El documento de Alternativas advierte una «contracción de los DDHH» y constata una voluntad real de un nuevo contrato social
MADRID, 18 (EUROPA PRESS)
Las protestas de 2011 en Marruecos durante la ‘Primavera Árabe’ trajeron una nueva Constitución para el país y un mayor peso para el Gobierno frente al tradicional rol hegemónico del rey Mohamed VI, que sin embargo comenzó a revertirse a partir de 2013 y que la pandemia y las últimas elecciones ha terminado por afianzar, con una regresión autoritaria en el país.
Esa es la principal conclusión del informe ‘Marruecos y el cambio de ciclo: en busca de un nuevo pacto social y de nuevas legitimidades’ elaborado por Alfonso Casani, de la Universidad Complutense de Madrid, y Beatriz Tomé-Alonso, de la UNED, y publicado por la Fundación Alternativas, afín al PSOE.
La nueva Constitución dio «un mayor peso al Gobierno, a través de la elección del presidente de la lista más votada y la reducción de los ministerios de soberanía», pero desde finales de 2013 «hemos sido testigos de un gradual retorno a la hegemonía de la monarquía sobre el poder ejecutivo».
«Tras un momento de apertura político y mayor protagonismo de los actores políticos y sociales en el marco de las protestas de 2011, la recuperación del protagonismo del rey en los asuntos políticos muestra una tendencia de retroceso democrático y desmantelamiento de los avances inicialmente conseguidos», subrayan los autores.
«La centralidad de Palacio se traduce en una debilidad del Parlamento y de los partidos políticos, cada vez menos apoyados por la población y marginados por las nuevas élites tecnócratas», explican, incidiendo en que las últimas elecciones parlamentarias de septiembre pasado «confirman esta tendencia».
CONSECUENCIA DE LAS ELECCIONES
Los comicios suponen «el cierre de la ventana de oportunidad que se abrió en 2011 para los partidos islamistas en la región» y en este caso concreto para el Partido Justicia y Desarrollo (PJD), al frente de los dos gobiernos surgidos de las elecciones de 2011 y 2016.
Esto, junto a la victoria de Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI), al que los autores consideran «oficialista», supone «la reconfiguración tanto del espacio de gobierno como del espacio de la oposición institucional».
El PJD ha llevado a cabo una renovación en sus filas que ha traído de vuelta como líder a Abdelilá Benkirán, una figura «carismática» que busca reconectar con su electorado, y que tiene ante sí el reto de hacer que el partido siga «siendo la fuerza capaz de canalizar el descontento popular en las instituciones y de encabezar el espacio de la oposición institucional».
Entretanto, el RNI, «viejo conocido de la política marroquí» y su líder y primer ministro, Aziz Ajanuch, pasan a convertirse en el «elemento central de la nueva gobernanza marroquí, que se apoya sobre las élites tecnocráticas para hacer frente a la crisis de legitimidad que atraviesan las instituciones, especialmente entre los jóvenes».
DETERIORO DE LOS DDHH
Por otra parte, los autores ponen de relieve que en los últimos años se ha registrado un «creciente deterioro de la situación de los Derechos Humanos» en el país y una «constricción de las libertades de reunión, asociación, expresión y manifestación».
En este tiempo, también ha habido «protestas por parte de la población, concentradas, especialmente, en las áreas periféricas del país» y que tienen su origen principalmente en la persistencia de las desigualdades, pero también en los elevados datos de paro, la pervivencia de la economía informal o la corrupción.
A esto ha venido a sumarse la pandemia de COVID-19, a la que Marruecos respondió con rapidez con el cierre de fronteras y cuyas consecuencias se han intentado paliar con distintas medidas. En este sentido, subrayan los autores, «la gestión de la pandemia se ha traducido en un fortalecimiento del papel político de Palacio, en detrimento de la acción del gobierno».
EL REY REINA Y GOBIERNA
«Esta reacción se enmarca en la concepción de Marruecos de una ‘monarquía ejecutiva’, en la que el rey no solo reina, sino que también gobierna, y muestra una práctica habitual en Marruecos, por la que el rey, rodeado de los ministros de soberanía y de los cargos tecnócratas de la administración, fortalece su papel en el proceso de toma de decisiones en los momentos de crisis, menoscabando las funciones del Parlamento o los partidos políticos», resumen.
Por ello, «las grandes reformas y planes estructurales para el futuro del país han sido todos ellos anunciados por el rey Mohamed VI a través de distintas alocuciones al pueblo» y no por el Gobierno, resaltan, citando entre otros «el lanzamiento de un programa nacional para la recuperación económica» o la «generalización de la cobertura sanitaria», medidas con las que se busca «un nuevo contrato social».
La profesora Irene Fernández-Molina, experta en Marruecos de la Universidad de Exeter, coincide en esta lectura de la situación en el reino alauí. «El PJD ha cumplido su función, la función subalterna que se le adjudicó en 2011 (…) ha sido amortizado y ahora lo que parece abrirse es un nuevo ciclo de consolidación autoritaria» con un «hombre fuerte del rey» al frente del Gobierno, ha comentado durante la presentación del informe.
MAYOR ASERTIVIDAD MARROQUÍ
Por otra parte, los autores también constatan en el informe una mayor «asertividad marroquí en su acción exterior» y también su «voluntad de diversificar las alianzas internacionales», por ejemplo con su regreso a la Unión Africana en 2017.
En este sentido, inciden en la importancia del restablecimiento de relaciones con Israel a cambio del reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental por parte de Estados Unidos con Donald Trump aún en la Casa Blanca, que se ha concretado en distintos acuerdos y medidas, aunque sin «renunciar al rol de mediador entre Israel y Palestina».
Además, «la cuestión del Sáhara, piedra angular de la política exterior marroquí, vuelve a la primera línea, si alguna vez se fue, tras los acontecimientos de los últimos meses», señalan los autores, que resaltan igualmente la «reactivación del patrón de rivalidad entre Marruecos y Argelia».
Esa mayor «asertividad» marroquí ha sido la que ha quedado de manifiesto con la crisis diplomática con España, opinan los autores, que defienden que ante la voluntad de Marruecos de que más países reconozcan la marroquinidad del Sáhara «España ha de mantenerse en el consenso internacional –y europeo– sobre la búsqueda de una salida al conflicto dialogada y en el marco de Naciones Unidas».
En lo que se refiere a la tensión entre Marruecos y Argelia, subrayan que «son dos socios mediterráneos clave» y consideran que «España podría apoyar las iniciativas de diálogo y comunicación entre ambos países al tiempo que evita ser alcanzado por las desavenencias magrebíes».