MADRID, 2 (EUROPA PRESS)
Durante mucho tiempo se pensó que el famoso yacimiento de Stonehenge servía como un antiguo calendario, dada su alineación con los solsticios.
Ahora, una investigación ha identificado cómo podría haber funcionado este calendario solar de 365,25 días calibrado por la alineación de los solsticios.
Los nuevos hallazgos sobre la historia del círculo de piedra, junto con el análisis de otros sistemas de calendario antiguos, llevaron al profesor Timothy Darvill a echar un nuevo vistazo a Stonehenge. Su análisis, publicado en la revista ‘Antiquity’, concluye que el lugar fue diseñado como un calendario solar.
«La clara alineación solsticial de Stonehenge ha llevado a la gente a sugerir que el sitio incluía algún tipo de calendario desde el anticuario William Stukeley –recuerda en un comunicado el profesor Darvill, de la Universidad de Bournemouth (Reino Unido)–. Ahora, los descubrimientos han puesto el tema en foco más claro e indican que el sitio era un calendario basado en un año solar tropical de 365,25 días».
Un dato crucial es que investigaciones recientes han demostrado que los sarsen de Stonehenge se añadieron durante la misma fase de construcción, alrededor del 2500 a.C. Procedían de la misma zona y posteriormente permanecieron en la misma formación. Esto indica que funcionaron como una sola unidad.
Por ello, el profesor Darvill analizó estas piedras, examinando su numerología y comparándolas con otros calendarios conocidos de este periodo. Identificó un calendario solar en su disposición, sugiriendo que servían como representación física del año que ayudaba a los antiguos habitantes de Wiltshire a llevar la cuenta de los días, las semanas y los meses.
«El calendario propuesto funciona de forma muy sencilla. Cada una de las 30 piedras del círculo de sarsen representa un día dentro de un mes, dividido a su vez en tres semanas de 10 días cada una», explica el profesor Darvill, y añade que las piedras distintivas del círculo marcan el comienzo de cada semana.
Además, se necesitaba un mes intercalado de cinco días y un día bisiesto cada cuatro años para que coincidiera con el año solar. «El mes intercalado, probablemente dedicado a las deidades del lugar, está representado por los cinco trilitones en el centro del sitio –continúa Darvill–. Las cuatro piedras de la estación fuera del Círculo de Sarsen proporcionan marcadores para anotar hasta un día bisiesto».
Así, los solsticios de invierno y de verano estarían enmarcados por los mismos pares de piedras cada año. Uno de los trilitos también enmarca el solsticio de invierno, lo que indica que podría ser el año nuevo. Esta alineación solsticial también ayuda a calibrar el calendario: cualquier error en el recuento de los días sería fácilmente detectable, ya que el sol estaría en el lugar equivocado en los solsticios.
Un calendario así, con semanas de 10 días y meses extra, puede parecer inusual hoy en día. Sin embargo, calendarios como éste fueron adoptados por muchas culturas durante este período.
«Este tipo de calendario solar se desarrolló en el Mediterráneo oriental en los siglos posteriores al 3.000 a.C. y se adoptó en Egipto como calendario civil en torno al 2.700 y se utilizó ampliamente al inicio del Reino Antiguo, alrededor del 2.600 a.C.», explica el profesor Darvill.
Esto plantea la posibilidad de que el calendario que sigue Stonehenge pueda provenir de la influencia de una de estas otras culturas. Los hallazgos cercanos apuntan a esas conexiones culturales: el arquero de Amesbury, enterrado en las cercanías en torno al mismo periodo, nació en los Alpes y se trasladó a Gran Bretaña en su adolescencia.
El profesor Darvill espera que futuras investigaciones puedan arrojar luz sobre estas posibilidades. El ADN antiguo y los artefactos arqueológicos podrían revelar conexiones entre estas culturas. Sin embargo, la identificación de un calendario solar en Stonehenge debería transformar la forma en que lo vemos.
«El hallazgo de un calendario solar representado en la arquitectura de Stonehenge abre toda una nueva forma de ver el monumento como un lugar para los vivos», dijo, «un lugar en el que el calendario de las ceremonias y los festivales estaba conectado con el propio tejido del universo y los movimientos celestes en los cielos».