MADRID, 24 (EUROPA PRESS)
La ONG Save the Children ha pedido este jueves a la comunidad internacional que no permita, mientras continúa la guerra en Ucrania, que se lleven a cabo servicios como los vientres de alquiler o bien políticas de acogida y adopción, pues no solo «el mejor lugar para un niño es junto a su familia», sino que también se evitarían posibles casos de trata de personas.
«En Save the Children creemos firmemente que no hay mejor lugar para el niño que con sus padres o con su familia», ha enfatizado el director de la organización en Ucrania, Pete Walsh, a través de una videoconferencia desde Leópolis.
«Hemos pedido a los países vecinos que se suscriban a una moratoria para evitar los vientres de alquiler o políticas de acogida temporal o incluso de adopción de los niños no acompañados que llegan a esas fronteras», ha contado Walsh, ya que el trauma de los más pequeños huyendo de la guerra puede aumentar si se ven «separados de su familia y en un país extranjero».
«Seamos honestos, las alternativas en el exterior no siempre están bien, ni van siempre con buenas intenciones (…) Sinceramente, creemos que deben existir medidas de protección adecuadas en las fronteras, pero también que el mejor lugar para los niños está con sus padres o con su familia», ha defendido Walsh.
Un problema que se ceba especialmente con las miles de niñas que huyen de la guerra, ha contado Walsh, ya que «ellas son mucho más vulnerables cuando tienen que cruzar las frontera y corren el riesgo de ser víctima de trata».
«Esta moratoria que estamos solicitando es para asegurarnos de que contamos con medidas adecuadas de protección en esas fronteras», lo que «es absolutamente fundamental para evitar lo que podría ser un aumento del tráfico de personas en Europa, algo que debemos evitar por completo», ha remarcado Walsh.
«Lo que tenemos que entender es que casi el 90 por ciento de los refugiados que han ido a países vecinos son mujeres y niños porque básicamente muchos de los hombres se han quedado para luchar o cuidar de sus propiedades», ha acotado.
MÁS DE 1,5 MILLONES DE NIÑOS REFUGIADOS
Save The Children estima que más de 1,5 millones de menores son ahora refugiados y que hay otros seis millones que permanecen todavía en Ucrania. En muchos casos «estos niños no saben dónde están sus padres, por eso una de nuestras prioridades es identificarles e intentar encontrar rápidamente a sus familias para reunirles lo antes posible», señala.
Otra de las problemáticas que la organización se ha encontrado sobre el terreno está relacionada con los centros de acogida y orfanatos en los que miles de niños vivían antes de que estallara la guerra y que ahora han quedado desamparados después de que los trabajadores de esos centros hayan tenido «la necesidad de proteger a sus propias familias» por encima de otras cuestiones.
«Al igual que otros países europeos de la región, Ucrania ha dependido en gran medida de la atención institucional. Hay huérfanos y niños con necesidades particulares aprendiendo y viviendo en instituciones, (…) unos 100.000 niños en Ucrania reciben atención institucional», ha contado.
«Varios de sus cuidadores tienen miedo y la necesidad de proteger a sus propias familias, así que es posible que no hayan podido permanecer en estos centros. Hemos escuchado varias historias de niños en movimiento, que están solos y esta será una de nuestras principales prioridades en el futuro», ha asegurado.
En lo que respecta al número de menores de edad fallecidos desde que estalló el conflicto ahora hace un mes, Walsh señala que «la cifra real es muy difícil» de precisar en estos momentos, por lo que se acoge a los ochenta que ha marcado Naciones Unidas, reconociendo que probablemente no solo «ese número es mucho mayor», sino que seguirá creciendo.
Algunas de esas víctimas no lo son directamente por las acciones militares, sino por la chatarra bélica que queda a su paso. Así, Walsh ha apuntado tres episodios de los que la ONG tiene constancia en los que los más pequeños han quedado gravemente heridos por jugar con artefactos explosivos que no detonaron.
«Tal vez un misil caído o una antigua bomba de mortero que no se dispara, brillan y pueden parecer atractivos para un niño y con demasiada frecuencia se acercarán sin saber lo peligrosos que son en realidad», ha lamentado.
UNA GUERRA QUE COMENZÓ EN 2014
Walsh ha recordado que está difícil situación a la que está haciendo frente la población ucraniana no data de hace un mes, cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó su «operación especial», sino que fue en 2014 «cuando esta guerra realmente comenzó».
«Desde el 24 de febrero estamos presenciando estas horrendas escenas de ataques tanto en la capital, Kiev, como en Járkov e incluso en el sureste, como hemos visto en esas imágenes devastadoras en Mariúpol, pero debemos recordar que para los niños de Ucrania esta guerra comenzó en realidad hace ocho años, sobre todo en el este, en la conocida como región del Donbás», ha puntualizado Walsh.
«La enorme escalada en el conflicto que ocurrió hace cuatro semanas se suma a una situación humanitaria ya sobrepasada. Así que pueden imaginarse cómo es ahora la situación para las familias y los niños», ha señalado Walsh, quien ha recordado que los niños supervivientes una vez esquivan la muerte tienen que hacer frente al «enorme impacto psicológico» que ello trae consigo.
Aunque a lo largo de estas semanas la ONG ha podido empezar a desplegar algunos de sus programas y levantar más espacios de atención en otras partes del este, como Dnipró, pero sobre todo en las regiones fronterizas más al oeste, Save the Children lleva trabajando en la zona desde 2007, pero ha sido en 2014 cuando amplió su presencia, en especial en la región de Donbás, tanto en Donetsk como en Lugansk.
«Ahí es donde se desarrollaba la mayor parte de nuestros programas», aunque al principio de la escalada del conflicto se tuvieron que suspender hasta que se pudiera asegurar la seguridad del personal, así como la de los niños y las familias a las que la organización ya se encontraba ayudando anteriormente.
ASISTENCIA HUMANITARIA
Save the Children también ha explicado que por el momento no está trabajando para poder hacer que los más pequeños puedan volver a las clases, ya que «están todas las escuelas cerradas», aunque se mantiene en contacto con las autoridades para buscar formas alternativas con las que los menores «no pierdan la oportunidad de aprender y desarrollarse como lo haría cualquier niño en un país en paz».
El conflicto también ha provocado que miles de niños y sus familias no tengan acceso a alimentos y agua potable debido al bloqueo que sufren muchas ciudades, como es el caso de Mariúpol.
Por ello, la ONG ha adquirido ya más de 400.000 equipos con productos de primera necesidad e higiene y están gestionando la llegada de 60.000 equipamientos médicos. A su vez, también dispondrán de vales con los que las personas desplazadas podrán afrontar el pago de albergues y lugares en los que poder quedarse mientras continúan su huida de la guerra.
«Solo Ucrania y Rusia pueden llegar a un acuerdo de paz, pero el impacto que tendrá esta guerra a nivel mundial es muy importante, ya sea por cuestiones energéticas con Rusia o alimentarias con Ucrania», pues «el 70 por ciento de las exportaciones de alimentos de Somalia y Kenia proceden de Ucrania», mientras que en «Líbano la cifra sube hasta el 80 por ciento», cuenta Walsh.
«Algunos de estos países están en riesgo de hambruna y si esta guerra continúa, no solo afectará a los niños en Ucrania, sino que también nos afectará a nivel mundial. No tengo una bola de cristal para ver cuánto durará esta crisis, pero tiene que terminar muy pronto», ha reclamado.