MADRID, 16 (EUROPA PRESS)
Durante al menos seis meses después de la vacunación contra la COVID-19, los anticuerpos producidos por las células inmunitarias se vuelven cada vez mejores y se dirigen con mayor precisión contra el coronavirus, según un estudio sobre la respuesta de los anticuerpos a la vacuna de Pfizer-BioNTech realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis (Estados Unidos).
La idea de que los anticuerpos aumentan en calidad a medida que disminuyen en cantidad no sorprenderá a los inmunólogos. El proceso fue descrito en animales por los inmunólogos de la Universidad de Washington Herman Eisen y Gregory Siskind en 1964. Pero esta nueva investigación, publicada este martes en la revista científica ‘Nature’, es el primero que rastrea en detalle la maduración de la respuesta de los anticuerpos en las personas.
Los resultados sugieren que la disminución de los niveles de anticuerpos en los meses posteriores a la vacunación representa principalmente un cambio hacia una respuesta inmunitaria sostenible. Producir grandes cantidades de anticuerpos consume mucha energía. El sistema inmunitario no puede mantener un nivel de actividad tan elevado de forma indefinida, por lo que pasa gradualmente a producir cantidades más pequeñas de anticuerpos más potentes.
Según los investigadores, incluso niveles bastante bajos de anticuerpos seguirían proporcionando cierta protección contra la enfermedad, siempre y cuando el virus no cambie.
«Si el virus no cambiara, la mayoría de las personas que recibieran dos dosis de esta vacuna estarían en muy buena forma. La respuesta de anticuerpos que vimos es exactamente lo que esperaríamos de una respuesta inmune robusta. Nunca pensamos que seis meses después de esa segunda inyección, muchas personas seguirían mejorando activamente la calidad de sus anticuerpos. Para mí, eso es notable. El problema es que este virus sigue evolucionando y produciendo nuevas variantes. Así que los anticuerpos mejoran en el reconocimiento de la cepa original, pero por desgracia el objetivo sigue cambiando», comenta el autor principal, el doctor Ali Ellebedy.
Las células inmunitarias que producen anticuerpos son de la familia de las células B. El seguimiento de la respuesta de los linfocitos B en todas sus etapas -desde el inicio, pasando por el pico de producción de anticuerpos, hasta la aparición de células de memoria que pueden producir rápidamente nuevos anticuerpos la próxima vez que el cuerpo se encuentre con el mismo virus- requiere tomar repetidamente muestras de partes del cuerpo a las que puede ser difícil acceder.
En diferentes etapas del proceso, los miembros clave de la familia de células B se encuentran en la sangre, los ganglios linfáticos y la médula ósea. La obtención de células B de los ganglios linfáticos es un reto técnico que implica el uso de ultrasonidos para localizar minúsculas estructuras inmunitarias llamadas centros germinales dentro de los ganglios linfáticos. La obtención de una muestra de médula ósea implica la inserción de una aguja en el hueso pélvico.
Los investigadores recogieron sangre de 42 participantes y muestras de ganglios linfáticos de 15 antes de que cada persona recibiera su primera dosis de la vacuna contra la COVID-19 de Pfizer-BioNTech y en las semanas tres, cuatro, cinco, siete, 15 y 29 posteriores. Los investigadores también obtuvieron muestras de médula ósea de 11 participantes 29 y 40 semanas después de la primera dosis de la vacuna.
Ocho personas proporcionaron los tres tipos de muestras, lo que permitió a los investigadores seguir el desarrollo de la respuesta de anticuerpos a lo largo del tiempo en esos individuos. Ninguno de los ocho había sido infectado con el virus que causa la COVID-19, por lo que sus respuestas de anticuerpos se debieron enteramente a la vacunación.
Los investigadores descubrieron que las células B dirigidas contra el SARS-CoV-2 persistían en los centros germinales de todos los participantes durante meses. Incluso seis meses después de la vacunación, 10 de cada 15 personas seguían teniendo células B en sus centros germinales. Los centros germinales son como campos de entrenamiento en los que las células B se entrenan para fabricar anticuerpos de mayor calidad.
Cuanto más tiempo pasen las células B en los centros germinales, más potentes serán sus anticuerpos. Se pensaba que los centros germinales sólo duraban unas semanas, por lo que encontrar estos campos de entrenamiento de células B en la mayoría de las personas tanto tiempo después de la vacunación fue una sorpresa, dijo Ellebedy, y una indicación de una fuerte respuesta de anticuerpos que continuó madurando y mejorando.
De hecho, seis meses después de la vacunación, los anticuerpos eran notablemente mejores que al principio. En una serie de experimentos, los investigadores descubrieron que sólo el 20 por ciento de los primeros anticuerpos se unían a una proteína del virus. Seis meses después, casi el 80 por ciento de los anticuerpos de los mismos individuos se unían a la proteína viral.
«Cuando se observan los anticuerpos, la cantidad no debe ser la única preocupación. Los anticuerpos a los seis meses pueden ser menos en cantidad, pero son mucho mejores en calidad. Y ese perfeccionamiento de la respuesta de los anticuerpos se produce por sí solo. Te pones la inyección, puede que te duela el brazo durante un día, y luego te olvidas de ello. Pero seis meses después tus centros germinales siguen en marcha y tus anticuerpos siguen mejorando», apunta Ellebedy.
La calidad de los anticuerpos, por supuesto, se mide con respecto al virus original que se utilizó para diseñar la vacuna. Si una nueva variante es lo suficientemente diferente de la original, puede ser capaz de escapar a los anticuerpos antes poderosos. Ellebedy y sus colegas han comenzado a estudiar los efectos de los refuerzos específicos de las variantes en la respuesta de los anticuerpos a la vacunación.
«Todo cambia cuando aparece una nueva variante. Hay que volver a entrenar el sistema inmunitario. Es como actualizar el software antimalware para asegurarse de que es compatible con los nuevos virus informáticos que circulan. Esto no significa que el antiguo software fuera malo. Sólo significa que ya no es completamente compatible con los virus que va a encontrar», remacha Ellebedy.