Se han visto mensajes en redes sociales que claman por la paz, una foto de un dirigente opositor ruso asesinado, un editorial de diario que le exige al presidente Vladimir Putin que “detenga esta guerra”.
En momentos que las fuerzas rusas bombardean las ciudades ucranianas, estos sentimientos tal vez no causen sorpresa, pero sí quienes los expresan: son los rusos adinerados, multimillonarios que mantienen lazos estrechos con el Kremlin.
La invasión rusa de Ucrania ha estremecido a la comunidad global de rusos ricos ante sanciones que ponen en peligro sus mansiones en Londres, sus yates en el Mediterráneo y las matrículas de sus hijos en escuelas privadas europeas de élite.
Algunos han empezado a expresarse tímidamente, aunque podría no bastar para poner fin a la guerra o proteger sus fortunas occidentales.
“Son pasos muy cautelosos, pero uno ve que están pensando en el futuro y tratando de salvar lo que puedan”, comentó Elisabeth Schimpfössl, autora del libro “Rich Russians” (rusos ricos).
En su discurso del Estado de la Unión, el presidente estadounidense Joe Biden advirtió el martes a los oligarcas que “juntamente con nuestros aliados europeos hallaremos e incautaremos sus yates, sus apartamentos de lujo, sus jets privados. Vamos por sus ganancias mal habidas”.
Al escalar la violencia y ante los anuncios de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países anunciaron planes de que incautarán sus bienes y limitarán su capacidad de depositar dinero en los bancos occidentales, con lo que algunos rusos ricos empezaron a expresar su oposición a la guerra.
El lunes, el diario vespertino londinense Evening Standard publicó en primera plana una declaración de su dueño, Evgueny Lebedev, nacido en Rusia. “Presidente Putin, por favor detenga esta guerra”, decía el titular junto a la foto de una niña ucraniana muerta por una granada.
“Como ciudadano ruso le ruego que detenga a los rusos que matan a sus hermanos y hermanas ucranianos, Como ciudadano británico le pido que salve a Europa de la guerra”, escribió Lebedev, hijo del oligarca y exagente de la KGB Alexander Lebedev.
Lebedev, que tiene lazos estrechos con líderes políticos británicos y es miembro de la Cámara de los Lores por nombramiento del primer ministro Boris Johnson, se había abstenido hasta ahora de criticar a Putin.
Otros tres grandes empresarios rusos —el magnate metalúrgico Oleg Deripaska, el fundador del Alfa Bank Mijail Fridman y el banquero Oleg Tinkov— lo exhortaron a poner fin a la guerra.
Deripaska, fundador de la empresa de aluminio Rusal y considerado aliado de Putin, escribió en el servicio de mensajería Telegram que “la paz es muy importante” y las conversaciones para poner fin a la guerra deberían comenzar “lo antes posible”.
Tinkov, fundador del Tinkoff Bank, escribió en Instagram el lunes: “Hay gente inocente que está muriendo todos los días en Ucrania. Esto es inconcebible e inaceptable”.
Ninguno de los dos mencionó directamente a Putin. Tampoco lo hizo el banquero multimillonario Fridman, residente en Londres, incluido esta semana en una lista de sanciones de la Unión Europea. Fridman, nacido en la ciudad ucraniana de Leópolis, calificó la guerra de “tragedia” a la que se debe “detener lo antes posible”, pero se mostró visiblemente incómodo cuando se le pidió que criticara a Putin.
“Cientos de miles de personas trabajan para nosotros en Rusia… No quiero hacer declaraciones que pudieran aumentar su riesgo”, declaró Fridman a la prensa el martes.
Fridman también se quejó de las sanciones que le impuso la UE, que lo calificó de “habilitador del círculo íntimo de Putin”.
“Imponer sanciones a nosotros nos crea una enorme presión personal”, afirmó. “Pero no tenemos el menor impacto (sobre las) decisiones políticas”.
El poder de los oligarcas para alterar el curso de la guerra probablemente es limitado. Agentes occidentales consideran que el círculo íntimo de Putin es extremadamente pequeño. Muchos oligarcas que han reñido con Putin han acabado en el exilio, la cárcel o la tumba.
