A sus 88 años, Gloria Steinem ha sido por mucho tiempo la feminista más renombrada del país. A los 22, sin embargo, era una joven asustada que se sometió a un aborto ilegal en Londres para poner fin a un embarazo que no había buscado. De hecho, trató de tirarse por una escalera para ver si podía interrumpir el embarazo.
Su respuesta a la decisión de la Corte Suprema de desconocer el derecho al aborto es breve: “Obviamente”, escribió en un email, “sin el derecho de mujeres y hombres a tomar las decisiones sobre sus cuerpos, no hay democracia”.
El pronunciamiento de Steinem refleja la desesperación que siente mucha gente en relación con la decisión del viernes del tribunal supremo de dejar sin efecto el fallo de 1973 que legalizó el aborto. Si se puede anular un fallo tan relevante para la lucha por la igualdad de las mujeres, se preguntan muchos, ¿qué va a pasar con los numerosos progresos logrados por las mujeres en los últimos 50 años?
“Una de las cosas que dicen las mujeres es, ‘¿mi hija va a tener menos derechos que yo? ¿Cómo puede ser eso?’”, dice Debbie Walsh, del Centro para las Mujeres y la Política de la Universidad de Rutgers. “Si se deshacen de esto, ¿qué más van a hacer? Todo se siente muy precario”.
La libertad reproductiva no fue la única demanda de la segunda ola del movimiento feminista, como describen las feministas sus reclamos de los años 60 y 70, pero fue sin duda una de las batallas más impactantes, junto con la de la igualdad de derechos laborales.
Las mujeres que pelearon por esos derechos recuerdan una década de sorprendentes progresos entre 1963 y 1973, en que consiguieron la igualdad de salarios, el derecho a usar métodos anticonceptivos y Title IX (que prohíbe la discriminación educativa). La conquista mayor fue probablemente el derecho constitucional al aborto, reconocido por la Corte Suprema en el caso Roe v. Wade.
Muchas de las mujeres de entonces que se identificaban como feministas se habían sometido a un aborto ilegal o conocían a alguien que lo había hecho. Steinem, de hecho, dice que dejó el periodismo y se hizo feminista militante luego de participar en encuentro para hablar del aborto, tras el cual pudo empezar a hablar de su propio aborto clandestino.
“El aborto está muy vinculado con el movimiento feminista en este país”, dice Carlole Joffe, socióloga de la Universidad de California (San Francisco) que estudia y enseña la historia del aborto.
“Junto con una mejoría en los métodos anticonceptivos”, afirmó Joffe, “la legalización del aborto hizo que muchas mujeres heterosexualmente activas pudieran participar en la vida pública. Despejó el camino para los grandes cambios que hemos visto en el estatus de las mujeres en los últimos 50 años”,
Agregó que ahora teme que el derecho a los métodos anticonceptivos también pueda correr peligro, algo que le parece “inimaginable”.
Heather Booth tenía 20 años y estudiaba en Chicago cuando un amigo le preguntó si podía ayudar a su hermana a hacerse un aborto. Corría el año de 1965 y, a través de contactos con el movimiento de derechos civiles, pudo conectar a la joven, quien tenía pensamientos suicidas por su embarazo indeseado, con un médico dispuesto a ayudarla. Pensó que sería un caso aislado, pero Booth terminó siendo una de las fundadoras de Jane Collective, una organización clandestina de mujeres que ofrecían abortos seguros a quienes los necesitasen. En total, esa organización realizó unos 11.000 abortos en siete años. Booth, quien hoy tiene 76 años, considera el fallo de Roe v. Wade un fuerte cuestionamiento de las conquistas del movimiento feminista.
“Estamos al borde del precipicio”, declaró. “Por un lado, venimos de 50 años de cambios en el estatus de la mujer en la sociedad”. Recordó que, de niña, las mujeres solo podían responder a ofertas de empleo en la “sección de mujeres”.
“Hemos avanzado hacia una mayor igualdad, pero, si me pregunta dónde estamos ahora, le diría que al borde de un precipicio, en una batalla de la democracia y la libertad con la tiranía y el desconocimiento de libertades por las que luchamos mucho tiempo”.
Desde ya, no todas las mujeres sienten que hay que preservar el derecho a abortar.
Linda Sloan, quien milita desde hace cinco años con su marido en la organización A Moment of Hope (Un Momento de Esperanza) de Carolina del Sur, contraria al aborto, afirma que ella valora los derechos de las mujeres.
“Creo firmemente en el derecho de la mujer a ser tratada igual que el hombre, en (la igualdad) de oportunidades, salarial, el respeto y muchas otras áreas”, manifestó. Cuenta que trató de inculcarle esos valores a sus dos hijas y sus dos hijos.
Pero Roe v. Wade es otra historia. “Creo que los derechos del niño en el vientre de la madre son igualmente importantes. Como dice el Salmo 139, creo que Dios ‘formó mis entrañas’ y ‘me hizo en el vientre de mi madre’”.
Elizabeth Kilmartin, igual que Sloan, trabaja como voluntaria en A Moment of Hope y está muy complacida con la decisión de la Corte Suprema.
En el pasado se consideró feminista y estudió la historia de las mujeres en la universidad. Con el correr de los años, se hizo firme opositora al aborto y ya no se considera feminista porque dice que la izquierda se apropió de ese término.
“No se cercenó ningún derecho de la mujer con la decisión de dejar de matar niños en el vientre”, sostuvo Kilmartin. “Tenemos todo tipo de mujeres poderosas. Las mujeres ya no son oprimidas en los sitios de trabajo. Tenemos una mujer vicepresidenta. Es ridículo pensar que estamos tan oprimidas”.
Cheryl Lambert, de 65 años y quien fue una alta ejecutiva de Wall Street, no está de acuerdo. Dice que la decisión del tribunal supremo fue “un golpe traicionero”.
“Pensé, ¿en qué era vivimos?”, dijo Lambert. “Estamos retrocediendo. Estoy furiosa en nombre de nuestros hijos y nietos”.
Lambert dice que se sometió a un aborto cuando se descubrió que el feto que acarreaba tenía una enfermedad congénita.
“Pensé que sería más fácil, no más difícil, someterse a un aborto en este país”, manifestó.
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Maryclaire Dale colaboró en este despacho.