MADRID, 3 (EUROPA PRESS)
La batalla cultural entre Rusia y Ucrania se ha recrudecido después de que el Parlamento ucraniano haya aprobado hace apenas dos semanas una ley que veta la interpretación de canciones rusas en las televisiones y radios públicas del país.
Esta nueva medida, que ahonda en un conflicto más silencioso que las bombas, como son la música y la literatura, tiene previsto aumentar en un 70 por ciento los programas informativos y de entretenimiento "en el idioma estatal": el ucraniano.
La normativa será aplicada a artistas rusos que hayan vivido en el país a partir de 1991, fecha clave para Ucrania, puesto que en ese año se celebró un referéndum de independencia que daría lugar a la Ucrania que conocemos hoy tras el intento de golpe de Estado contra el dirigiente soviético Mijail Gorbachov.
Los parlamentarios también apoyaron, en el marco de dicha ley, la prohibición de las importaciones de productos de Rusia y Bielorrusia; la publicación y venta de libros por parte de ciudadanos rusos en Ucrania y la promoción, por contra, de los libros ucranianos, tanto en su publicación como en su distribución.
"Me complace dar la bienvenida a la prohibición a nivel legislativo del contenido ruso: canciones, actuaciones de artistas rusos y la distribución de libros rusos. La guerra demostró que ya era hora de cambiar el contenido en idioma ucraniano. Y esto debe estar consagrado en la ley", dijo el ministro de Cultura y Política de Información, Olexander Tkachenko.
Un portavoz de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha señalado a Europa Press que, ante este movimiento por parte de Ucrania, de conformidad con la Carta de Naciones Unidas y los principios del Derecho Internacional, los Estados "tienen el derecho soberano de adoptar medidas y políticas para proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales en su territorio".
UNESCO también ha resaltado que están preocupados "por las consecuencias de la guerra en Ucrania y están en contacto constante con todas las autoridades e instituciones pertinentes para evaluar su impacto en la cultura, incluido el patrimonio cultural tangible e inmaterial, los museos y las expresiones culturales".
Hay que recordar, además, que la líder de la formación oficialista Servidor del Pueblo, Olena Shuliak, solicitó la expulsión de Rusia como estado miembro de la UNESCO precisamente por la destrucción de espacios patrimoniales ucranianos en el marco de la guerra.
El Ministerio de Cultura ucraniano ya ha señalado en anteriores ocasiones que el coste de la reparación de todas las instalaciones culturales e históricas dañadas, entre las que se encuentran museos e iglesias, podría ascender a miles de millones de euros.
Al margen de estas denuncias por parte de Kiev, la decisión de prohibir las canciones rusas en Ucrania llega después de que el grupo ucraniano Kalush Orchestra haya ganado el festival de Eurovisión 2022, una victoria que también supuso un importante triunfo moral, mediático y propagandístico, ya que recibió el apoyo del voto del jurado y también el apoyo del voto popular.
LA GUERRA CULTURAL
Pese a que la reciente ley aprobada por el Parlamento ucraniano no afectará a los escritores clásicos, ya a finales de mayo el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, se mostró incómodo ante la "cultura de la cancelación" impuesta contra Moscú, al margen de las sanciones económicas.
"Han prohibido a clásicos como Tchaikovski, Dostoievski, Tolstoi o Pushkin. Han comenzado una persecución contra los artistas y la cultura de Rusia. En términos generales, estoy seguro que esta situación va a durar tiempo", manifestó el titular de la cartera de Exteriores rusa, alegando a una aparente "rusofobia" por parte de Occidente.
En este sentido, la directora del Instituto Ucraniano del Libro Aleksandra Koval, siguiendo las instrucciones del Ministerio de Cultura, dio la orden en mayo de limpiar las bibliotecas de Ucrania de "todos los libros rusos que allí se encuentren". En total, cien millones de libros.
"Hay muchos opositores a este tema que creen que hay algo sagrado, como los clásicos rusos, que no se pueden tocar. No hay argumentos de por qué esto no se puede hacer (...) La primera ronda de incautaciones incluirá literatura anti ucraniana con narrativas imperiales y propaganda de violencia, políticas chovinistas prorrusas. ¿Cómo es posible que estos libros con tal narrativa terminen en las bibliotecas?", defendió.
Ninguna expresión artística se salva. La histeria sobre el control del discurso cultural también llegó en las primeras semanas del conflicto a la ópera. La soprano rusa Anna Netrebko, quien sufrió numerosas críticas por sus vínculos con el presidente ruso, Vladimir Putin, canceló varios conciertos mostrando así su oposición a la guerra.
La 'prima donna' rusa reaccionó a una decisión tomada por la Ópera Metropolitana, que emitió un comunicado en el que vetaba a la cantante de actuar en la obra 'Turandot', programada para el mes de abril y mayo en Nueva York, precisamente por no pronunciarse sobre el conflicto.
La reciente ley, aprobada por dos tercios del Senado ucraniano, excluye justamente a los artistas que condenen la agresión rusa contra Ucrania. Será el servicio secreto (SBU) el encargado de elaborar el listado de excepciones.
NACIONALISMO, PROHIBICIÓN E IDIOMA
La guerra cultural, que no hace tanto ruido como los proyectiles o las bombas, empieza a cobrar protagonismo, especialmente en un momento en el que las redes sociales y los medios de comunicación amplifican los mensajes. A ello se le une, además, un componente clave: el idioma.
El 26 por ciento de la población de Ucrania tiene el ruso como lengua materna, siendo las zonas del este y del sur donde esta lengua tiene más predominancia, según el censo de la estructura lingüística de la población ucraniana de 2001 publicado por el Comité Estatal de Estadísticas de Ucrania.
No es baladí, por tanto, que las autoridades establecidas por Rusia en las provincias ocupadas en la región del Donbás, hayan acelerado los procesos para convertir al ruso como idioma oficial, un paso que ya se dio en Crimea tras su anexión por parte de Moscú en 2014.
De hecho, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha apelado por activa y por pasiva a valores históricos y culturales de la nación rusa, llegando incluso a resaltar que es necesaria la "autolimpieza" social como vehículo para la "cohesión".
En este contexto de máxima vigilancia y censura para evitar pensamientos disidentes, tanto del lado ucraniano como del lado ruso, las palabras que más uso tienen son las relacionadas con el nacionalismo, como "patria", "traición", "amenaza" o "invasión", entre otras muchas.
El lenguaje de los libros, donde se promueven "ideas chovinistas", según ha señalado Ucrania, se ha convertido así en una forma más de hacer la guerra desde que Putin diese 'luz verde' a la invasión contra el país el 24 de febrero.