El Gobierno de España ya no descarta recurrir de nuevo al estado de alarma, excepción o sitio, como ocurrió hace años en el paro de controladores aéreos, si el paro de los transportistas continúa y los suministros básicos no llegan a los ciudadanos. El Ejecutivo de Pedro Sánchez, que sigue sin querer reunirse con los convocantes de unas protestas a las que cada día se suman más transportistas, volvería a usar la fórmula que le confiere plenos poderes a al presidente del Gobierno para solucionar el conflicto. Es decir, como durante la pandemia, con un estado de alarma Moncloa puede movilizar todos los recursos en beneficio del Estado.
La declaración de cualquiera de estas situaciones se puede adoptar «cuando circunstancias extraordinarias hiciesen imposible el mantenimiento de la normalidad mediante los poderes ordinarios de las autoridades competentes». La falta de suministros básicos, como consecuencia de la huelga de transportistas, estaría dentro de estos supuestos. Con cualquiera de estas fórmulas el Gobierno, que dirige la política militar y de la defensa, asumiría todas las facultades extraordinarias previstas en la Constitución y en la Ley Orgánica de Estados de Alarma, de Excepción y de Sitio, y designará la autoridad competente para ejecutar las acciones.
Este martes, el presidente del Comité Nacional de Transportes, Carmelo González, no descartaba que tras la suma de varias patronales importantes a la huelga, a finales de esta semana, el país se pueda parar. “Lamentablemente eso puede ocurrir” señalaba en Más de Uno de Onda Cero. De pasar eso, la situación, se agravaría de forma considerable. Un parada generalizada de la economía española afectaría a los suministros básicos pero también al PIB por el cierre de varias empresas.
Hoy mismo grandes compañías como la láctea Danone o la cervecera Heineken-Cruzcampo han avisado que este miércoles pueden verse abocadas a cerrar parte de su producción y a no poder suministrar bebidas a los supermercados, bares y restaurantes. No son las únicas. En los últimos días algunos supermercados de la cadena Lidl han tenido que cerrar sus puertas por no poder servir a sus clientes los productos de los que disponen habitualmente. La misma situación se vive en mercados de abastos y en tiendas de barrio.