Mundo

La cohabitación política en Francia, la última baza de la oposición

Presidente y primer ministro no tienen por qué ser del mismo signo político, algo que ya ha ocurrido tres veces en la V República

Presidente y primer ministro no tienen por qué ser del mismo signo político, algo que ya ha ocurrido tres veces en la V República

MADRID, 26 (EUROPA PRESS)

La conclusión de las elecciones presidenciales en Francia, con la victoria de Emmanuel Macron ya confirmada, ha puesto punto y seguido en una cadena de renovación institucional que seguirá en junio con la «tercera vuelta». Así han descrito dirigentes opositores unos comicios parlamentarios en las que aspiran a lograr la cohabitación política.

En Francia, se conoce como cohabitación a la convivencia forzosa entre presidente y Gobierno de distinto signo político. Ha ocurrido en tres ocasiones durante la V República, la última de ellas entre 1997 y 2002, y ‘a priori’ la reducción de los mandatos presidenciales de siete a cinco años complica que vuelva a ocurrir.

Con las leyes actuales sobre la mesa, el Elíseo y la Asamblea Nacional se renuevan prácticamente a la vez, con apenas unas semanas de diferencia, por lo que la tendencia política apenas debería cambiar. Sin embargo, en esta ocasión los partidos opositores intentan hacer un frente anti Macron, tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político del presidente.

Técnicamente, corresponde al jefe de Estado designar al primer ministro y avalar, a propuesta de este último, al resto de integrantes del gabinete. Sin embargo, en la práctica no podría imponer un primer ministro contrario a la mayoría legislativa, como recuerda el profesor universitario Dominique Rousseau en declaraciones a Franceinfo.

«El artículo 49 de la Constitución precisa que el primer ministro debe tener la confianza del Parlamento», explica, lo que en la práctica supone que la Asamblea Nacional podría tumbar de manera prácticamente inmediata una candidatura que no considere afín.

Ningún presidente ha llevado nunca el pulso político a este nivel y, en todo caso, debería limitarse a sugerir a potenciales ministros, aunque esto último depende en gran medida del grado de colaboración que muestre el jefe de Gobierno. Ni Jean-Luc Mélenchon, de Francia Insumisa, ni Marine Le Pen, de Agrupación Nacional, parecen especialmente colaboradores con Macron.

TEJER ALIANZAS

«Pido a los franceses que me elijan primer ministro», proclamó Mélenchon tras caer eliminado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en las que quedó tercero por detrás de Macron y Le Pen. El pasado domingo, insistió en que todos sus esfuerzos se centrarán en la «tercera vuelta» y en conseguir una mayoría parlamentaria distinta a la de La República en Marcha y sus aliados.

Mélenchon aspira a tejer alianzas con otros movimientos de izquierdas –por el momento no tiende la mano al otrora poderoso Partido Socialista–, con el objetivo de ganar peso y obtener el mayor número de escaños políticos. Le Pen trabaja en la misma estrategia, con la vista puesta no sólo en la ultraderecha sino también en los «patriotas» de grupos moderados como Los Republicanos.

Un primer ministro contrario a la línea del Elíseo limitaría en gran medida el margen de maniobra política de Macron e incluso podría promover leyes o decretos contrarios a los deseos del presidente. De hecho, Rousseau ha recordado que Jacques Chirac no pudo impedir que saliesen adelante medidas como la semana laboral de 35 horas o la cobertura de salud universal.

No obstante, el poder del primer ministro tampoco es ilimitado, ya que tanto ni Le Pen ni Mélenchon podrían modificar a su antojo la Constitución para introducir algunas de las medidas que prometieron en campaña, incluida la convocatoria de referéndums. Macron, además, tendría plena libertad para cuestionar la labor del Gobierno y desmarcarse de él en cuestiones potencialmente espinosas, como la política internacional.

El presidente dispone también de un botón nuclear, el de la disolución de la Asamblea Nacional. Este paso debe hacerse previa consulta con el primer ministro y los presidentes de las dos cámaras que conforman el Parlamento, pero Macron no estaría obligado a seguir sus consejos y podría frenar ‘in extremis’ la aprobación de leyes que fuesen especialmente conflictivas para los intereses de Francia.

Esta herramienta tiene ciertos límites, ya que es una jugada única. Si la mayoría opositora se mantiene en la Asamblea Nacional tras la repetición electoral, el presidente tendría que acatar la cohabitación, puesto que sólo puede haber una disolución al año, o dimitir.

DV Player placeholder

Tags


Lo Último