NUEVA YORK (AP) — Tras denunciar a su propio gobierno públicamente, la vida de Arturo McFields está llena de alivio y, al mismo tiempo, miedo.
El que hasta hace poco era embajador de Nicaragua ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) dijo el miércoles que ahora puede «respirar,” pero que sufre por los hermanos y parientes que tiene en Nicaragua y se pregunta cual será su futuro, el de su esposa y su hija de cinco años.
“Yo tengo miedo de mi situación acá, de mis hermanos allá, porque soy un ser humano, no soy de hierro,” dijo McFields en un encuentro en el Wilson Center, un foro de debate e investigación con sede en Washington D.C.
La semana pasada McFields sorprendió al mundo cuando dijo durante una reunión de la OEA que su propio gobierno era “una dictadura.” El exembajador dijo que hablaba en nombre de “más de 177 presos políticos y más de 350 personas que han perdido la vida en mi país desde 2018”
“Denunciar la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible”, sostuvo el nicaragüense, quien hasta ahora había defendido al gobierno de Daniel Ortega en debates llevados a cabo en el organismo hemisférico. El gobierno de Nicaragua anunció poco después que dejaba sin efecto el nombramiento de McFields como embajador.
El miércoles, el nicaragüense de 46 años, que reside en Washington D.C. desde 2011, dio más detalles sobre la decisión que le cambió la vida y sobre “los sentimientos encontrados” que le dominan en la actualidad. Tras no cobrar ya un sueldo por parte del gobierno de Nicaragua, le mantiene ahora su esposa y la iglesia afroamericana a la que acude, la Zion Baptist Church, dijo.
Su sorpresivo discurso, explicó, tiene consecuencias. Hay gente, indicó, que “no tiene idea del sacrificio familiar que uno tiene que pasar, poner en riesgo la vida de uno y de su familia».
“No es sólo renunciar y dar un discurso bonito. Esta es una decisión muy fuerte, y muy compleja, que tiene repercusiones para mi núcleo, para la familia que tengo allá,” dijo. Por ese motivo, dijo, sólo le dijo a su esposa que planeaba denunciar públicamente a su gobierno. “No le conté a nadie porque yo sabía que si alguien en mi país sabía de esto, lo estaba poniendo en problemas,» indicó.
Muchos miembros de la comunidad internacional piden desde hace meses a Nicaragua que libere a decenas de presos políticos y opositores al gobierno de Ortega, quien se declaró ganador de las elecciones del 7 de noviembre. En los comicios, el presidente logró un cuarto mandato consecutivo, el segundo junto a su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo.
El gobierno de Nicaragua anunció en noviembre que se retiraba de la OEA, el organismo que reúne a 34 países de las Américas. El ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, Denis Moncada, dijo en ese momento que su país se desvinculaba de la entidad por “sus reiteradas acciones injerencistas”, pero la salida del organismo puede tomar meses debido a procedimientos protocolares y acuerdos que deben cumplirse.
McFields presentó sus credenciales como embajador ante la OEA el 5 de noviembre de 2021. En ese momento la organización dijo que era el primer afrodescendiente en representar a Nicaragua ante el organismo.
En la charla en el Wilson Center, McFields declaró que no se arrepiente de lo que hizo.
“A mí no me importa lo que diga la gente. A mí me importa verme en el espejo por la mañana y decir ‘estoy bien, mis manos no están manchadas de sangre, mi cartera no está llena de billetes, no tengo yates, no tengo latifundios, no he torturado, no he matado,” dijo. «Puedo verme al espejo y decir alcé la voz por los que están siendo torturados.”
McFields explicó que su discurso llegó de alguna manera a las cárceles en Nicaragua y que dio esperanza a los presos.
Durante una entrevista con la AP la semana pasada, McFields explicó que alrededor de 2018, cuando estallaron en Nicaragua protestas en las que murieron decenas de personas, empezó a sentir que su gobierno podía tomar caminos distintos. En aquel momento era agregado de prensa de la embajada nicaragüense en Washington.
Tras ser nombrado embajador ante la OEA, sintió que quizás podría lograr la liberación de algunos presos, explicó. Lo intentó varias veces, dijo, pero sin resultados. La “gota que derramó el vaso”, dijo McFields, fue el caso de Tamara Dávila, una feminista que lleva presa nueve meses sin poder abrazar a su hija de cinco años. Él tiene una hija de la misma edad. “Eso me quebrantó.»
El exfuncionario dijo el miércoles que hay países con democracias robustas en la OEA que no denuncian la situación en Nicaragua. “No se vale que estos países grandes en la OEA guarden silencio. No se vale que bajen la cabeza y que digan ‘tenemos principios de no injerencia,’” dijo McFields. “No se trata de principios de no injerencia. Se trata de tu defensa de los derechos humanos de la gente que está sufriendo.”
El nicaragüense no quiso acusar a ningún país en concreto. México y Bolivia son dos naciones que no se han sumado a resoluciones de condena de la OEA contra el gobierno de Nicaragua en los últimos meses.
Además de pedir libertad para los presos políticos, McFields también pidió un alivio migratorio temporal conocido como TPS para nicaragüenses que huyen de su país y acaban en Estados Unidos. “No es justo que los miles de nicaragüenses que vienen huyendo del régimen de terror y violencia de Nicaragua sigan sufriendo escondidos en Estados Unidos,” dijo.