En abril, la policía federal brasileña irrumpió en el helipuerto de un hotel costero del estado de Río de Janeiro, donde detuvo a dos hombres y una mujer que estaban subiendo a un helicóptero una carga de billetes bien empaquetados: 7 millones de reales, equivalentes a 1.3 millones de dólares.
Los detenidos dijeron a la policía que trabajaban para G.A.S. Consulting & Technology, una empresa de inversión en criptomonedas fundada por un ex mesero convertido en multimillonario y que es la figura central de lo que supuestamente es una de las mayores estafas piramidales de la historia de Brasil.
La policía dice que la compañía propiedad de Glaidson Acácio dos Santos, de 38 años, tuvo transacciones totales por un valor de al menos 7 mil millones de dólares desde 2015 hasta mediados de 2021 como parte de una estafa piramidal tipo Ponzi, en la que se usaron bitcoins, que prometía a los inversionistas un 10% de rendimiento mensual.
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En cientos de páginas de documentos obtenidos, la policía y los fiscales federales y estatales acusan a dos Santos de dirigir un tinglado complejo para defraudar a miles de pequeños inversionistas que creían que se estaban enriqueciendo con la fuerte apreciación del bitcoin.
Ahora dos Santos se encuentra en una cárcel de Río a la espera de un juicio por cargos que incluyen extorsión, delitos financieros y ordenar el asesinato o intentar asesinar a dos competidores comerciales. Sigue siendo investigado por el intento de asesinato de un tercer competidor.
Dos Santos ha afirmado repetidamente que es inocente. Sus abogados no respondieron a las solicitudes de comentarios hechas por los periodistas de The Associated Press.
A pesar de los cargos, dos Santos representa un héroe excepcional para sus seguidores. Muchos lo ven como un hombre modesto de raza negra cuyo negocio poco ortodoxo con bitcoins los hizo ricos al aprovechar un sistema financiero que consideran que está manipulado por las élites blancas adineradas.
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El caso también subraya el rápido crecimiento del apetito por las criptomonedas en Brasil, donde años de crisis económica y política han convertido a las monedas digitales en un escudo atractivo frente a la depreciación del real brasileño y la inflación de dos dígitos.
El fervor por el bitcoin fue muy alto en Cabo Frio, una ciudad turística de unos 230 mil habitantes, donde G.A.S. tenía su sede. A medida que aumentaron los ingresos de G.A.S., enriqueciendo a los primeros participantes del esquema, surgieron empresas que buscaron sacar provecho imitando su ejemplo. A ello siguió una ola de violencia relacionada con las criptomonedas.
Con tantos supuestos esquemas piramidales, Cabo Frio llegó a ser conocido como el “Nuevo Egipto”. Y como el mandamás de la ciudad, dos Santos fue apodado el “Faraón del bitcoin”.
La policía dice que dos Santos comenzó a comerciar con bitcoins en 2014, después de dejar su trabajo como mesero. Reclutó clientes de la Iglesia Universal del Reino de Dios, donde una vez se formó como predicador, prometiendo bonos de referencia a quienes trajeran nuevos reclutas, dicen las autoridades.
En un comunicado, la Iglesia Universal acusó a dos Santos de “acosar y reclutar” a pastores y sus fieles para que se unieran a su empresa.
Para 2017, dos Santos estaba ganando mucho dinero y atrayendo la atención de las autoridades. Ese año, las transacciones de su empresa sumaron 10 millones de reales (1.8 millones de dólares), 15 veces más que el año anterior. La unidad de inteligencia financiera del país también se percató de que la empresa, registrada como restaurante, comerciaba regularmente con criptomonedas en plataformas de intercambio en línea.
Los fiscales dicen que la presunta estafa funcionaba así: los clientes depositaban su dinero en cuentas bancarias administradas por socios gerentes. Luego, el dinero se transfería a dos Santos o a su esposa venezolana, Mirelis Yoseline Diaz Zerpa, quienes entonces se lo embolsaban, compraban bitcoins y otras criptomonedas, así como activos financieros tradicionales, o les pagaban a otros miembros del esquema.
A los clientes se les prometió un retorno mensual del 10 % sobre sus inversiones en contratos de 12 a 48 meses, pero no poseían los bitcoins que les dijeron que G.A.S. compró con su dinero. Además, se les aseguró, el negocio estaba libre de riesgos: recuperarían toda su inversión inicial al final del contrato.
A medida que crecía la fiebre de bitcoins, dos Santos se estaba convirtiendo rápidamente en una celebridad en Cabo Frio.
“Si él hubiera querido postularse para alcalde, incluso para gobernador, habría ganado”, admitió Gilson Silva do Carmo, de 52 años, una de las presuntas víctimas de dos Santos.