ‘silenciosamente’ están ganando miles de millones de dólares con la guerra.
Para Peter Bloom, profesor de Gestión de la Universidad de Essex, en Reino Unido, y especialista en la fuerte relación entre la mercantilización económica y el autoritarismo político, uno de los temas de los que poco se habla sobre la actual guerra en Ucrania es el casi medio billón [en español, traducido de trillion en inglés] de dólares (496 mil 462.50 millones de dólares estadounidenses) de la industria de defensa que suministra las armas a ambos bandos, y los sustanciales beneficios que obtendrá como resultado.
“El conflicto ya ha visto un crecimiento masivo del gasto en defensa. La Unión Europea anunció que compraría y entregaría 450 millones de euros en armas a Ucrania, mientras que Estados Unidos ha prometido 350 millones de dólares en ayuda militar que se suman a las más de 90 toneladas de suministros militares y 650 millones de dólares sólo en el último año”, explica Bloom.
Creo que esto muestra cómo estas amenazas a la paz no terminarán hasta que encontremos formas de desmilitarizar económicamente de forma multilateral. Eso significa cuestionar y sancionar directamente los beneficios de la polifacética industria bélica y autoritaria, al tiempo que se encuentran formas de reinvertir públicamente en el desarrollo económico real, la sostenibilidad medioambiental y el bienestar social.
— Peter Bloom, profesor de Gestión de la Universidad de Essex, en Reino Unido
En conjunto, Estados Unidos y la OTAN han enviado 17 mil armas antitanque y dos mil misiles antiaéreos Stinger, por ejemplo. Una coalición internacional de naciones también está armando voluntariamente a la resistencia ucraniana, incluyendo al Reino Unido, Australia, Turquía y Canadá.
La guerra en Ucrania ha traído un gran beneficio para los mayores contratistas de defensa del mundo. “Por citar sólo un par de ejemplos, Raytheon fabrica los misiles Stinger y, junto con Lockheed Martin, los misiles antitanque Javelin que suministran países como Estados Unidos y Estonia. Las acciones de ambos grupos estadounidenses, Lockheed y Raytheon, han subido alrededor de un 16% y un 3%, respectivamente, desde la invasión, frente a una caída del 1% en el S&P 500″, explica Bloom.
Por otro lado, BAE Systems, la mayor empresa de defensa del Reino Unido y Europa, ha subido un 26%. De los cinco principales contratistas del mundo por ingresos, sólo Boeing ha caído, debido a su exposición a las aerolíneas, entre otras razones.
No sólo Ucrania y Rusia gastan en armas
Para el profesor Bloom, las empresas de defensa se están beneficiando de varias maneras. “Además de vender directamente armas a los bandos enfrentados y suministrar a otros países que están donando armas a Ucrania, van a ver una demanda adicional de naciones como Alemania y Dinamarca, que han dicho que van a aumentar su gasto en defensa”, publica en el sitio The Conversation.
La industria armamentística en general tiene un alcance global. Estados Unidos es fácilmente el líder mundial, con el 37% de todas las ventas de armas de 2016 a 2020. Le sigue Rusia con un 20%, seguida de Francia (8%), Alemania (6%) y China (5%).
“Más allá de los cinco principales exportadores también hay muchos otros beneficiarios potenciales en esta guerra. Turquía ha desafiado las advertencias rusas y ha insistido en suministrar a Ucrania armas, incluidos drones de alta tecnología, lo que supone un gran impulso para su propia industria de defensa, que suministra casi el 1% del mercado mundial. Y con Israel disfrutando de alrededor del 3% de las ventas mundiales, uno de sus periódicos publicó recientemente un artículo que proclamaba: ‘Un ganador temprano de la invasión rusa: La industria de defensa de Israel’”.
