La inestabilidad política interna y la reconfiguración global lastran cualquier avance inminente
TEL AVIV, 11 (Del enviado especial de EUROPA PRESS, Daniel Herrero)
La perspectiva de una hipotética paz entre israelíes y palestinos se atisba lejana en Oriente Próximo. La inestabilidad política en Israel, las tensiones entre las facciones palestinas y la reconfiguración del contexto regional complican la reanudación de unas conversaciones que quedaron archivadas 'sine die' hace ocho años.
El último intento negociador llegó en Israel de la mano de Benjamin Netanyahu, en un momento de estabilidad que en nada se parece al actual, con ocho partidos luchando de forma prácticamente diaria por salvar una coalición de Gobierno que aglutina desde facciones de izquierda a ultranacionalistas y, por primera vez, con presencia de árabes.
Una amalgama de intereses donde no se contempla reabrir viejas heridas y acrecentar divisiones. De hecho, el primer ministro, Naftali Bennett, se opone a una solución de dos Estados entre israelíes y palestinos, la tesis más defendida en la escena internacional para firmar la paz y por la que aboga también la otra gran pata de la actual coalición, el titular de Exteriores, Yair Lapid.
Palestina reclama un Estado con las fronteras previas a 1967 y con Jerusalén Este como capital, si bien sobre la mesa hay también otros asuntos espinosos como el de los refugiados, ya que actualmente hay más de cinco millones de palestinos reconocidos como tal en varios países de la zona, en virtud de su ascendencia.
A nivel ciudadano, esta fórmula que pasa por la convivencia con delimitaciones territoriales claras ha perdido cierto nivel de apoyo en Israel en los últimos años. La apoya el 40 por ciento de la población, según un sondeo del Instituto de Democracia que mantiene no obstante esta opción como la más popular, por encima de la prolongación del actual 'statu quo' o de la creación de un único Estado.
La división política también es palpable en el lado palestino, que no celebra elecciones presidenciales desde 2005 y parlamentarias desde 2006. El pulso entre las dos principales facciones --Al Fatá, que controla Cisjordania, y Hamás, al mando de la Franja de Gaza-- se mantiene y pocos se atreven a pronosticar qué pasará una vez concluya la etapa de Mahmud Abbas, de 87 años, al frente de la Autoridad Palestina.
Con Abbas en el poder surgió el último intento negociador y el veterano líder palestino ha contenido hasta ahora el ruido de espadas de quienes comienzan ya a mover ficha y tomar posiciones para ganar peso en la futura etapa. El principal temor israelí en este ámbito es que Hamás también se haga fuerte en Cisjordania, un territorio con el que a día de hoy hay una interlocución en cuestiones básicas como la recaudación de impuestos o los permisos de entrada.
No en vano, Israel basa gran parte de sus alegatos políticos, de seguridad e incluso sociales en las amenazas a las que se enfrenta en sus diversos frentes. Al foco gazací se suman también las fronteras con Líbano y Siria, principalmente por la presencia de Hezbolá, un grupo al que las autoridades israelíes acusan de estar fabricando ya misiles inteligentes y rendir cuentas ante Irán.
CONTEXTO INTERNACIONAL
Otro de los potenciales lastres a las negociaciones es el concepto de necesidad. El Ejecutivo israelí parte de la idea de que los pactos para normalizar relaciones con Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin, bautizados como los 'Acuerdos de Abraham', y los acercamientos a Marruecos y Sudán supusieron un punto de inflexión: ya no sería necesario firmar la paz con los palestinos para tejer alianzas con el mundo árabe.
Los 'Acuerdos de Abraham', además, cuentan con Estados Unidos como principal valedor externo y las autoridades israelíes han enfatizado no sólo su repercusión política sino también práctica. La semana pasada, Israel y EAU pusieron en marcha un acuerdo inédito de libre comercio y prevén cientos de miles de viajes turísticos.
Nadav Tamir, agregado de Relaciones Internacionales en el Centro Peres para la Paz y la Innovación, explica en un encuentro con diversos medios, entre ellos Europa Press, que se ha extendido la idea de que hay una región que ahora "acepta" a Israel, más allá de los simbólicos acuerdos de paz que ya existían con Jordania y Egipto.
Y si ha cambiado el escenario regional en estos últimos años, también lo ha hecho el global. Las conversaciones fallidas de 2014 llegaron con el impulso del Cuarteto de Paz para Oriente Próximo, fundado hace dos décadas y compuesto por la ONU, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia.
El papel de Estados Unidos quedó desdibujado durante la etapa de Donald Trump, ya que con el magnate en la Casa Blanca se adoptaron decisiones polémicas como el traslado de la Embajada norteamericana a la ciudad de Jerusalén, cuyo futuro depende precisamente de que las partes sobre el terreno cierren un acuerdo en firme. Abbas afirmó que, con medidas tan sesgadas, Washington quedaba inhabilitado como mediador.
La presencia de Rusia es aún más controvertida en un momento en el que este país está repudiado en cualquier foro al margen de su órbita de influencia, como represalia por la ofensiva militar lanzada en febrero sobre Ucrania.
Tamir da por hecho que el Cuarteto es ya cosa del pasado y que será necesario plantear un nuevo mecanismo para firmar la paz en Oriente Próximo. Apunta incluso a la posibilidad de que España desempeñe algún tipo de papel en este futuro escenario, ya que la Conferencia de Madrid de 1991, aún presente en la memoria colectiva, fue "una gran oportunidad".
EL PAPEL DE BIDEN
Sobre el papel que tendría Estados Unidos, Tamir, director ejecutivo del 'think tank' J-Street --afín al Partido Demócrata--, señala que aún está por ver. No oculta que está "decepcionado" por la política del actual presidente norteamericano, Joe Biden, en Oriente Próximo, una zona a la que ahora Washington mira más de lejos, especialmente tras el fracaso del repliegue militar en Afganistán.
Biden parece más centrado ahora en cuestiones de política interna, aunque la visita que prevé realizar próximamente a la zona podría servir para terminar de redefinir su estrategia. Tamir no descarta que si los demócratas pierden el control del Congreso en los comicios parlamentarios de noviembre, Biden intente contrarrestar los bloqueos legislativos en el Capitolio con algún tipo de "legado" a nivel internacional.
En cualquier caso, Tamir tiene claro que un futuro de paz entre israelíes y palestinos pasa por la creación de dos estados, porque el concepto sigue siendo "válido". "Por completo", apostilla, asumiendo no obstante de que deshacer uno de los mayores nudos de la geopolítica mundial "no es fácil".