La Ciudad de México fue escenario de la primera marcha antigentrificación este 4 de julio, una manifestación que, lejos de concluir en paz, terminó en insultos y destrozos a comercios.
El trasfondo de esta protesta está ligado a un creciente malestar social ante conductas irrespetuosas por parte de algunos extranjeros que visitan o residen en México, y que han sido ampliamente difundidas en redes sociales. Estos casos han encendido el debate sobre el impacto cultural y social del turismo y la migración privilegiada.
La creciente presencia de extranjeros en la Ciudad de México y otras zonas turísticas del país ha generado un fenómeno conocido como gentrificación, que no sólo encarece los servicios y la vivienda, sino que también plantea desafíos de convivencia cultural.
¿Organilleros, “el sonido más molesto de México”?
El trasfondo de esta tensión ha sido alimentado por diversos casos recientes que han indignado a la opinión pública. Uno de los más notorios fue el de la modelo estadounidense Breanna Claye, quien llamó a los organilleros, una figura tradicional del paisaje urbano de la capital, “el sonido más molesto de México” y los calificó como “contaminación auditiva”.
El comentario generó tal revuelo que Claye fue despedida de su agencia de modelaje en México y posteriormente publicó un video pidiendo disculpas, alegando desconocer la importancia cultural de los organilleros. Sin embargo, antiguos tuits con comentarios xenófobos hacia los mexicanos agravaron aún más su imagen pública.
Rechazo a las tradiciones: de Vallarta a Mazatlán
El caso de Claye no es el único. En Puerto Vallarta, el dueño del restaurante tradicional Gaby’s denunció que un grupo de extranjeros, presuntamente estadounidenses, intentaron clausurar su negocio alegando que la música mexicana en vivo afectaba su “calidad de vida”. La situación encendió las redes sociales y provocó muestras de apoyo al restaurante por parte de la comunidad local.
En Mazatlán, Sinaloa, también se vivió un episodio similar cuando turistas extranjeros exigieron la regulación de la música de banda por considerarla molesta. La respuesta de la comunidad no se hizo esperar: residentes locales se manifestaron frente a hoteles turísticos en defensa de esta expresión musical profundamente arraigada en su identidad regional.
“Rentando” espacios públicos
Otro caso que generó indignación ocurrió durante el eclipse solar de 2024 en Durango, cuando una extranjera supuestamente rentó un mirador público y prohibió el acceso a los habitantes locales.
El hecho fue interpretado como una apropiación indebida de un espacio común, una metáfora poderosa de cómo se percibe el avance de la gentrificación en varias zonas del país.
Violencia y desdén: el caso de Joan Serra en Mérida
La indignación escaló aún más con el caso del ciudadano catalán Joan Serra Montagut, quien fue detenido en Mérida, Yucatán, después de agredir verbal y físicamente a una empleada en una cafetería local. Serra Montagut, conocido por impartir charlas sobre espiritualidad, irrumpió en el negocio, amenazó de muerte a la trabajadora y destruyó objetos del local. El episodio fue grabado, viralizado en redes y condenado ampliamente. Tras el incidente, el agresor cerró sus cuentas sociales y se mantuvo escondido hasta su arresto, en medio de un fuerte operativo policial.
Estos casos reflejan una tensión creciente y alimentan la percepción de que algunos extranjeros llegan a México sin voluntad de integrarse ni de respetar la cultura local.
La marcha del 4 de julio, pese a su desenlace desafortunado, pone sobre la mesa una conversación urgente: cómo equilibrar la apertura al mundo con la protección de la identidad cultural y el bienestar social de las comunidades locales.