En cuanto a Rusia, ha estado construyendo su propia industria como respuesta a las sanciones occidentales que se remontan a 2014. El gobierno instituyó un programa masivo de sustitución de importaciones para reducir su dependencia del armamento y la experiencia extranjera, así como para aumentar las ventas al exterior. Ha habido algunos casos de licencias continuas de armas, como la del Reino Unido a Rusia por un valor estimado de 3,7 millones de libras, pero esto terminó en 2021.
Como segundo mayor exportador de armas, Rusia se ha dirigido a una serie de clientes internacionales. Sus exportaciones de armas cayeron un 22% entre 2016-2020, pero esto se debió principalmente a una reducción del 53% en las ventas a la India. Al mismo tiempo, aumentó drásticamente sus ventas a países como China, Argelia y Egipto.
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¿La solución? No tan fácil de encontrar
“Lo que comparten Occidente y Rusia es un profundo complejo industrial militar. Ambos confían en sus enormes industrias armamentísticas, las habilitan y se ven influidos por ellas. Si el objetivo final es la desescalada y la paz sostenible, es necesario un proceso serio para atacar las causas económicas de esta agresión militar”, comenta Bloom.
Está claro que no hay una respuesta fácil y que no se producirá de la noche a la mañana, pero es imperativo que reconozcamos como comunidad internacional que una paz duradera es imposible sin eliminar en la medida de lo posible la fabricación y venta de armas como industria económica lucrativa.
3 PREGUNTAS CON
Peter Bloom, profesor de Gestión de la Universidad de Essex, en Reino Unido.
En guerras y conflictos como los que estamos viendo actualmente en Ucrania, las grandes empresas de defensa siempre parecen ser las ganadoras. ¿Cómo se comparan los beneficios del actual conflicto con los percibidos en guerras anteriores?
La respuesta corta es que en este momento es demasiado pronto para saberlo. Sin embargo, esto forma parte de una tendencia más amplia en la que los contratistas de defensa siguen beneficiándose de los conflictos militares mundiales y contribuyendo a su escalada. Por ejemplo, se ha informado de que desde el 11 de septiembre de 2001, sólo Estados Unidos ha gastado 14 billones de dólares [traducido de trillones en inglés], de los cuales entre un tercio y la mitad se han destinado a estas empresas privadas. Ya estamos asistiendo a un crecimiento masivo del gasto militar de la UE en armamento como resultado de esta invasión, lo que refleja lo lucrativa que sigue siendo la guerra para la industria de la defensa y su incentivo para continuar indefinidamente y expandirse por todo el mundo.
Recuerde a nuestra audiencia cómo funciona el mercado mundial de armas. ¿Cuál es la relación de las empresas proveedoras con los gobiernos de sus respectivos países?
La relación entre los fabricantes de armas y los gobiernos es muy diversa. A menudo se realiza a través de la contratación directa por parte de los gobiernos de empresas privadas (normalmente en un proceso no competitivo) como es normal en EU, pueden ser apoyadas por estrategias de sustitución de importaciones por parte de los gobiernos donde se benefician de inversiones directas y estrategias de exportación coordinadas públicamente como es el caso de Rusia, o bien contratan de forma independiente con diferentes gobiernos extranjeros.
La industria armamentística mundial no ha permanecido estática; al contrario, parece estar en movimiento. ¿Qué escenario podemos esperar a corto, medio y largo plazo? ¿Seguirán obteniendo beneficios de estos conflictos mundiales?
La industria armamentística mundial siempre está innovando y expandiéndose. En la actualidad, siguen sacando provecho del armamento militar convencional junto con el apoyo logístico general que supone suministrar a los ejércitos alimentos, asistencia sanitaria, procesamiento de datos e incluso la construcción de infraestructuras tras la invasión. Sin embargo, un área clave de crecimiento es la capacidad de desarrollar tecnologías inteligentes que puedan servir no sólo para atacar a los enemigos sino para reprimir la oposición interna. Por eso sostengo que estamos pasando de un “conflicto industrial militar” tradicional a un “complejo financiero autoritario” del siglo XXI.