Anatoly Chubais, un oligarca veterano que supervisó las privatizaciones rusas de la década de 1990, publicó una foto de Boris Nemtsov, un prominente opositor muerto a tiros cerca del Kremlin en 2015. Aunque la imagen no llevaba pie de foto, se la consideró una declaración poderosa de un miembro de los círculos altos en Moscú.
Schimpfössl, profesora en la universidad inglesa de Aston, dijo que la guerra y las sanciones consiguientes dificultaron la “doble vida” de la élite rusa: mantener buenas relaciones con el Kremlin y llevar una existencia de lujos en Occidente.
“Todos tienen las manos manchadas de sangre, pero buena parte de su vida transcurre aquí”, explicó. “Adicionalmente, quitarles eso les provoca un intenso dolor”.
“Creo que les resultará mucho más difícil mantenerse apolíticos”, dijo. Añadió que quienes se pronunciaron buscaban un equilibrio: “tratar de no enfadar demasiado a Putin y a la vez pensar en el futuro”, cuando el presidente ya no esté en el poder.
El dueño del club de fútbol Chelsea, Roman Abramovich —uno de los oligarcas de mayor presencia en los medios que aún no ha sufrido sanciones—, se ha ofrecido para ayudar a mediar en un proceso de paz.
Un vocero dijo que Abramovich “fue contactado por la parte ucraniana para que apoye la búsqueda de una resolución pacífica y desde entonces ha tratado de ayudar”. No estaba claro qué clase de ayuda podía brindar y algunos insinúan que únicamente trata que no lo incluyan en la lista de sanciones de Reino Unido.
Abramovich, un magnate metalúrgico y aliado de Putin cuyo patrimonio neto está calculado en más de 13.000 millones de dólares, dijo que su plan es entregar la administración del Chelsea a la fundación de bien público del equipo para mantenerlo fuera del alcance de las sanciones.
Muchos rusos ricos tienen fuertes lazos en Reino Unido. Las autoridades británicas han sancionado hasta ahora apenas a un puñado, aunque juntamente con Estados Unidos y los países europeos han bloqueado a los bancos rusos y cerrado su espacio aéreo a la aviación comercial rusa.
Los críticos de Putin dicen que los países occidentales han cerrado los ojos durante demasiado tiempo a las ganancias mal habidas de los rusos. Reino Unido en particular les ha permitido apoderarse de propiedades de lujo y empresas británicas, matricular a sus hijos en las escuelas privadas más caras y contratado a multitudes de abogados y agentes de relaciones públicas para que mantengan limpias sus imágenes.
Según el grupo anticorrupción Transparencia Internacional, los rusos vinculados con el Kremlin o acusados de corrupción poseen propiedades en Londres por valor de 1.500 millones de libras (2.000 millones de dólares).
El ataque a Ucrania ha provocado un cambio de la noche a la mañana. Johnson advirtió que “rasgará la fachada detrás de la cual se han ocultado durante tanto tiempo los que apoyan la campaña de destrucción de Putin”.
La misma Suiza, un país neutral y refugio financiero discreto, se ha sumado a las sanciones de la UE.
El activista anticorrupción Bill Browder, un estadounidense residente en Gran Bretaña que ha hecho campaña para imponer sanciones a Rusia desde hace años, dice que los gobiernos occidentales han despertado por fin, pero dice que la única manera de disuadir a Putin es atacar su patrimonio personal, en buena medida esquivo y, según se cree, en manos de aliados cruciales.
“La clave aquí es que debe haber un costo para él. Adicionalmente, si no hay costo para él, para él personalmente, seguirá adelante”, afirmó Browder.
Uno que conoce bien el costo de enfrentar a Putin duda de que muchos estén dispuestos a pagar ese costo o que Putin los escuche.
“Pienso que muchos oligarcas rusos, incluido Roman Abramovich, tratan ahora de mostrarse solidarios con las dos partes”, comentó Mijail Jodorkovsky, un exmagnate petrolero que pasó 10 años en prisión en Rusia después de malquistarse con Putin.
“Putin negociará en serio solamente cuando comprenda que está empantanado en Ucrania”, declaró a la BBC. “En realidad, Putin estará dispuesto a negociar solamente si lo obligan las fuerzas defensoras de Ucrania y su sociedad”.