El Papa ha reclamado que se devuelva a la mujer «la dignidad y el valor intrínseco con que ha sido dotada por el Creador» al tiempo que ha señalado que la «femineidad» es muy «necesaria» tanto en la Iglesia como en el mundo.
«La sensibilidad actual del mundo reclama que se devuelva a la mujer la dignidad y el valor intrínseco con que ha sido dotada por el Creador», ha señalado en un discurso en el que se ha referido al Congreso Internacional Interuniversitario organizado para celebrar los aniversarios de la declaración de Teresa de Jesús, Catalina de Siena, Teresa de Lisieux e Hildegarda de Bingen como doctoras de la Iglesia. A estas figuras han unido las de las santas europeas Brígida de Suecia y Teresa Benedicta de la Cruz que, junto con Catalina de Siena, fueron nombradas como copatronas de Europa por san Juan Pablo II.
Francisco ha destacado que el ejemplo de vida de estas mujeres santas «pone de relieve algunos elementos que diseñan esa femineidad tan necesaria en la Iglesia y en el mundo» como la «fortaleza para arrostrar dificultades» o «su capacidad de lo concreto». El Pontífice también ha destacado la «disposición natural» de las mujeres «para ser propositivas en aras de lo más bello y humano, según el plan de Dios, y una visión clarividente del mundo y de la historia -profética- que las ha hecho sembradoras de esperanza y constructoras del futuro».
«La doctrina eminente de estas santas, por la que han sido declaradas Doctoras de la Iglesia o Patronas, cobra en estos tiempos un nuevo protagonismo por su permanencia, profundidad y oportunidad y ofrece luz y esperanza a nuestro mundo, en las actuales circunstancias, tan fragmentado y falto de armonía», ha dicho el Papa.
A su juicio, estas mujeres aun perteneciendo a épocas y lugares «diversos» y llevando a cabo misiones «diferentes», todas tienen en común el «testimonio de una vida santa».
«También ellas se sintieron incapaces y limitadas en algún momento, «mujercillas flacas», como diría Teresa de Jesús, ante una empresa que les superaba. ¿De dónde sacaron la fuerza para llevarla a cabo, sino del amor a Dios que llenaba sus corazones? Como Teresa de Lisieux, pudieron realizar en plenitud su vocación, «su caminito», su proyecto de vida», ha destacado.
Del mismo modo, ha hecho hincapié en su dedicación «al servicio de la humanidad» que se acompañaba «con un gran amor a la Iglesia». «Se sintieron corresponsables en subsanar los pecados y miserias de su tiempo, y contribuyeron a la misión de evangelización desde una plena sintonía y comunión eclesial», ha concluido.