MADRID, 25 (EUROPA PRESS)
La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, ha condenado este jueves a Rusia por informes «creíbles» que apuntan a una toma de rehenes en la central eléctrica de Chernóbil, en el norte de Ucrania, cuyo control estaría ya bajo las Fuerzas Armadas de Rusia.
«Estamos indignados por los informes creíbles de que los soldados rusos están reteniendo actualmente al personal de las instalaciones de Chernóbil como rehenes», ha resaltado Psaki en rueda de prensa, agregando que «es obviamente increíblemente alarmante».
Así, ha hecho hincapié en que «esta toma de rehenes ilegal y peligrosa, podría poner en peligro los esfuerzos rutinarios de los funcionarios (que son) necesarios para mantener y proteger las instalaciones de residuos nucleares».
Por otro lado, un alto funcionario del Departamento de Defensa ha asegurado que el objetivo final de Moscú al invadir Ucrania es «decapitar al gobierno» e instalar un gobierno respaldado por Rusia en Kiev, según recoge el diario estadounidense ‘Politico’.
ATAQUE A CHERNÓBIL
Las Fuerzas Armadas de Rusia se hicieron este jueves con el control de la central nuclear de Chernóbil, situada en el norte de Ucrania y escenario del mayor desastre atómico del mundo en 1986, según ha reconocido el Gobierno ucraniano.
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, había advertido en su cuenta de Twitter del inicio de la ofensiva, sin entrar en detalles. «Las fuerzas de ocupación rusas están intentando capturar la central de Chernóbil», denunció el mandatario.
El Gobierno aseguró que las tropas rusas entraron desde la vecina Bielorrusia, país que sufrió especialmente las consecuencias del desastre nuclear, según ha informado la agencia ucraniana de noticias Unian.
Un asesor del Ministerio del Interior, Anton Gerashchenko, advirtió de que, en caso de que sufra daños la instalación donde se almacenan los desechos nucleares, el material radioactivo podría extenderse también por países de la Unión Europea.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció en la madrugada del jueves una «operación militar» en el este de Ucrania, días después de haber reconocido la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk. En respuesta, Ucrania rompió las relaciones con Moscú.