Las sonrisas e ilusiones de los niños cambiaron a partir del 9 de enero de 2015, cuando el gobierno de México promulgó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) un paquete de reformas a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente y de la Ley General de Vida Silvestre, las cuales obligaron a los circos a retirar de sus espectáculos a los animales.
Ocho años después de que la iniciativa promovida por el Partido Verde Ecologista de México (PEVM) se aplicara, se sabe que el destino de algunos animales fue el abandono, la tortura y/o el sacrificio, pues los santuarios y zoológicos en la república no tenían la capacidad suficiente —en espacio o financiera— para atenderlos.
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Por otro lado, los circos evolucionaron y, los que se adaptaron a esta nueva era siguen vigentes con espectáculos acrobáticos, payasos, faquires y cualquier otra destreza humana sobresaliente para impresionar al público, pero los elefantes, leones, changos o camellos solo quedan en el ideario de los que alguna vez los llegaron a ver en el escenario.
El destino de los animales
Para cuando entró en vigor la iniciativa del Verde, se tenían censados mil 284 animales silvestres dedicados al espectáculos, por lo que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), a través de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), comenzó un operativo para “rescatar” a estos especímenes de los circos e integrarlos a las poblaciones de zoológicos y santuarios.
Sin embargo, no todas las instituciones receptoras poseían las capacidades para poder atender dignamente a los animales; además, como algunos viven de donativos, con la llegada del Covid-19 a México —en febrero de 2020—, las condiciones se prevaricaron, pues el flujo de recursos se redujo por la crisis económica que implicó el virus.
Del otro lado del espectro, algunas otras fundaciones siguen contando con financiamientos y, en consecuencia, los animales rescatados están bien. En este punto, cabe destacar que algunos animales tuvieron que ser sacrificados, ya sea por el deterioro físico que tenían, por malformaciones genéticas que se manifestaron con el pasar del tiempo o porque no encontraron albergue.
De acuerdo con la Semarnat, sólo 11 animales murieron después del rescate masivo; cuatro en 2015 y siete en 2016; sin embargo, Teresa Moreno, responsable del enlace entre la Secretaría y los empresarios encargados del rescate, dijo a Milenio que “no más 300 están vivos”, esto quiere decir que las muertes entre animales llegarían a un aproximado de 900.
En una pieza informativa, Grupo Milenio publicó que la funcionaria estima que el 80% de los ejemplares está muerto o en condiciones “no favorables”.
Un informe de la asociación Animal Héroes sostiene que la Semarnat canalizó, por lo menos, 110 animales al santuario Black Jaguar White Tiger, 94 al Parque Tizayocan y 17 en el Bioparque de Convivencia Pachuca, pero no todos estos casos son ejemplos de éxito.
Para 2022, el caso de Black Jaguar White Tiger acaparó la atención nacional, pues la Profepa ordenó el rescate de algunos felinos que se encontraban en muy mal estado. Al respecto, algunos influencers y medios de comunicación señalaron de negligente a Eduardo Serio, presidente del santuario, por lo que exigieron que las autoridades lo castigaran.
No obstante, el zootecnista afirmó que las imágenes que se viralizaron (en las que se muestran a los grandes felinos en un estado de deterioro), atienden a una serie de factores que se acumularon y se agudizaron durante la pandemia de Covid-19.
Serio explicó que Black Jaguar White Tiger era un santuario sin fines de lucro que vivía de sus donativos, por lo que, al llegar la pandemia a México, los donadores dejaron de contribuir económicamente, lo que precarizó el estilo de vida de los animales en el refugio. Al respecto, especificó que el flujo de recursos se redujo en un 70% y agregó que no le pidió dinero al gobierno.
Otro factor que destacó y que casi no se divulgó fue la simetría genética de los especímenes que llegaron, pues éstos descienden de las mismas parejas que llegaron a México hace décadas, por lo que las malformaciones genéticas por endogamia suelen manifestarse en diferentes etapas del desarrollo del animal.
Como si esto no fuera suficiente, también acusó el pésimo estado con el que llegaron los animales a su santuario y reconoció el sacrificio de algunos.