Las organizaciones internacionales trabajan en programas de apoyo frente a una enfermedad marcada por la desinformación
MADRID, 5 (EUROPA PRESS)
El ébola ha sido tradicionalmente una enfermedad asociada a todo tipo de supersticiones. Para muchos supervivientes, la desinformación ha supuesto empezar una vez curados una segunda batalla por la reintegración social, a expensas a veces de convencer a sus familias y comunidades de que no representan ya ningún peligro ni para sí mismos ni para nadie.
Agencias de la ONU, ONG y autoridades locales han ido tejiendo a lo largo de estos últimos años una red de apoyo con la que evitar daños colaterales al margen de los sanitarios. No en vano, la experiencia adquirida en los últimos brotes y la mejora de aspectos como la vacunación han permitido reducir la tasa de mortalidad frente al ébola, por debajo ya del 50 por ciento, lo que implica que sube también la proporción de supervivientes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) observa la evolución tanto clínica como psicológica de los pacientes curados, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) colabora en el acompañamiento psicosocial posterior al alta y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) se encarga de la ayuda alimentaria, como explica a Europa Press el coordinador del programa de ayuda a supervivientes en la oficina de la OMS en República Democrática del Congo (RDC), Brys Busanga.
A este país corresponden la mayoría de los últimos brotes de ébola detectados, incluido el más reciente, que la OMS dio por concluido a mediados de diciembre tras once casos y seis víctimas mortales. Sólo en los últimos dos años se han registrado cuatro brotes en territorio congoleño, tres ellos en la zona de Kivu Norte, en el noreste del país africano.
Durante las fases «interepidémicas», entre un brote y otro, hay «una disminución de la estigmatización» para quienes han salido vivos del ébola. Busanga explica que esta mala imagen vuelve con cada reaparición del virus, por lo que reconoce la necesidad de trabajar en todo momento para evitar las cargas sociales. La información y la pedagogía son clave.
La psicóloga Phoebe Zueya Yonkeu, que en 2019 trabajó precisamente en la respuesta a un brote en República Democrática del Congo, advierte de que contagiarse de ébola ya es en sí una «experiencia traumática», por lo que coincide con Busanga en la necesidad de una intervención psicosocial que empieza incluso dentro de los centros de tratamientos.
Esta intervención no sólo pasa por explicar al propio paciente la situación por la que está atravesando, sino también a su entorno más directo. «Cuando una persona viene a visitar a algún paciente con ébola a un centro de tratamiento hablamos con ella y le explicamos qué es el ébola», cuenta Zueya Yonkeu.
ASESINADA POR SU MARIDO
La OMS trabaja ya en una encuesta que permita conocer de primera mano cuáles son las necesidades de los supervivientes, pero en general quienes han trabajado sobre el terreno han podido constatar que para muchos de ellos volver a la vida anterior no es una opción.
El ébola sigue siendo una enfermedad «traída por gente blanca» o «demoníaca» en aún demasiados contextos, por lo que la reinserción socieconómica se complica. «Si trabajas para alguien que no cree en el ébola, vuelves y ya no tienes trabajo. No te aceptan», señala la psicóloga de MSF en una entrevista a Europa Press.
Busanga señala igualmente que perder el empleo es relativamente común, al igual que lo es para algunos niños poder retomar las clases. En este sentido, afirma que «la integración está a veces condicionada a la presentación de un documento que acredite que (el enfermo) no constituye ningún peligro», que no hay riesgo de contagio.
La situación se repite de puertas para adentro, en el propio hogar. Zueya Yonkeu recuerda con pesar el caso de una mujer que acudió a un centro de tratamiento a espaldas de su familia y que, cuando volvió curada a su casa, «murió de una paliza de su marido». El hombre creía que su propia esposa era víctima de poco más que una maldición.
Además, también para el estigma hay clases. «Cuando eres una persona popular, te aceptan más», aunque sea «la misma enfermedad», como explica Zueya Yonkeu. Así, los líderes de la comunidad pueden tener cierta ventaja a la hora de integrarse de nuevo en sus grupos que otros supervivientes sin tanta exposición frente a sus vecinos.
«POCO A POCO»
El responsable de la OMS invita a la sociedad a «acompañar a los supervivientes en su integración en la sociedad: en la escuela, en el mercado, en el trabajo, etcétera». Sí reconoce, no obstante, que es necesario estar vigilantes, ya que el virus puede permanecer aún en el cuero varios meses y, por ejemplo, las relaciones sexuales deben ser seguras.
«Cambiar la mentalidad de la gente lleva tiempo», admite la psicóloga de MSF, que no obstante celebra que se hayan ido dado pasos «poco a poco» y que exista un consenso a la hora de atajar esta lacra, tanto por parte de las organizaciones internacionales como de las autoridades locales, eslabón también de esta particular cadena.